La guerra de Siria: entre la mentira y la infamia

A la tan repentina como crudelísima guerra de Siria, iniciada oficialmente en febrero de 2011, dedica El viejo topo de este mes su tema de portada, con dos artículos que se desmarcan totalmente de lo que estamos acostumbrados a leer habitualmente en los medios convencionales de comunicación. Por eso la revista merece siempre una atenta revisión de su índice.

el-viejo-topo-portada-feb201702 La guerra de Siria: entre la mentira y la infamia
Portada de El Viejo Topo, febrero 2017

El primero lo firma Domenico Moro y lleva por titular Terrorismo, cambio de alianzas y relaciones de fuerza. Para el autor, tanto el atentado terrorista de fin de año en Estambul como el de semanas antes en Ankara que le costó la vida al embajador ruso y el de Berlín en las pasadas fechas navideñas, están relacionados con lo que ha pasado en Siria. Sostiene Moro que la Federación Rusa ha bloqueado en ese país una agresión imperialista occidental por primera vez desde la desaparición de la URSS.

Entre la mentira y la infamia es el título del texto que suscribe Eduardo Luque, un análisis muy pormenorizado acerca de la manipulación política y mediática llevado a cabo con el conflicto sirio en occidente. El esfuerzo de enmascaramiento de las verdaderas intenciones de los países implicados ha sido enorme y aparentemente exitoso, bajo el señuelo de las supuestas primaveras árabes afloradas como por ensalmo en diversos países del norte de África. Algunos intelectuales de prestigio como Santiago Alba han mordido ese anzuelo, según Luque, y continúan negando la evidencia.

Las conclusiones que establece el autor al final de su artículo son al menos inquietantes. Al apoyar esa guerra la Unión Europea va camino de convertirse en una pesadilla, pues al flujo migratorio y a la posibilidad de un incremento del terrorismo en el viejo continente, los gobiernos responsables de ese conflicto aplicarán una mayor represión política y social que podría acabar con los derechos y libertades públicos, con un alza ya perceptible de los partidos xenófobos y racistas.

Otro tema muy interesante que se toca en este número de la revista es el del hijo secreto de Marx, con una entrevista al autor de lo que él califica como novela documental por basarse en cartas y documentos relativos a Freddy (Marx) Demuth, hijo bastardo de Karl Marx y Helene DemuthJuan Carlos Ruiz Franco ha publicado su libro en ediciones Dyskolo y ha partido para su obra del hallazgo por parte de Werner Blumenberg en 1962 de una misiva de Louise Freyberger, asistente de Engels en su ancianidad. En la novela se destaca el papel de la madre de Freddy, responsable de que sobreviviera la familia Marx a la muerte de éste.

La publicación también hace memoria de la periodista y escritora Montserrat Roig (1946-1991), gracias al libro de Aina Torres La memòria viva, en el que se subraya no solo el valor literario de muchos de los 40 libros que dejó escritos, sino su muy activa dedicación profesional en diarios y revistas, entre la que sobresale su adelantada crónica de la memoria histórica en 1977 Els catalans als camps nazis.

Higinio Polo nos habla esta vez de los avatares de los artistas cubistas durante la llamada Gran Guerra, de la que se declararon partidarios en su mayoría, con fotografías de algunos de ellos como Apollinaire o Braque vestidos de uniforme. El segundo llegó a sufrir graves heridas en combate. Juan Gris abandonó París por miedo a la artillería alemana y nuestro Picasso ejerció de previsor sacando su dinero del banco en cuanto percibió la inmediatez de aquella gran tragedia.

Es de resaltar asimismo, en el último número de El topo, el rescate de un artículo de Norma Mastrorilli y Luis Pasamar sobre Lou Andreas Salomé, publicado en 1978, en el que se revisan las relaciones entre esa mujer a no dudar fascinante y los filósofos Paul Ree y Friedrich Nietsche, con referencia también a las que mantuvo apasionadamente con el joven poeta Rainer María Rilke.  El texto termina contando el nuevo triángulo formado con Sigmund Freud y Victor Tausk, cuando ya Salomé había cumplido cincuenta años.

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