La Susana y los viejos de Rubens recupera colores y matices

Una donación de la Fundación Callia ha permitido emerger los colores originales del cuadro Susana y los viejos (Rubens c. 1610), así como los matices que habían quedado invisibles con el paso del tiempo en esta obra que pertenece al fondo de la Real academia de Bellas Artes de San Fernando.

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«Susana y los viejos, de Rubens, restaurada en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.

El cuadro, en efecto,  despliega ahora los rasgos más brillantes de la pintura de Rubens: su vitalidad desbordante, su expresión más que enérgica del movimiento, el más vibrante cromatismo y la mayor riqueza policroma; considerándose una pieza esencial dentro de la producción de Rubens.

La restauración de este óleo sobre tabla ha consistido en una minuciosa limpieza y en la reintegración de la capa pictórica, así como en la intervención del marco.

El montante de la intervención ha sido de diez mil euros, aportados íntegramente por Callia, y según las dos restauradoras que la llevaron a cabo, Silvia Viana y Judith Gasca, ambas premio nacional de restauración, en este tipo de obras se tiende especialmente a la consolidación, es decir, a librar a la obra de los estragos que el tiempo le haya infligido para que pueda ser expuesta y admirada de nuevo. Tal ha sido su máxima aspiración como restauradoras.

Susana y los viejos en la colección de la Academia

Susana y los viejos es una de las primeras piezas que formaron parte de la colección de la Academia, y fue adquirida por orden de Carlos III en 1778 con la finalidad de influir en la formación de los jóvenes artistas.

Antes de convertirse en museo, la Academia era un espacio pedagógico en el que las obras de los profesores y los cuadros del pasado servían de modelos y ejemplos para sus discípulos. Durante la época de la Ilustración fue la encargada de tutelar el «buen gusto”.

En la actualidad, la institución es la segunda pinacoteca del país, en cuanto a la importancia de su colección de arte antiguo, por detrás del Museo del Prado. Cuenta con trece pinturas de Goya, y con obras maestras de Arcimboldo, Zurbarán, Ribera, Cano, El Greco, Vicente López, Madrazo, Sorolla, Vázquez Díaz, Juan Gris o Picasso. A esto se añade su rica colección de escultura, sus más de 15 000 dibujos y un número superior a las 8200 planchas de la Calcografía Nacional.

Susana y los viejos

Peter Paul Rubens (Siegen, Alemania, 1577 – Amberes, Bélgica, 1640) pintó este cuadro en su etapa italiana, antes de cumplir treinta años de edad. A pesar de su juventud, ya era un artista poderoso en su condición de pintor del duque de Mantua, y su obra era reproducida y grabada por toda Europa hasta el punto de alcanzar una amplia difusión por el continente.

La historia de Susana y de sus calumniadores está inspirada en el capítulo XIII del libro del profeta Daniel. Ella, joven virtuosa, es objeto de las insidias de dos miembros del Consejo de Venecia, siendo acusada de adulterio. Se trata de un tema recurrente en la época: Guercino y Tintoretto lo representaron mostrando a Susana de espaldas, y Artemisia Gentileschi reprodujo a Susana de frente, pero siempre antes del acoso de los ancianos. Rubens, pintor del movimiento y la vitalidad, escogió el instante del hostigamiento, presentando una nueva forma de exponer la escena.

Susana y los viejos es una de las diez obras más relevantes de la colección de la Academia, institución estatal que, a pesar de la falta de mecenazgo en España, sigue adquiriendo obras importantes. La más recientemente adquirida es el Retrato del platero Antonio Martinez, de Francisco Bayeu, que ya se puede contemplar en su Museo.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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