La marina australiana rechaza refugiados y solicitantes de asilo

La imagen, difundida el 22 de enero de 2014 en un vídeo por el canal australiano de información continua ABC News (Australian Broadcastin Corporation), es impactante.

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Son unas manos quemadas, hinchadas. Son las de unos refugiados procedentes de Africa y llegados en barco a las costas australianas, que acusan al ejército del país de violencia, según informa el periodista Emilie Lopes en el digital francés Rue 89.

Denuncian que, una vez que les negaron la posibilidad de solicitar asilo, les obligaron a colocar las manos sobre los tubos ardientes de los motores del barco que les llevaba a Indonesia.

El vídeo de ABC News ha levantado una oleada de indignación en aquella zona del planeta y saca a la luz antiguas actuaciones, violentas, racistas y xenófobas del ejército australiano. Tan cerca como una semana antes, unos solicitantes de asilo contaron al diario inglés The Guardian que unos soldados de marina dispararon al aire para asustarles. Como de costumbre, el ministro australiano de Inmigración, Scott Morrison, acusa a su vez a los refugiados: “los barqueros y sus clientes están interesados en desacreditar nuestra política de protección de fronteras con el objetivo de minar la confianza que los australianos tienen en su gobierno”.

El reportaje de Rue 89 cuenta que el primer ministro Tony Abbott, vencedor en las últimas legislativas con el lema de campaña “Stop the boats” (Stop a los barcos), ha emprendido la operación “Fronteras soberanas”, al mando de la cual se encuentra el adjunto al comandante en jefe del ejército, para impedir que ningún solicitante de asilo pueda llegar a territorio australiano. El propio Abbott ha llegado a comparar su empeño en detener a los ocupantes de los barcos, del que se siente muy orgulloso, con una situación de guerra. Porque las medidas no acaban impidiendo que los refugiados pongan un pie en suelo australiano. Si durante el intento les detiene la marina, los reenvía inmediatamente a la isla de Manus, en Papúa Nueva Guinea, o a Indonesia.

Nadie –dice el periodista- sabe exactamente qué está ocurriendo actualmente en aguas australianas porque el gobierno ha decidido considerar la operación como “secreto de defensa”, y las autoridades llevan semanas sin responder a las preguntas de los periodistas sobre el asunto. “El gobierno laborista comenzó en julio a rechazar los barcos de refugiados, pero ahora el trato que se está dando a los solicitantes de asilo está adquiriendo nuevos aspectos”, ha declarado Ian Rintoul, portavoz de Refugee Action Coalition, asociación australiana de ayuda a los refugiados.

Por su parte, Victoria Martin, de la asociación Refugee Rights Action Network, resume: “No puedo decir lo que hace exactamente la marina, nadie lo sabe. Los solicitantes de asilo dicen que intercepta sus barcos, los remolca a aguas indonesias y dispara al aire para que no les queden ganas de volver. Por su parte, la marina dice que cumple la ley y no comete abusos. Y el gobierno no dice nada. ¿Alguien sabe la verdad?”.

Si se sabe en cambio que, en plena polémica, en diciembre de 2013 el gobierno australiano exoneró a los miembros de la marina que participan en «Operación fronteras soberanas» de la obligación de cuidar la seguridad de los solicitantes de asilo ; lo que, en claro, significa que les proporciona protección jurídica contra «sanciones penales individuales». Y, más claro todavía, que no serán responsables si hieren o matan a alguno en el ejercicio de sus funciones.

«Todo este asunto –recalca Ian Rintoul- lo que demuestra son las consecuencias inevitables de los peligros inherentes al uso de la fuerza militar contra los civiles, y más aun cuando esos civiles son indefensos solicitantes de asilo. Es una actitud que choca de frente con las reglas del derecho internacional y que, en cualquier otro país, sería un escándalo. Pero está ocurriendo en Australia, lejos de todos y en medio de la indiferencia general. Es algo obsceno, chocante e inconcebible. Si, como dice Abbott, su gobierno está en guerra con los barqueros que traen a los refugiados, cuando en una guerra se toma como objetivo a los civiles se comete un crimen de guerra”.

Varios informes de Amnistía Internacional –el último de agosto de 2013– han denunciado la política del gobierno australiano en materia de ayuda a los refugiados: “Hay que terminar con esa política que consiste en expulsar a los solicitantes de asilo hacia otros lugares situados en el extranjero. Muchos de ellos llegan después de haber sufrido terriblemente en sus países de origen.- escribía la organización humanitaria en diciembre de ese año- la política australiana es cruelmente irónica, porque reconoce hasta qué punto es peligrosa la situación en países como Siria p Myanmar. Saben que esas personas han arriesgado su vida para escapar y sin embargo les detiene y les priva de sus derechos de solicitantes de asilo”. Algo que confirma también el último informe de Human Rights Watch, que además se explaya denunciado los malos tratos que reciben los solicitantes de asilo.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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