La guerra en Ucrania, y una frágil recuperación de la pandemia de la COVID-19, conducen a la economía mundial a un crecimiento menor de lo esperado, de solo 3,1 por ciento en 2022, indica un nuevo estudio del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (Desa, en inglés), informa la IPS.
Los países en desarrollo importadores de materias primas serán los más afectados, sobre todo por el incremento de los precios de los alimentos y la energía, indica el estudio, aun cuando la merma en el crecimiento incluye a las grandes potencias, como Estados Unidos, China y la Unión Europea (UE).
«La economía mundial enfrenta importantes riesgos a la baja debido a una mayor escalada de la guerra en Ucrania, nuevas oleadas de la pandemia y un endurecimiento monetario más rápido de lo esperado en las economías desarrolladas», indica la actualización de proyecciones de medio año de Desa.
El departamento calculó en enero un crecimiento promedio de cuatro por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial, y ahora redujo esa estimación a 3,1 por ciento.
Ya en abril también el Fondo Monetario Internacional (FMI) había rebajado sus perspectivas de crecimiento global a 3,6 por ciento, en vez de 4,4 por ciento como preveía antes de la guerra desatada con la intervención de tropas rusas en Ucrania el 24 de febrero.
De su lado, Desa prevé para los países en desarrollo un aumento de 4,1 por ciento del PIB este año, aunque al precio de que aumente el déficit fiscal, debido al incremento de los costos del endeudamiento.
El informe señala que las condiciones financieras externas más restrictivas afectan negativamente las perspectivas de crecimiento, «especialmente para los países con alta exposición a los mercados de capitales globales con grandes cargas de deuda o en riesgo de impago».
«Los países en desarrollo tendrán que prepararse para el impacto de las agresivas restricciones de la Reserva Federal de Estados Unidos», dijo Hamid Rashid, jefe de Monitoreo Económico Global en el Desa.
Como consecuencia de esas restricciones, las naciones en desarrollo «deberán tomar medidas macroeconómicas adecuadas para detener las fugas de capital y estimular las inversiones productivas», agregó el responsable.
Por otra parte, el alza en los precios de los alimentos y la energía llevará la inflación a 6,7 por ciento, más del doble del 2,9 por ciento que marcó el período de 2010 a 2020.
La inflación en Estados Unidos registra el nivel más alto en cuatro décadas y está al alza en países de Asia occidental, América Latina y el Caribe y en la Comunidad de Estados Independientes, naciones que integraron la desaparecida Unión Soviética.
«El aumento de la inflación plantea un desafío adicional para una recuperación inclusiva, ya que afecta desproporcionadamente a los hogares de bajos ingresos», apunta el análisis de Desa.
La disminución de los ingresos reales «es particularmente notable en los países en desarrollo, donde la pobreza es más frecuente, el crecimiento de los salarios es nulo, y las medidas de apoyo fiscal para aliviar el impacto de la subida de los precios del petróleo y los alimentos son más limitadas», indicó el reporte.
Alertó que el aumento de la inflación en la comida acentúa la inseguridad alimentaria y empuja a millones de personas a vivir por debajo de la línea de pobreza en muchos países en desarrollo que todavía sufren los efectos económicos de la pandemia.
África será la región más afectada
El Banco Mundial anunció el miércoles 18 que incrementará el financiamiento que destina a proyectos para enfrentar la inseguridad alimentaria en el globo, llevando los montos que destina a ese fin de 18.000 a 30.000 millones de dólares este año.
En otra sección de su informe, Desa registra que el conflicto en Ucrania ocurre en un período de emisiones globales récord de dióxido de carbono (CO2) que calientan el planeta, y los esfuerzos para enfrentar esa emergencia climática tienen como obstáculo los altos precios de la energía.
Como los países buscan expandir sus suministros de energía para contrarrestar los elevados precios del petróleo y el gas, es muy probable que la producción de combustibles fósiles y la emisión de CO2 aumenten en el corto plazo.
Del mismo modo, los altos precios del níquel y otros metales pueden afectar negativamente la producción de vehículos eléctricos, mientras que el aumento de los precios de los alimentos puede limitar el uso de biocombustibles.
A pesar de ese panorama, DESA considera que los países tienen la oportunidad de abordar sus preocupaciones de seguridad energética y alimentaria acelerando la adopción de energías renovables.
La economía mundial puede recuperarse, los daños medioambientales no. Pero nadie habla de ellos..