Teodoro Rentería Arróyave
Con las históricas despenalizaciones o legalizaciones de la marihuana, inclusive para consumos recreativos, aprobadas por Uruguay y los estados de Colorado y Washington de Estados Unidos, la doble moral internacional hizo su aparición ignominiosa.
Mientras la Organización de Naciones Unidas, ONU, y el propio Estados Unidos se lanzaron a la yugular del país sudamericano por su osadía de legalizar el mercado de la cannabis, nada dicen sobre la misma decisión de Colorado y Washington, es más inclusive el primero en su ciudad capital, Denver, desde el primer día de este naciente 2014, ya se vende la yerba, como era de esperarse, con gran éxito.
El 10 de diciembre de 2013, el Senado de Uruguay aprobó por una amplia mayoría la Ley que legaliza la producción y la venta de mariguana en todo el país, producción y venta que pasarán a ser controladas por el Estado, cuando entre vigor la normatividad en el transcurso del primer semestre de este año.
En noviembre de 2012, más de un año antes de Uruguay, sendas iniciativas de la legalización de la marihuana fueron aprobadas por los Congresos de Colorado y Washington, misma que previó los primeros “coffee shops”, donde los consumidores podrán adquirir hasta 28 gramos de marihuana por compra sin problemas con las autoridades, con la única condición que tengan por lo menos 21 años.
Y este 1 de enero, dicen los cables, para los consumidores de marihuana en Estados Unidos, fue día de fiesta y no sólo por el inicio de año sino porque también entró en vigor la ley que permite la venta legal de mariguana en Colorado y Washington.
Las reacciones encontradas y controvertidas se vinieron en cascada: la Junta Internacional de Fiscalización y Estupefacientes, JIFE, de la Organización Mundial de la Salud de la ONU, criticó a Uruguay por la legalización del mercado de mariguana y aseguró que la decisión contraviene normas internacionales.
La secretaria estadounidense de estado adjunta para Asuntos del Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson, en la misma tesitura, consideró que esa legalización, obvio la de Uruguay, “no es la manera más apropiada y eficaz de confrontar el flagelo de las drogas y de la criminalidad en la región”.
El presidente de Uruguay, José Mujica, impulsor de la ley, reaccionó molesto ante las declaraciones del presidente de la JIFE, Raymond Yans, “Dígale a ese viejo que no mienta”, en respuesta a las declaraciones de Yans a una agencia de noticias en las que se quejó de no haber sido recibido por las autoridades del país.
“Conmigo se reúne cualquier tipo de persona en la calle. Que venga a Uruguay y se reúne conmigo cuando quiera. Que no hable para la tribuna”.
Desde luego en contrapartida, Uruguay recibió el apoyo de 114 organizaciones de todo el mundo que felicitaron al país y ahora también a los estados de Washington y Colorado de la gran Potencia
Ante todo lo anterior, sin dejar de reconocer que más vale legalizar las drogas que el derramamiento de sangre que impulsó o impuso en México el expresidente panista Felipe Calderón Hinojosa, en el país, las reacciones encontradas y controvertidas, como se prueba, responden a la doble moral del poder global.
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No se trata de doble moral, la derecha extrema que gobierna el mundo ignora lo que es la moral o la ética. Simplemente es que a los poderosos del mundo les es mucho más rentable la prohibición porque los beneficios van a la gran banca y los paraísos fiscales libres de impuestos (cajas B en diferido que se dice) y porque, además, así justifican el inmenso gasto público en instrumentos de represión internos (policiales) y externos (ejércitos de ocupación)