La hora de los pomposos

Tras las elecciones, la prensa “mayor”, la oficializada, la de los kioskos, la del respaldo moral y moralista de bancos, instituciones nacionales, personalidades instaladas, organismos europeos, demás gente de bien, coincide en el análisis profundo, grandilocuente, sobre la formación del próximo gobierno, planteado el asunto como si el resto fuera un conjunto de irresponsables inmaduros, incapaz de pensar sensatamente –o de pensar, simplemente–, sostiene Luis Méndez en este artículo de opinión, en el que pide fijarse en cómo se combinan las máculas: inexperiencia más una responsabilidad que no se sabe de dónde procede, ya que carecen de gestión precedente.

Luis Méndez[1]

Se habla ahora pomposamente –después de la juerga y de la resaca–, de gobernabilidad, como si estas elecciones hubieran borrado de un plumazo todos los desaguisados producidos hasta el momento. La corrupción, la preferencia de una minoría poderosa frente a los españoles de a pié, el blindaje constitucional de las deudas bancarias frente al gasto social, la degradación de la sanidad, de la educación, de los servicios de dependencia social, los parados, las pensiones de 450 euros y un 0,25 % de subida, la incertidumbre sobre las mismas, los estudiantes prácticamente desposeídos de becas y ayudas, los juicios demasiado rápidos o demasiado lentos, etc. por lo visto sólo tienen un causante, y … ¡no es ninguno de ellos!

Sin embargo, ni un solo artículo de esa sesuda opinión, que flota sobre la España real, se pregunta: ¿Por qué hemos perdido constante y progresivamente millones de votos y, hecho el cálculo sobre las últimas elecciones, cientos de escaños? ¿Qué estamos haciendo mal?

No, ya se sabe, la mejor defensa es el ataque constante. Pero ¿acaso esa táctica permite reflexionar imparcialmente a alguien? Porque, cuando se habla de gobernabilidad, de entrada no se puede pretender un sistema electoral que en nombre de esa gobernación provoca crispación y la negación de miles de votos depositados. Hablando de partidos presentados en toda España, mientras se le han otorgado 23 escaños de más al partido más votado, se le han restado 11 al menos, pasando de 13 a 2.

Y lo más curioso es que sus invectivas solemnes (el tono que dan es muy importante) se dirigen contra quienes no han gobernado ni un solo minuto, como arriba se señalaba. Es decir, que su mal es meramente el de existir porque… ¿por qué? ¿Por haber rescatado una palabra muy oportuna en el diccionario de la política, es decir, indignación?

También figura la opinión del Ibex en esas páginas banderas de la sensatez, pidiendo que se imponga el acuerdo antes que el interés: Curiosa palabra denostada: el interés. Por otra parte ¿qué acuerdo? ¿Cualquier acuerdo? ¿O el acuerdo en el seno del bipartidismo? Aún recordamos esas curiosas noticias que informaban sobre que la bolsa subía cada vez que había despidos en algún lugar.

Por supuesto, no faltan referencias a la mal llamada Europa (la UE) para recordarnos y recomendar pactos entre populares, socialistas y liberales. Pena que no se acuerden de esas referencias a la hora de analizar el porcentaje de gasto social respecto al PIB, muy inferior en nuestro caso, o a la no proporcional carga fiscal, o las SICAVs, etc., etc.

Hasta hay una referencia a un posible “Frente Popular”. ¡Horror! ¿Y ese es el espíritu que ha de insuflar serenidad a nuestra regeneración?

Desde los Pactos de la Moncloa, ese español silencioso no ha hecho otra cosa sino demostrar sensatez y paciencia. Y desde esos pactos no ha hecho sino perder derechos y derechos, mientras los sensatos de turno no conciben esa sensatez sino sobre la base de un bienestar desproporcionado. ¿Cómo pontificar entonces?

Terminando: la primera medida democrática y regeneradora es la comenzar a pensar que los votos recibidos legitiman a todas las formaciones, y que quienes las han votado persiguen el fin de que gobiernen y no el de asustar a los demás cual dementes. A partir de ahí es posible que se consiga algo positivo.

  1. Luis Méndez es funcionario de la Administración local.
José Antonio Sierra Lumbreras
Licenciado en Filosofía y Letras, Magisterio y Estudios en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. Residente 40 años en Francia, Reino Unido e Irlanda como profesor de español. En Irlanda fundó el Centró Español de Documentación y el Instituto Cultural Español, actual Instituto Cervantes de Dublín. Asímismo, fue corresponsal de: Agencia EFE, Diario Informaciones, Carta de España, Crónicas de la Emigración, España Exterior, La Región Internacional y Escuela Española. Jubilado.

4 COMENTARIOS

  1. Por supuesto: sin ánimo polémico y con todo el derecho que Vd. tiene de no compartir determinado asunto; aparte de aportar valor añadido al texto…

    Y repito, se dice la hora de los pomposos porque después de haber puesto las bases para que estemos al borde de lo que Vd. dice, ahora pontifican pomposamente como sabios ajenos a esos errores, echando así un tupido velo sobre su propia responsabilidad y desviándola hacia quienes hasta ahora no han ejercido ningún tipo de gobierno, por lo que nada se les pueda echar en cara.

    El título no define el artículo en su totalidad, lo define todo su contenido, que lo complementa y aclara.

    Por otra parte, ignoro por qué el artículo debería hablar de EEUU, su crisis y esa recuperación que no comparto. Lamentablemente a esta crisis le queda mucho por decir, y mundialmente (eso es lo más preocupante).

    Tampoco se aborda el sistema político, insisto, sistema, sino su perfectibilidad y la necesidad de que se planteen rectamente los asuntos, asumiendo lo que hay que asumir e informando de ello con sinceridad.

    Un saludo.

  2. Decir «pomposos» y quejarse de que el escenario español pueda estar en manos de inmaduros, solo sirve para esconder el precipicio que espera a la vuelta de la esquina…

    • No hablo de pomposos (que sería una definición blanda del culpable); digo que ahora se «habla pomposamente» de una situación que esos acusadores que hablan pomposamente han causado, trasladando a otros la culpabilidad.
      No digo que los culpables de estar al borde del abismo (como Vd. bien dice) sean unos inmaduros (¿cómo pensarlo cuando llevan generaciones gobernando?) sino que llaman inmaduros a quienes aún no han podido demostrar que lo son en la gobernación del país, pues nunca la han ejercido.
      ¿Todo esto es poco y no describe parte del precipicio?:
      «La corrupción, la preferencia de una minoría poderosa frente a los españoles de a pié, el blindaje constitucional de las deudas bancarias frente al gasto social, la degradación de la sanidad, de la educación, de los servicios de dependencia social, los parados, las pensiones de 450 euros y un 0,25 % de subida, la incertidumbre sobre las mismas, los estudiantes prácticamente desposeídos de becas y ayudas, los juicios demasiado rápidos o demasiado lentos…»
      Un saludo.

    • sólo para precisar y sin ánimo polémico, el título dice «la hora de los pomposos». en cuanto al resto, en ninguna parte se menciona cómo se inició la crisis, en especial teniendo en cuenta que donde comenzó -los EEUU- se superó sin necesidad de cambiar el sistema político.

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