Niloofar Hamedi, Elaheh Mohammadi y Narges Mohammadi, periodistas iraníes que se encuentran encarceladas en Teherán, fueron galardonadas este 3 de abril 2023 con el Premio Mundial de la Libertad de Prensa con el que la agencia de la ONU para la Cultura y la Educación (Unesco), celebra cada 3 de mayo el Día Internacional de la Libertad de Prensa.
Con este premio el jurado ha querido rendir homenaje «a la valiente labor de las periodistas iraníes, cuyos reportajes condujeron a una revolución histórica liderada por mujeres».
«Han pagado –ha dicho Zainab Salbi, la presidenta del jurado- un alto precio por su compromiso de informar y transmitir la verdad. Hasta que sean libres y se encuentren a salvo, tenemos la responsabilidad de rendirles homenaje y garantizar que sus voces sigan resonando en todo el mundo».
Recordemos que el movimiento iraní de oposición al régimen fundamentalista de los ayatolás comenzó el pasado 16 de septiembre de 2022 tras el asesinato de la joven estudiante de veintidós años Masha Amini, tras ser detenida por la «policía de la moral» por llevar mal puesto el velo, obligatorio en todo el país desde el regreso de los ayatolás al poder, como consecuencia de las torturas que sufrió durante los tres días que permaneció detenida en una comisaría de la capital.
Desde entonces, Masha Amini se ha convertido en el símbolo feminista del país y en la abanderada de una lucha que se mantiene desde hace meses, y que se manifiesta con mujeres que se fotografían sin velo y cuelgan sus imágenes en las redes sociales, o se cortan los cabellos en público, desafiando a los poderosos religiosos que gobiernan Irán, limitan el acceso a la educación de niñas y mujeres, les obligan a estar «custodiadas» por un hombre, y están devolviendo el país a la Edad Media.
Masha Amini, perteneciente a la etnia kurda, salía de una estación de metro en Teherán cuando fue detenida por unos miembros de Gasht-e Ershad, la «policía moral», por no llevar el velo «como marca la ley» y por no ir vestida «con prendas holgadas que cubrieran sus brazos y piernas».
Según la versión facilitada por la familia de la joven, fue golpeada en repetidas ocasiones con una porra y empujada contra uno de los vehículos policiales; una versión que después corroboraron organismos de defensa de los derechos humanos certificando que su muerte se debió a «un paro cardiorrespiratorio inesperado», causado por la brutalidad de los policía encargados de su custodia en la comisaría.