En los inicios del movimiento obrero alemán hay que situar la creación de organizaciones revolucionarias clandestinas fuera de las fronteras de los estados alemanes, constituidas por artesanos, trabajadores e intelectuales exiliados, especialmente en París, justo después de la Revolución de 1830, hecho que supuso que Francia se convirtiera en un lugar de atracción para perseguidos de media Europa, escribe Eduardo Montagut[1] en un artículo recogido por El Masón Aprendiz[2].
En este sentido, en 1832 surgió allí la Unión Popular Alemana. Sus integrantes eran artesanos del ramo de la zapatería. Su labor se centró en la publicación y distribución de folletos en alemán para poder distribuirlos en los estados alemanes occidentales.
En 1834 nació la Liga de los Proscritos compuesta por trabajadores y artesanos alemanes. La Liga tomó muchos aspectos organizativos de las sociedades secretas dado su carácter clandestino y conspirativo, especialmente de los carbonarios, tan activos en la Italia del momento con ramificaciones en Francia y España. La forma de actuar de los carbonarios podía aportar muchas enseñanzas para eludir la acción de las policías alemana y francesa.
Existe, por tanto, un cierto paralelismo en materia organizativa, dada la fuerza de los aparatos represivos, entre las organizaciones de tendencia liberal y nacionalista y las obreras, todas clandestinas, en la década de los treinta y parte de la de los cuarenta del siglo XIX.
Jakob Venedey, uno de los dirigentes de la Liga y director en sus inicios del periódico El Proscrito.Esta nueva organización publicó una revista mensual, “El Proscrito”, que comenzó a ser dirigida por un periodista republicano, que había sido profesor de la Universidad de Heidelberg, llamado Jakob Venedey. Pero al ser expulsado de París por las autoridades fue sustituido por Éduard Rauch, un tipógrafo alsaciano, aunque Venedey no tardaría en regresar.
Eso ocurría en 1835. Pero el alma de la publicación era, sin lugar a dudas, Theodor Schuster, antiguo profesor en Gotinga, quien se dedicó a difundir las ideas del socialismo utópico francés y las de tipo económico de Sismondi. Schuster defendió la creación de unos talleres nacionales para combatir la desigualdad generada en las fábricas, y a la que se veían abocados los artesanos de los gremios y talleres que se estaban aboliendo en Europa con el triunfo de las ideas librecambistas.
Es interesante comprobar el hecho de que Schuster era consciente de que el progreso del pueblo pasaba por acabar con los monarcas, con la monarquía, algo común a las oleadas revolucionarias liberales de esta época, pero con un trasfondo social que no tenían las revoluciones liberales, ya que sostenía que la monarquía realmente estaba formada por los privilegios, siendo el principal de todos ellos, la riqueza, alejándose, claramente, del espíritu liberal-burgués, que atacaba los privilegios legales pero no pretendía ninguna deriva igualitaria en lo económico.
La Liga de los Proscritos elaboró unos Estatutos. Interesa el segundo porque definía el objetivo de la organización, que no era otro que la afirmación y mantenimiento de la igualdad social y política y de la libertad.
En 1834 se publicó una hoja con el título de Profesión de un proscrito, en el que se exigía el establecimiento de una república democrática que garantizara las libertades y basada en los principios de la igualdad. Así pues, la Liga de los Proscritos defendía tanto la igualdad como la libertad, como pilares del Estado, de la estructura política.
En 1836 surgió la Liga de los Justos por iniciativa del exiliado alemán Karl Schapper, quien había tenido que salir de Suiza por sus actividades revolucionarias, y del sastre Georg Weissenbach. Era una escisión del ala más democrática, cuyos miembros eran contrarios a lo que consideraban el autoritarismo de los proscritos, además de incidir más en lo social que lo político.
En este sentido, es significativo lo que escribía Engels en su Contribución a la Historia de la Liga de los Comunistas (1885), al afirmar que la Liga de los Justos nació gracias a los elementos más radicales de la Liga de los Proscritos, quedando en ésta los “elementos más retardatarios”, como calificó al propio Venedey. Por fin, también nos cuenta el fin de los Proscritos, fruto de una mezcla de la persecución policial y de la propia disolución interna, hacia el año 1840.
- Eduardo Montagut es historiador y miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica desde el año 2013.
- El Masón Aprendiz