Ausentes en el rifirrafe sobre cómo castigar a todos los niños y las niñas que solicitaban saber más de las redes sociales o de los juegos on-line o de los blogs donde aprender a representar el mundo… Mientras, hemos incorporado todos y todas multitud de dispositivos por las “gangas digitales”. Disponiendo de productos digitales y/o de medios de producción en Internet gratis, abundantes y universalmente accesibles.
Las empresas de Internet nos ofrecieron los medios-de-producción-social, invitándonos a ser partícipes de un espectáculo-de-decenas-de-miles-de-seguidores como si fuera una decisión propia e íntima, para definir la palabra popular o ‘influyente’.
Durante este intenso sueño, aprendimos que era mejor vivir soñando que despertar, y hemos unido sueños y sueños y más sueños simulando ser distintos avatares en una cirugía digital, operados por miles de aplicaciones para convertir un fumadero de opio en la mejor de las anestesias digitales. Y ahora que estamos tan adentro sólo nos queda la decisión final de tomar la «píldora azul» y continuar dormitando o tomar la «píldora roja» y despertar del país de las maravillas.
En este momento, recuerdo aquello de los medios de producción y de los modos de producción. La manera en cómo el artesano se convirtió en obrero industrial perdiendo, entre otras cosas, el privilegio de la propiedad de los medios de producción de los productos y mercancías. Aunque, aún en aquel momento cada cual conservaba como propietario de sus decisiones la creación social de sus vínculos y redes sociales. Se podían contar las amistades nombrándolas con sus nombres propios. Eran quienes respondían para quedar a conversar entre el murmullo de otros muchos que conversaban alrededor. Eran quienes otras veces preguntaban para quedar a hablar contigo en citas sin tiempo. Y el espacio social era su lugar de encuentro para los ritos sociales. Sabíamos contar a nuestros amigos y amigas con los dedos de la mano sin olvidar sus nombres.
En aquel entonces, el artesano perdió la propiedad de sus medios de producción incapaz de competir ante la estandarización industrial y la producción en masa. Vendió su creatividad y su tiempo personal para incorporarse a un modo de producción. Hace varios lustros todos los seres humanos descuidaron sus redes sociales al perder la propiedad de los medios-de-producción-social.
Primero, nos enseñaron a valorizar nuestros avatares. Segundo, aprendimos a aplicar ese aprendizaje mediante las “aplicaciones” de las redes-sociales-de-Internet. Tercero, nos creímos los avatares de otros. Cuarto, creamos una red ampliada de avatares.
Todo medio-de-producción-social queda vinculado a un modo-de-producción-social. Pero tampoco esta vez seremos los propietarios de ese medio de producción. Hemos finalizado de vender esa propiedad. La manera de relacionarnos, el reconocimiento de los lugares y coordenadas culturales donde poder dialogar, la apertura y clausura de los procedimientos y de los ritos sociales.
El propietario de los medios-de-producción-industrial logró transformar la distribución de la riqueza a beneficio de una élite de propietarios al poner límites a la redistribución de dicha riqueza. El propietario de los medios-de-producción-social se ha apoderado de la generación de las interacciones sociales de facto para poder segmentar a los clientes-consumidores y lo que produce las interacciones sociales: el pensamiento y las ideas.
No somos los propietarios de los medios de producción social aunque podamos hacer un uso intensivo de las aplicaciones digitales. También el obrero industrial hace un uso intensivo de las herramientas y medios de producción para producir para otros. No somos propietarios de los medios de producción social porque desconocemos el uso de los códigos para rediseñar su uso y las características de las aplicaciones digitales. El propietario de las aplicaciones digitales crea su diseño para lograr sus fines, y no son los tuyos usuario y usuaria de las aplicaciones de Internet.
Hemos vuelto a perder-como-humanos-creadores a beneficio de quienes aparte de gestionar los avatares, gestionan la venta de los productos industriales.
Quizá hayamos perdido la oportunidad al pretender sólo castigar a los niños y niñas y no querer exigir con ellos y ellas, todas y todos, el control y uso de nuestras identidades sociales de manera creativa.
Sólo nos queda hacer el esfuerzo por apropiarnos del control y acceso a los “códigos digitales”. Bueno, tal vez, si optáramos por la «píldora roja».
Se me escapa qué deberían haber hecho los artesanos para no sucumbir a la presión de la industria.