Antes que nada, una aclaración: la frase la barca está llena fue acuñada a finales de los años treinta del siglo pasado por las autoridades helvéticas, empeñadas en frenar el flujo de refugiados procedentes de la Europa ocupada por los nazis. En realidad, la barca aún no estaba llena, pero los gobernantes suizos estaban obsesionados con las posibles represalias por parte de la Alemania hitleriana.
Habrá que esperar; la barca está llena. Esta es, aparentemente, la conclusión a la que llegaron recientemente los consejeros diplomáticos de la Unión Europea encargados de evaluar la viabilidad de nuevas adhesiones al club de Bruselas.
La decisión, que tendría que adoptarse el próximo día 6 de octubre, se fundamenta en los errores cometidos por la UE a la hora de dar luz verde al ingreso de los primeros candidatos balcánicos –Bulgaria y Rumanía– haciendo caso omiso de sus frágiles indicadores económicos, incompatibles con los hasta entonces rígidos baremos de Bruselas, los altísimos niveles de corrupción, la galopante e incontrolable emigración clandestina. Pero de ahí a afirmar que la avalancha de inmigrantes balcánicos hacia las islas británicas generó el malestar que acabó desembocando en el Brexit hay un verdadero abismo.
De hecho, los ingleses aprovecharon la adhesión de Rumanía y Bulgaria para afianzar su posición económica en ambos países. Los bancos, empresas químicas, compañías de telecomunicaciones se apresuraron a conquistar terreno en los nuevos mercados. La apresurada adhesión de Bucarest y Sofía ofrecía ciertas ventajas: sueldos realmente irrisorios y mano de obra altamente cualificada. Nada que ver con la imagen de seres incivilizados acuñada por los partidarios del Brexit.
La semana próxima, Bruselas informará a los actuales candidatos al ingreso en la Unión -Serbia, Kosovo, Bosnia Herzegovina, Montenegro, Albania y Macedonia Norte- que la barca está llena o, si se prefiere, es un mal momento para la estrategia de la UE proceder a nuevas incorporaciones.
Y ello, por varias razones. En primer lugar, la económica. Tres países ricos de la Unión –Dinamarca, Francia y los Países Bajos- no son muy proclives a aceptar una ampliación, sobre todo teniendo en cuenta que los candidatos son, en su mayoría, pobres y conflictivos.
Serbia y Kosovo, territorio secesionista, no han enterrado su hacha de guerra; Bulgaria sigue considerando que Macedonia, a la que la unen lazos lingüísticos y culturales, debería integrarse en el viejo Imperio Búlgaro; Albania, que apoya al Gobierno kosovar, apenas ha participado en las consultas con la UE.
Demasiados quebraderos de cabeza para Bruselas y… una excelente oportunidad para sus grandes rivales, Rusia y China, de introducirse en la región mediante la firma de acuerdos de cooperación políticos, económicos y de seguridad.
En 2007, cuando Bruselas dio luz verde a la integración de Rumanía y Bulgaria, los eurócratas se encontraron con la desagradable sorpresa de comprobar que Norteamérica se había apresurado en ocupar, merced a los contratos de la OTAN, los espacios estratégicos. En aquel entonces, la barca de Bruselas aún no estaba llena. Pero la velocidad de crucero de los europeos resultó ser inadecuada…