El mundo, desarrollo de las televisiones, los móviles y las tabletas, se ha convertido, cuanto se hace y se dice, en un espectáculo: lo importante es salir en esos medios, ser entrevistado en ellos.. Estos últimos días hemos tenido dos ejemplos: la importante huelga de las mujeres en toda España y el rapto y asesinato de un niño en Almería. Éste último eclipsó los telediarios y las emisiones informativas durante doce días, como si hubiese sido una catástrofe universal.
Las trascendentales concentraciones de las mujeres sirvió para que todos los políticos, dirigentes sindicales se agruparan en torno a ellas para ocupar el mayor tiempo posible en los medios. La lucha de las mujeres por su dignidad, equiparación salarial y vital, ha sido, a lo largo de los últimos siglos, fundamental. Y debería seguir siéndolo, no un día, sino todos los días del año. Pero no para rellenar el contenido informativo durante 24 horas. sino para con la reflexión, el pensamiento, las acciones, y sus propias organizaciones, la impusieran con distintos métodos no «controladas» y menos «aceptadas y encauzadas» por la burocracia democrática.
Lo del niño es otra trágica historia. Un caso individual que anula informaciones sobre los millones de niños esclavizados, asesinados, hambrientos, víctimas de las guerras imperialistas, las masacres humanas y sobre todo la globalización y el mercado que dirigen la política y destruyen a las sociedades, los derechos humanos y la justicia social.
Volvemos a las mujeres. ¿Quiénes son los culpables de su estatus social? Fundamentalmente las religiones y la educación. Son los mayores enemigos de las mujeres, quienes han buscado y persiguen todavía su supeditación al orden impuesto por Dios en el mundo para la supremacía del hombre, los descendientes de Adán, Moisés, Jesús y Mahoma, y que alumbran las dos principales religiones del mundo, la cristiana y la mahometana.
Mientras no se combatan las religiones, no se transforme la educación y el papel que se hace desarrollar y muchas aceptan en todos los espectáculos, políticos, deportivos, cinematográficos, culturales, difícilmente bastará la importante manifestación de un día, frente a los 364 restantes del año.
En el libro escrito con Olga Lucas, José Luis Sampedro dice:
No interesa que sepamos, que seamos seres humanos en toda nuestra integridad, desarrollando todas nuestras facultades. ¡Si a lo largo de la historia no se ha enseñado a leer a las mujeres!
Ellas, con sus luchas, consiguieron avanzar, pero no en todos los países. Y en donde ya son libres, se supeditan en muchos casos a las modas, las alfombras rojas, la importancia del cuerpo sobre la mente. No hablemos de la otra civilización, que recuerda nuestras épocas medievales.
Y el niño. No hagamos una excepción de su rechazable asesinato. Y sobre todo no envolvamos, con actos religiosos y políticos, convertidos en espectáculos televisivos y no en la necesidad de cambiar las estructuras de la sociedad y no poner el acento en las cadenas perpetuas. Ver a determinados ministros, curas, autoridades, escuchar los mensajes de cuantos lloran por la muerte del desgraciado niño -tal vez ocasión para hablar de racismo y xenofobia- nos muestra la hipocresía, el teatro de la vida religiosa y civil y la maldad de quienes al tiempo mantienen una sociedad cada vez más enferma y esclavizada y nos retrotrae a los crímenes religiosos de la Inquisición y las congregaciones y aplausos en las plazas públicas del pueblo cuando quemaban a seres humanos. Las conciencias reaccionarias y criminales se unen en el espectáculo público mientras la libertad, la igualdad, el pensamiento, cada vez permanecen más agostados.