La atención médica en nuestros días

Roberto Cataldi[1]

La salud, física y mental, hoy se ve afectada ante la vorágine existencial del mandato productivo, denominado por algunos 24/7, consistente en un trabajo duro, de autoexplotación laboral o Hustle culture (cultura del ajetreo).

Tanta presión laboral no es gratuita, pues, el sistema nervioso central (SNC) responde con angustia y ansiedad. Sin embargo, la sociedad tiene una opinión muy favorable o positiva frente al individuo que vive produciendo constantemente, que incluso llega a tener una ocupación laboral que termina siendo agotadora…

A partir de 2020 hubo a nivel mundial una importante resignificación de la salud mental. Existe un contexto ya globalizado, con mayores demandas y exigencias, que inevitablemente produce stress, pero donde también existen otros factores a considerar, como la situación económica, social y política.

Convivir con entornos difíciles genera preocupación, y tiene consecuencias sobre la salud. Como ser, situaciones de duelo por fallecimiento de seres queridos, ruptura de parejas, pérdida del trabajo o de aquello que uno desea e incluso ambiciona.

También hay que considerar el FOMO (fear of missing out), que es el temor a quedarse afuera. En fin, un mundo con la ilusión de que la cultura digital lo resuelve todo, de que la inteligencia artificial (IA) responde a cualquier pregunta, de que podemos hacer muchas cosas a la vez y que también podemos estar en todos lados, cuando la «realidad real» (no la virtual), nos revela lo contrario.

Medico-en-consulta-con-pacientes-©123RF-900x551 La atención médica en nuestros días

En medicina, los médicos debemos dar respuestas, ya sea asistiendo, conteniendo, acompañando, previniendo, y para peor en Argentina tenemos bajos salarios, que no cubren los gastos básicos de un hogar (necesidad del pluriempleo), además de condiciones laborales contrarias a la salud del profesional, por caso el burnt out.

La realidad cotidiana muestra un gran número de pacientes que requieren atención médica y simultáneamente cada vez menos profesionales disponibles… La atención de patologías que son prevalentes en la población, algunas ya conocidas desde la antigüedad y que se creían sanitariamente controladas, hoy recrudecen, junto a nuevas patologías con potencialidad letal, que ocasionan conflictos socioeconómicos, morales, legales y religiosos.

Sería un error no prestarle atención a lo que acontece en otros campos del conocimiento íntimamente ligados a la salud humana, como la salud de los animales, por las zoonosis (Covid-19, rabia, hantavirus, leptospirosis, hidatidosis, brucelosis), y el cambio climático junto a la contaminación ambiental (inundaciones, sequías, terremotos, aguas de consumo contaminadas con metales pesados, entre otros)

Los recursos materiales para una asistencia médica digna de la población sufren continuos recortes, pues, la intención es favorecer a otras áreas que no son prioritarias en un Estado de derecho que funciona con eficacia.

Esta situación crítica fomenta la automedicación, las medicinas alternativas, las soluciones mágicas… Un terreno fértil en el que se mueven los terraplanistas, los antivacunas, los negadores del cambio climático y su repercusión en la salud del planeta, los vendedores de humo… Mientras, los lideres autoritarios imponen su «agenda distractiva» que captura la atención de los medios y la población en temas de menor significación social.

Desde la pandemia psicólogos y psiquiatras comentan que aumentaron las consultas por ansiedad, depresión y crisis de pánico, lo que también llega a la consulta de medicina general.

Pero en nuestros días, que algunos denominan «era pospandemia», además de estos trastornos se verifica el deterioro de la interacción social, la distracción, la baja autoestima, la labilidad emocional, la irritabilidad, el aumento del apego, el consumo de fármacos y drogas, el mayor índice de suicidios.

Está claro que en la génesis de muchos trastornos psicológicos, psiquiátricos y psicosomáticos, no solo la pandemia es causal, bástenos el clima desesperanzador, la falta de futuro, la labilidad en los vínculos interpersonales, la dudosa estabilidad laboral, el aislamiento y la soledad impuesta en medio de la hiperconectividad…

La formación y capacitación adecuada de los médicos es otro problema inveterado para los que somos profesores, jefes de áreas asistenciales y directores de programas de residencias médicas, que se suma a este amplio panorama conflictivo.

Y todo esto abonado por autoridades en las áreas de planificación y atención de la salud que carecen de la capacitación necesaria en la técnica, la ciencia y el arte médicos, más allá de la ausencia de sentido común, empatía, altruismo y elemental discernimiento humanitario.

No hay duda que la política y sus intereses económicos se imponen al bien común, como la ignorancia y la falta de escrúpulos a la mirada experta y legítimamente autorizada.

A los organismos internacionales de salud se le pueden formular no pocas críticas y señalar errores e «irregularidades», pero la solución no está en suprimirlos o destruirlos, sino en corregir lo que está mal.

Es cierto que en todas partes existe una creciente demanda de consultas médicas. Y un factor importante pospandemia es el notable incremento de la virtualidad, con los beneficios que ésta nos aporta en distintas actividades. En el área médica, puede ser muy útil en determinados casos, como ser la atención psicoterapéutica cuando la presencialidad es dificultosa.

Pero la virtualidad conlleva un serio peligro en aquellos enfermos cuya patología requiere ineludiblemente la presencia del médico, donde se impone no solo una anamnesis cuidadosa sino un examen físico detenido que oriente el diagnóstico, el cual habitualmente será completado con los estudios paraclínicos guiados (no al voleo), permitiendo las medidas terapéuticas correctas.

En numerosas situaciones clínicas hemos comprobado el uso incorrecto de la virtualidad, que hasta puede dar lugar a errores vitales, incluso caer en el ámbito de la malapraxis, y esto deberían entenderlo tanto las autoridades como el mercado de la salud.

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)
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