Roberto Cataldi¹
Cuando la incertidumbre avanza y lo urgente se entremezcla con lo importante, se necesita de gobernantes que gestionen el día a día de manera inteligente, valiente, y sin dilaciones, atendiendo la coyuntura pero sin perder la perspectiva del mediano y largo plazo.
Con la pandemia todo el mundo está inmerso en una realidad más o menos similar y, los cambios son vertiginosos. La dirigencia mundial ha hecho muy mal las cosas aunque se empecine en un cerrado negacionismo, pues, los buenos ejemplos no abundan, sin embargo hay gobernantes que más allá de sus errores actúan con ética y procuran estar a la altura de las circunstancias.
Ángela Merkel, de 66 años, fue la primera mujer en ocupar la cancillería alemana desde el nacimiento del estado alemán (1870) y actualmente dirige un país de 80 millones de ciudadanos. Todos conocemos la historia de Alemania y sus horrores, pero las generalizaciones como los estereotipos a menudo denotan en unos ignorancia y en otros malicia.
Esta doctora en química nació y se educó en el régimen comunista, por eso habla el ruso, y ha revelado tener inmunidad adquirida contra el virus soviético. Recuerdo haberla criticado, incluso ante amigos alemanes, por ciertas acciones desacertadas. Hace poco, en Semana Santa, prorrogó el cierre pandémico revocando las reglas del reposo de Pascuas acordadas por los dieciséis estados federales, lo que generó un gran revuelo. Y los alemanes llevaban casi cinco meses de un confinamiento donde se podía salir y moverse pero respetando ciertas reglas.
Ante ese traspié político, Merkel dijo: «Este error es mío y solo mío, y por tanto asumo la responsabilidad final de todo ello», «Lo lamento profundamente y pido perdón a los ciudadanos».
Ella pertenece a la Unión Demócrata Cristiana de Alemania y, su honestidad hasta ahora no ha sido cuestionada. Un pequeño detalle: no cambio su domicilio, no ubicó a sus familiares en el gobierno, y ella misma hace las compras en el supermercado, es decir, sabe lo que sucede en la calle.
Se retira con más del setenta por ciento de aprobación de sus compatriotas… Eso sí, allí a nadie se le ocurrirá elevarla a la condición de «santa» (eso es más del rito argentino), ya que solo es una estadista.
La socialdemócrata Sanna Marin, tuvo una infancia que hacía predecir su total fracaso en la vida. En efecto, hija de un padre alcohólico, criada por su madre y su novia, dicen que era la más pobre de la clase y, a los quince años trabajaba repartiendo diarios. Pero la gran diferencia es que no nació en la Argentina ni en ningún otro país de América Latina, sino en Finlandia, por eso a los veintidós años pudo iniciar su carrera política y a los 34 años se convirtió en la primera ministra de ese país.
Es una gran defensora de las causas feministas, las minorías sexuales y los temas medioambientales. El problema es que justo unos días antes de unas elecciones clave, se hizo una investigación acerca de su desayuno y el de su familia que sería costeado por el erario público. Al parecer ella dijo que desconocía la norma (le concedo el beneficio de la duda), pero para los comisarios de la moral, incluyendo a parte de la opinión pública, se trata de nada menos que trescientos euros mensuales…
Jacinta Arden, de cuarenta años, es la primera ministra de Nueva Zelanda y, para The Guardian sería una «mezcla de acero y amabilidad». Líder del partido laborista, se autodefine como socialdemócrata y feminista, y fue elogiada internacionalmente por su gestión al inicio de la pandemia.
Además ha defendido la legalización del matrimonio homosexual, de la marihuana y la enseñanza universitaria gratuita para los neozelandeses, entre otros temas espinosos.
Le ha tocado lidiar con varios problemas antes de la pandemia, como el del ultraderechista que disparo contra los fieles que estaban en dos mezquitas asesinando a 51 personas; ella, que abandonó la fe mormona en la que fue educada, utilizando un velo negro (hijab) abrazó a familiares de las víctimas musulmanas y pronunció un discurso antixenófobo: «Ellos son nosotros», dijo.
En el 2020, mientras la economía del país entraba en recesión por la crisis del coronavirus, Ardern dispuso un recorte del veinte por ciento de su sueldo y el de los ministros y ejecutivos públicos. Los que la conocen resaltan su gran capacidad de empatía.
Confieso que me agradaría que estas tres mujeres, estadistas sin duda, sigan ese derrotero y no terminen claudicando como tantos otros que nos arrebataron la confianza para luego desilusionarnos. No quiero que se interprete que hago una cuestión de sexo, pues el ejemplo contrario lo padecemos en la Argentina.
Para Otto von Bismarck la diferencia entre los políticos y los estadistas es que los primeros piensan en las próximas elecciones, en cambio los segundos piensan en las próximas generaciones.
- Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)