Sonriente y de hablar rápido, Kety Díaz revisa los surcos de frijoles intercalados con siembra de maíz, lechuga y plátano, mientras narra su historia de productora en la finca La Cotorra, de Guanabacoa, un municipio próximo a la Habana cuyas extensas llanuras favorecen la agricultura, informa Patricia Grogg (IPS) desde La Habana.
«Me gusta el campo y los animales. Para dedicarse a esto, tiene que gustarte de verdad», relató a IPS esta productora de 42 años, una de las campesinas beneficiadas por el Proyecto de Sostenibilidad Alimentaria en los Municipios (Prosam), un programa de cooperación internacional para la producción sostenible en municipios de Cuba.
Es la hija menor y la única que vive en la fica con sus padres, ya mayores. Comparte su jornada entre el campo y las tareas de la casa. Al principio, hace dos años, cuando le dijeron que la habían seleccionado para el proyecto, se asustó un poco, pero asumió el reto, con la misma decisión con que coge el machete para trabajar en las plantas de plátano (banano para cocinar).
Me ha aportado mucha capacitación y recursos para impulsar la producción: el sistema de riego, paneles solares y turbina, tanques de agua para la vivienda, afirmó Díaz, quien junto a su esposo cultiva la finca de algo más de dos hectáreas, donde es vital la materia orgánica por el desgaste del suelo.
Prosam es una iniciativa coordinada por el Instituto de Suelos del Ministerio de Agricultura, con apoyo del gobierno de Canadá y las organizaciones humanitarias internacionales Care y Oxfam.
Su objetivo es incrementar la producción agrícola sostenible para mujeres y hombres en cinco municipios de las provincias occidentales de Artemisa, Mayabeque y la Habana, donde se ubica la capital del país.
Los municipios incluidos son Artemisa (en la provincia del mismo nombre), Bejucal, Guines y Madruga, (provincia de Mayabeque) y Guanabacoa, en la provincia de La Habana, que en conjunto cuentan con una población superior a los 320.000 habitantes.
La iniciativa persigue fortalecer las capacidades de las delegaciones municipales de la agricultura y del Instituto de Suelos para promover el autoabastecimiento local con prácticas agroecológicas y contribuir a la elaboración de planes productivos que combinen la demanda de la población con los intereses de quienes producen la tierra.
En cifras, entre 2015 y 2020 el aporte de la cooperación internacional se situó en casi cuatro millones de dólares, y fueron beneficiadas directamente unas 450 mujeres, e indirectamente otras 323.456 personas, de ellas 163.158 mujeres y 160.298 hombres.
El enfoque de género, junto al medioambiental y productivo, figura entre las prioridades desde la formulación de la iniciativa. En ese sentido, Prosam partió desde el reconocimiento de que uno de los desafíos del sector agrícola es la desigualdad en cuanto al acceso y control de los recursos por parte de las mujeres.
Entre los principales retos que enfrentan ellas en el contexto de la producción de alimentos, figuran la mayor carga doméstica, la violencia psicológica basada en género, reciben menos reconocimiento que los hombres por sus resultados, la segregación laboral, menor acceso a puestos de dirección y menos derechos laborales que los hombres; así como menos acceso a recursos para emprender.
Nosotros iniciamos el proyecto con siete mujeres líderes y ya tenemos más de 60, destacó Yosley Márquez, coordinador de Prosam en Guanabacoa, durante un recorrido por predios productivos de ese municipio en que participó IPS.
El funcionario añadió que Prosam ha potenciado la participación de las mujeres en el municipio, buscando su liderazgo en las iniciativas que ellas trabajan, además de que ha aumentado la producción a partir de la aplicación de tecnologías y nuevas prácticas en la agricultura.
En Guanabacoa, a unos ocho kilómetros de La Habana, el proyecto alcanzó también a la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Villa 1, que preside Leticia Medina.
«Cosechamos principalmente hortalizas de hojas y condimentos frescos. Con Prosam estamos desarrollando un proyecto para condimentos secos, algo que se hizo hace tiempo, pero que dejó de hacerse por el deterioro de los equipos. Ahora, se piensa rescatar ese rubro que tiene mucha demanda y sustituye importaciones», destacó.
«Desde Prosam, nos suministrarían la deshidratadora, selladora eléctrica y batidora, las tres cosas principales que necesitamos; lo demás, cosechar, es cosa de nosotros», agregó Medina, al frente de las diez personas, tres mujeres y siete hombres, que trabajan en el proyecto organopónico y la finca de la UBPC.
«La diversificación va a venir de la mano del proyecto», sostuvo la presidenta de la cooperativa, quien es a la vez jefa de producción, comercializadora y organizadora, dentro de un colectivo que practica el multioficio, que permite ser más eficientes y repartir los ingresos entre menos personas.
A la luz de la nueva estrategia de Cuba para el impulso a la economía en el contexto de la crisis acentuada por la pandemia, en Villa 1 analizan variantes para fomentar al menos un producto de exportación, que les proporcione ingresos en moneda libremente convertible y potencie el desarrollo de otras líneas.
Según explica Laritsa González, facilitadora del proyecto, Prosam tiene un instrumento de selección de iniciativas que contempla indicadores específicos para la incorporación femenina. Resultó fundamental para que hubiera mujeres generando ideas como parte de los emprendimientos productivos, comentó.
«He visto muchas cosas hechas con este enfoque de género, pero en ocasiones se queda en la palabra, en la sensibilización y no se concretiza, entonces y por eso, le pusimos mucha fuerza a tener mujeres líderes de verdad», advirtió Carlos Aragonés, también facilitador del proyecto.
Añadió que «a la vez, destacó, no es pobrecitas las mujeres, es demostrar que eres capaz de hacerlo, sobreponerte a todo, salir adelante y ser exitosas, como las tenemos, muchos hombres quisieran llegar a donde están ellas. Hay que ayudarlas y también empujarlas y llevarlas a cumplir el compromiso asumido», remarcó.
En el contexto de la Estrategia de Género del Sistema de la Agricultura (2015-2020) que comenzó ya un segundo período, la opción actual es promover un entorno favorable para cambios en actitudes, creencias y prácticas que permiten impulsar procesos sostenibles hacia la igualdad de género y el liderazgo de las mujeres.
En este sentido, las mujeres y las comunidades de los territorios beneficiados por el proyecto han fortalecido sus liderazgos a través del desarrollo de capacidades técnicas, la comprensión de la perspectiva de género, el acceso a recursos y el intercambio de experiencias con otras productoras.
Es por eso que uno de los resultados previstos para el cierre de Prosam, en este mismo año 2021, incluye el lanzamiento de una campaña de comunicación para visibilizar el aporte de las mujeres a la soberanía alimentaria y la sostenibilidad desde diferentes escenarios vinculados con los sistemas alimentarios.
El Ministerio de Agricultura invierte entre ocho y diez por ciento de su presupuesto anual en la estrategia de género, que incluye acciones de capacitación, gestión del conocimiento y organizacional, empoderamiento económico, comunicación, incidencia comunitaria y conciliación de la vida familiar y laboral, entre otras.
Esta estrategia estipula además que en todos los proyectos de cooperación, entre cinco y diez por ciento del presupuesto se destine a acciones de género.