Madrileña, con garbo y tronío, ese que se tiene si se nace con él; ese que lucía María Dolores Pradera, nuestra flor de la canela. Actriz, pero sobre todas las cosas dama de la escena, recorrió el mundo y su amada Latinoamérica enseñando el amor con los boleros, con rancheras, con todos los géneros de la música, con toda el alma; «derramaba lisura y a su paso dejaba, aromas de mistura, que en el pecho llevaba…»
Y así será, toda una vida, la que tendremos en sus canciones, en sus acordes, en los recuerdos de esta mujer que llevó la ciudad que amó sobre todas las cosas, su Madrid, a gala, y la paseó por el mundo, hasta sus 90 años. Hoy nos deja con 94 en la ciudad que la vio nacer entre coplas, rancheras y baladas; esas canciones que tantos recuerdos nos traen a los que ya no cumplimos 45.
Nacida en 1924, María Dolores se inició como actriz en los años 40; allí conoció al que fuera el amor de su vida. Se casó con Fernando Fernán Gómez con quien tuvo dos hijos, Fernando y Helena, aunque el matrimonio duro poco: tan solo diez años. Pradera participó en la compañía teatral de Carmen Carbonell y Antonio Vico, y formó parte del teatro nacional María Guerrero durante tres temporadas, pero la actriz se centró en la canción y fue en la boîte Alazán cuando debutó por primera vez como cantante, con treinta años, hasta los noventa, en un último concierto en Madrid.
Jazmines en el pelo y rosas en la cara. Eso llevaba María Dolores con su fino sentido del humor, ese del Madrid de entonces, entre la chulería y el salero del ele y ele y, sobre todo, la majestuosidad de su sencillez. María Dolores cantó con todos los grandes con quienes hizo duetos y hablaba de amor; de ese que Pradera en la cadencia de los acordes de las guitarras de sus gemelos con quienes compartió 26 años escenario. Medalla de Oro a las Bellas Artes y Medalla del Mérito al Trabajo; Medalla de Madrid al Mérito artístico y Grammy Latino a la excelencia musical además de un premio Ondas a su trayectoria musical y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
Los acordes de sus temas eran los recuerdos de la infancia de muchas personas de distintos entornos, diferentes lugares y de toda América Latina. Sus canciones serán recordadas como la singular María Dolores, porque sin duda no ha habido otra igual. El canto a la vida y al amor no dejarán indiferentes a quienes no la han escuchado aún y el sentido del humor madrileño, tampoco como tampoco la elegancia de sus movimientos, del poncho y el chal echado que se ha ido hoy aunque nunca morirá para nosotros.
Quizá en este día de primavera, si podríamos decirle gracias a la vida, porque realmente, nos ha dado tanto. Nos dio tanto… nos dio a María Dolores Pradera. Ahí queda eso…
Descanse en paz, señora de la canción.