Décimo séptimo día del tercer mes de 2024. Aún hoy la imagen más lejana de la Tierra desde el espacio fue la que tomó la sonda Voyager 1, en febrero de 1990 y a seis mil millones de kilometros, en una franja de color ligeramente marrón aparecía un punto azul pálido (para disfrutar de verdad, Pale Blue Dot, de Carl Sagan), la sonda sigue su camino y ahora se encuentra a más de veinticuatro mil millones de kilómetros, en un viaje sorprendente teniendo en cuenta que no pensaban que resistiese más cinco o seis años.
La imagen, para que se hagan una idea cabal, es como si en un atardecer, por la ventana, entrasen unos rayos de sol y a contraluz viésemos unas motas de polvo, una de esas motas sería la Tierra. Ese es nuestro hogar, ahí cabe toda la humanidad con sus grandezas y sus miserias, todo el arte y toda la destrucción.
Me venía esta imagen a la cabeza después de la semana que hemos pasado con tanta bronca política, tanta amnistía, tanto presupuesto, tanta corrupción y tanto cinismo. Acábamos con una sensación de desasosiego e impotencia. Me daban ganas de escribir y no dejar títere con cabeza, ni siquiera la mía. Pero en seguida caía en la cuenta de que son nuestras broncas cotidianas que nos tienen sin aliento por el ruido mediático y político. Que en realidad, más allá de la capital o de nuestras propias fronteras, no interesan a nadie y son cuestiones menores desde el punto de vista internacional.
Sin embargo, si ponemos el foco en lo internacional también nos puede entrar la desazón. Los frentes son muchos e inmediatos, las guerras de Gaza, Ucrania, Congo, Somalia o Sudán, las tensiones entre India, Pakistán y China (ver artículo de Paco Audije en este medio del día 12 de este mes). Portadas de periódicos europeos alarmando con que Europa se está preparando para la guerra no hacen sino incrementar la angustia.
El auge de los regímenes totalitarios en todo el mundo con el beneplácito de sus poblaciones deja poco lugar a la esperanza. Algo se debe estar haciendo muy mal en los países democráticos para que, aprovechando las urnas, se estén dando estos virajes.
Ante tanta alarma y tanta crisis parece que, quizás, la más importante, la emergencia climática, el calentamiento global, el desastre ecológico esté pasando a un segundo o tercer plano, pero de seguir así llegará un momento en que todo lo demás no importará porque será la existencia misma de la especie humana la que estará en riesgo de desparecer.
Este planeta y la vida que alberga es algo extraordinario, es un universo en una mota de polvo estelar. Cuando ves esa fotografía de la Tierra todos los problemas anteriores parecen menores, aunque, no lo sean, pero no sabemos o no queremos gestionarlos. Tampoco hemos aprendido a cuidar nuestra casa, a cuidarnos como especie, y con ello a las demás especies que conviven con la nuestra. Eso que hace especial ese punto azul pálido, puede desaparecer sin dejar el menor rastro por nuestras propias actuaciones y decisiones.
De nuevo una estupenda y acertada anotación en el «Cuaderno de Bitácora».
Gracias D. Luis.