En la orilla: Chirbes lo tenía claro

El hombre es lo peor de la creación, un experimento fallido, tal es la premisa de la que parte En la orilla, obra de teatro basada en la novela homónima con la que Rafael Chirbes (Tabernes de Valldigna 1949-2015) ganó el Premio Nacional de Narrativa en 2014, también el de la Crítica.

en-la-orilla-cartel En la orilla: Chirbes lo tenía claro«No hay riqueza inocente», dijo su autor, pero la pobreza tampoco lo es en absoluto, y en la obra, los pobres se dejan querer mientras puedan sacar algo de los ricos, a los que consideran medio idiotas, pero en cuanto se les tuerce el designio (negocio), ahí te pudras y se comprende: que ellos van a lo que van, y a lo que van les queda tan lejos (hacerse con los mandos de un mundo de explotación ciega y sorda), se ve que por el camino han perdido hasta las formas edulcoradas que en ellos despierta la visión del bienaventurado dinero. Quedan retazos de poesía, aunque sea falsa y altisonante, luego desmentida por las formas y mezclada con tacos de raigambre hispana, los juramentos más feroces que dicta el afán de una revancha que no llega: «Me cagoen… (lo más sagrado)» y que dejan al público como anonadado y con el alma desierta a lo que llegue.

Luego está el guerracivilismo que -según la función- sigue vivo entre nosotros como un cáncer que sólo esperaba la crisis para salir, como si ésta, con la renovada lucha de clases, reavivara unas cenizas y unos exabruptos cainitas que ya creíamos superados. ¿Esto es alarmismo o vacuna? ¿Será así de negativa la novela? Habrá que leerla. Sé que Chirbes fue un descubrimiento de Carmen Marín Gaite, y a la vista está que la función hipnotiza aunque peque a veces de altisonante y chillona.

Recuerda mucho a Nada que perder, que triunfó tres temporadas en La Cuarta Pared, y a la vista está, también promete. Aquí no hay piedad, ni salida, ni pensiones para los viejos y, entre el público entregado, no se mueve ni un rosario, pero repito: ¿De verdad no hay salvación? Supongo que el teatro tiene que exponenciar y mirar hacia el futuro incierto de las cifras imposibles que, desde hace tiempo, oímos decir que no cuadran.

En la orilla, se habla de todo: los ricos, a lo de siempre: cazan para desestresarse, hablan de implantes dentales mientras saborean showcookings, asisten a catas de vino; los pobres se conforman con pescar a río revuelto, sin catas ni añadas de que presumir, pero no se salva ni el caballo del bueno. Hablan de la crisis, y en ella, los pobres viejos sin dignidad ni pensiones se llevan la peor parte. En este sentido la obra también puede ser, a la vez que profética, reaccionaria: «no sabemos lo que tenemos».

Lo que sí puedo afirmar es que es un texto trepidante con siete actuaciones gloriosas que se lanzan a la cara de los invitados de postín (¿Habrá captado alguno la indirecta?) porque «hay que comer a diario y eso sólo lo aprendes cuando eres pobre.»

  • Reparto (por orden alfabético) Sonia Almarcha, Marcial Álvarez, Rafael Calatayud, Adolfo Fernández, César Sarachu, Ángel Solo, Yoima Valdés.
  • Equipo artístico: Rafael Chirbes (Texto), Adolfo Fernández y Ángel Solo (Adaptación), Adolfo Fernández (Dirección), Emilio Valenzuela (Escenografía), Pedro Yagüe (Iluminación), Miguel Gil Ruiz (Música y sonido), Blanca Añón (Vestuario), Sergio Parra (Fotos)
  • Coproducción Centro Dramático Nacional, K Producciones, La Pavana/Diputación de Valencia y Emilia Yagüe Producciones
  • Fecha de la función comentada: 30 de abril de 2016
  • Sala Francisco Nieva (Teatro Valle-Inclán)
  • Duración: 1 hora y 35 minutos (aprox.)
Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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