Roberto Cataldi[1]
En medio del desorden actual globalizado, uno de los problemas que ocasiona mayor malestar y emerge con fuerza es la educación. En efecto, hoy es escrutada en todos sus niveles, y salvo excepciones, el panorama educativo revela no pocos claroscuros.
Un tema insoslayable es el de la alfabetización, íntimamente relacionado con el desarrollo de las regiones, pues, se estima que aproximadamente el veinticinco por ciento de la población mundial no sabe leer ni escribir, con un predominio del sexo femenino, pese a los avances logrados en las últimas décadas con millones de personas que fueron alfabetizadas. En realidad, la alfabetización no solo tiene que ver con las habilidades de lectoescritura y cálculo, ya que puede mejorar la existencia de la gente.
Para la UNESCO es un proceso continuo a lo largo de la vida del ser humano, partiendo de un conjunto de competencias que incluyen las digitales, las mediáticas, el desarrollo sostenible, la ciudadanía mundial, asimismo aquellas competencias que son específicas para el trabajo. Todas competencias que se están ampliando y que evolucionan a través de la información y las tecnologías digitales.
Sin embargo, las pruebas internacionales que se hacen desde hace años en el nivel primario y secundario para medir el grado de progreso, en la mayoría de los países arrojan resultados que revelan serios problemas de aprendizaje y comprensión (lectora, conceptual, creativa), situación que lógicamente genera preocupación.
Es importante tener una mirada muy amplia sobre la educación, porque no representa un fenómeno aislado o inconexo con otras dimensiones sociales, como ser, no se puede educar con el estómago vació… Y esto es curioso en un mundo que produce alimentos suficientes para asistir a toda la población del planeta.
El polémico filósofo Michel Onfray, sostiene que el ataque a la lengua comienza en la escuela, ya que ésta procedió a destruir un método de lectura de eficacia probada a través de muchas generaciones, y lo reemplazó por, «sistemas sacados de las ciencias de la educación: métodos dañinos para los alumnos puesto que rompen los mecanismos de leer, escribir, contar y pensar».
Las encendidas discusiones en torno a la pedagogía y la didáctica, en todos los niveles educativos, vienen desde hace mucho tiempo, y permanentemente se actualizan debido a los deficientes resultados y el malestar que estos originan.
Muchas celebridades expusieron sobre las ventajas de la educación: George Washington pensaba que es la llave para abrir la puerta de la libertad; Einstein sostenía que es el entrenamiento de la mente para pensar; Ghandi que ésta consiste en obtener lo mejor de uno mismo; Mandela la consideraba el arma más poderosa para cambiar el mundo.
La Universidad es el último escalón de la formación académica, donde los profesores podemos evaluar la preparación y el desarrollo cultural general que han adquirido los alumnos en las etapas anteriores, incluyendo el pensamiento crítico, que debe ser ejercitado de manera continua. Al respecto, estimo que también debemos ser conscientes de lo que sabemos y lo que no sabemos, porque existe el peligro de ignorar nuestra propia ignorancia.
En China existe una prueba de admisión a la Universidad (Gaokoao) que sería la más dura en el mundo, donde el postulante se puede presentar una sola vez, y el año pasado convocó a trece millones de jóvenes, muchos de ellos bajo presión y ansiedad de sus familiares que todavía consideran a la carrera universitaria como la única posibilidad para tener éxito en la vida…
Está claro que cuando el estudio deja de ser un placer, se convierte en una tortura. Y no es sensato ni saludable que los jóvenes deban estudiar bajo exigencias que son desmedidas o hasta inhumanas. Pues bien, en China hay elevados índices de stress, depresión y suicidios en estudiantes que son sometidos a las exigencias de un rígido sistema educativo.
En Oriente existiría el mismo mito que en Occidente: si el joven ingresa a una universidad famosa, al graduarse tendrá muchas más oportunidades en el mercado laboral. Sin embargo, la realidad muestra que hay jóvenes profesionales cuyos padres han invertido fortunas, llegando a hipotecar sus viviendas para que estudien en «universidades marketineras», y ahora son profesionales desempleados.
Donald Trump decidió cerrar el Departamento de Educación por sus derroches y su contaminación con el progresismo (wokismo). Considera que el Departamento es un semillero de «radicales, fanáticos y marxistas». Los republicanos desde los años ochenta apelan a la excusa de devolver la autoridad educativa a los estados. Pero la Unión Nacional de Padres dice que millones de niños nunca tendrán una oportunidad justa, porque el sistema educativo es desigual. La gestión de dinero tiene que ver con los préstamos estudiantiles, los programas de ayuda a las universidades y distritos educativos, incluyendo comidas escolares y ayudas a estudiantes sin hogares… La financiación federal representa el 14 por ciento del presupuesto de las escuelas públicas, y además, Trump persigue a las escuelas y universidades con atletas transgénero en deportes femeninos, activismo propalestino y programas de diversidad.
Es cierto que el rendimiento educativo estadounidense está en baja, se profundizó con la pandemia, pero en medio están los cincuenta millones de alumnos de las escuelas públicas del país. Trump también acusó a Harvard, la universidad más rica del mundo, de no proteger a los estudiantes judíos y promover ideologías contra la libre investigación, por eso revisará los millones de dólares en contratos y subvenciones. Harvard tuvo que suspender una asociación con una universidad palestina y aceptar una asociación con una universidad israelí.
En fin, es evidente que el actual inquilino de la Casa Blanca, más allá de su narcisismo, posee una educación cuestionable y carece de una cultura acorde con el cargo, incluso ignora lo que decía su compatriota John Dewey, pilar de la pedagogía estadounidense: «La educación no es una preparación para la vida. La educación es la vida misma».
- Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)