La profesora de parvulario (Haganenet / The Kindergarten Teacher), del director israelí Nadav Lapid, cuenta una historia que se puede calificar de extraordinaria dentro de la «normalidad» en que transcurre.
Estamos ante una película insólita que ha abierto un debate sobre las fronteras éticas de la creación artística. Todo transcurre en Israel en una sociedad urbanita y avanzada en que cada cosa está en su sitio, como en el cuento: el papá, separado y rico, trabajando; el niño en la guardería, bien cuidado y custodiado por una profesora, ejemplar.
De ahí que llame la atención un suceso tan extraordinario dentro de tanta normalidad: porque no es normal este comportamiento en una profesora de parvulario para con uno de sus pequeños y privilegiados alumnos que ella guarda y tutela con tanto amor; no es normal esta historia extraordinaria narrada con tal economía de medios, con tal ausencia de altisonancias en medio de unas vidas tan aparentemente anodinas. Ahora bien, ocurre, de ahí que bien se la podría llamar un thriller silencioso.
Y es que su silencio te envuelve y te subyuga hasta atraparte en ella con apenas los monosílabos y gestos justos, pero de acciones tan, tan intensas, que muy pocos no comprenderán. El leit motiv es la poesía: sólo aquel que haya tratado con niños, pedagogo o no, puede llegar a comprender cuán fácil es pasarse de rosca cuando se está rodeado de vidas tan tiernas. En el descubrimiento de sus capacidades, por ellos ignoradas, el descubridor puede perder completamente la cabeza, írsele creyendo que aquello le pertenece. Quiere preservar la joya, aislarla y protegerla de toda manipulación, lo que es tanto como apoderarse de ella.
El argumento es el que sigue: Yoav, con sólo cinco años, es un genio de la poesía. Nira, su maestra del jardín de infancia, queda asombrada por el talento del niño, pero también asiste a un entorno familiar que no es el mejor para que Yoav desarrolle su creatividad. Nira acaba fijándose como objetivo sacar al niño de ese entorno para no privar a la humanidad de su arte.
Decía Ana María matute que el niño no es un hombre en potencia sino al reves, es un ser en plenitud cuyas cualidades se van perdiendo a medida que crece. Y Picasso: de niño quise pintar como los grandes, ahora, de viejo, pinto por fin como un niño.
Todo en la vida privada de esta profesora transcurre en la normalidad (hogar, marido currante, hijos en el ejército, todo en orden), con la única veleidad de dedicarse a la poesía. En sus reuniones con poetas conoce a otro que le pregunta: «¿tu marido es rico?» Para concluir: «Mi mujer sí lo es, y así yo me dedico a la poesía.» Esto habla de una sociedad burguesa y acomodada en una ciudad israelí donde la seguridad prima por encima de todo, por encima del amor también, y donde por ello es de todo punto incomprensible el comportamiento de la profesora.
El ritmo de «La profesora de parvulario» es en cascada: de manantial profundo y sereno a torbellino y marea para proteger su descubrimiento.
Así es este thriller silencioso, esta película de culto que nos envuelve y arrastra hacia un final más que inesperado. Una película sorprendente que ganó el Giraldillo de Plata a la Mejor Película en la pasada edición del SEFF-Sevilla Festival de Cine Europeo, considerada de culto en Francia desde su proyección en la Semana de la Crítica del Festival de Cine de Cannes.
El cineasta israelí Nadav Lapid, con un estilo sorprendente, se ha encumbrado como uno de los directores israelíes más importantes del momento.