«El viento resuena cual grito lejano, amortiguado, casi en sordina, y diabólicamente persistente, como si hubiera estado siempre ahí y jamás fuera a desaparecer»
Estas palabras, que responden a una intervención digital sobre el mismo tema y que tomo de la revista La balsa de la medusa, describen lo más auténtico de la representación, el resto todo es fingimiento.
La balsa de la medusa responde a un cambio de ciclo, hay miedo en el aire y las reacciones son sorprendentes, pero, ¿qué clase de sociedad es esta que aquí se nos presenta al borde del precipicio?
Por un lado, son burgueses, es decir, gente acomodada y a la que suponemos educada en el buen gusto por el arte; sin embargo, en ellos ha desaparecido todo rastro de esa característica tan suya que es «el discreto encanto de la burguesía».
Y algo más que llama poderosamente la atención: lo bueno del capitalismo (la burguesía) es que en él encuentras de todo siempre que puedas pagarlo. Aquí, por el contrario, nada funciona, el catering no llega, la servidumbre se escabulle y los señores quedan abandonados a su suerte, junto con sus invitados, en esa fiesta a la que asisten en el ático de su estupenda casa.
No sabemos qué ha debido pasar para que se produzca este cambio tan desconcertante en sus vidas. ¿Es que han chocado en altamar los dos sistemas, el capitalismo y el socialismo, contagiándose lo peor de cada uno y por eso va esta nave, este ático de lujo, a la deriva? Ello produce un gran extrañamiento, lo que, sin embargo, es recibido con risas y despreocupadas chanzas.
Aquí es donde empieza la falsedad, y el fingimiento al que aludí antes provocará estremecimiento y hastío: los afectos son fingidos y así se transmiten al espectador, que tan pronto ve cómo se abrazan y cómo se despellejan, cómo se mienten y cómo se comprometen en un incesante cambio de roles y de parejas.
Ríen los anfitriones, ríen los invitados, no parece importarles de momento el cambio de planes. Pronto vendrá, empero, el cambio de timón, y éste sí les pillará desprevenidos. Puestos en medio del caos en que la acción se sitúa, nada en adelante nos sorprenderá. Al mayordomo, como buen sadomaso, sólo le falta sacar el látigo, cosa que tal vez haga después de que nos vayamos.
He aquí la sinopsis de la función:
El Doctor Aliaga y Rebeca, su esposa, celebran una reunión en un ático tras asistir a un concierto. Pero el catering, al igual que algunos de los otros invitados, no se presenta, así que se ven obligados a intercambiar la cena por algunos aperitivos. Como si se tratara de un divertido juego, deciden pasar la noche en la habitación. Al día siguiente comienzan a darse cuenta de que por alguna razón que desconocen o pueden salir a la calle, aunque aparentemente no hay nada que lo impida. A medida que van pasando los días el alimento y la bebida escasean, los personajes enferman y la basura se acumula. Es en ese momento cuando las buenas costumbres y la cordialidad se acaban perdiendo poco a poco y comienzan a comportarse como auténticos salvajes.
La obra rinde tributo por igual al cuadro de Géricault que da título al drama, inspirado en un hecho real, y a la película de Buñuel «El ángel exterminador» (que así se llama también la productora), y quiere ser metáfora de la sociedad actual. La novedad salvadora de la función es que admite ser vista en tono jocoso, que ría quien quiera y el que no, que se vaya. De momento, el mayordomo fabrica, en vez de suculentos pasteles, pajaritas de papel, y parece tener la situación bajo control.
- Título: La balsa de la medusa
Dramaturgia: Antonio Escribano
Dirección: Manu Báñez
Producciones El Ángel exterminador
Reparto: Marcial Álvarez, Rosa Vivas, Antonio Escribano, Sara Illán, Mélida Molina, Antonio De La Fuente
Espacio escénico: Lupe Valero, Alberto Puraenvidia
Diseño de vestuario: Lupe Valero
Diseño de iluminación: Víctor Blázquez, Manu Báñez
Fechas: Hasta el 20 de septiembre. Martes a sábado 20:30h. Domingos 19:30h
Espacio: Fernando Fernán Gómez (Sala Jardiel Poncela)
Duración: 75 min. aprox.