Las armas químicas de Siria y los motivos para la guerra

Laura Fernández Palomo

Han vuelto las ráfagas que cortan el silencio de la noche en Jordania, el relámpago de los aviones de combate, las maniobras aéreas. No es una novedad. Los países de Oriente Medio están preparados para la guerra así que son frecuentes los ejercicios militares. En mayo del año pasado, el sonido sordo de los aviones retumbaba durante la noche y el día y los vuelos rasantes conseguían zarandear los cristales de la ventana. Más tarde, se supo que Jordania acogía «León Ansioso 2012″, unas maniobras en las que participaron 12.000 soldados de 17 países; “las mayores realizadas en la región en los últimos diez años”, declaró entonces en Amán Ken Tovo, jefe de las Fuerzas de Operaciones Especiales de EEUU. El anuncio hizo inevitable que se relacionara con una inminente intervención en Siria, aunque era una opción descartada por la comunidad internacional. «Estos ejercicios no están relacionados con Siria, cuya soberanía respetamos», declaró el teniente general Auni Aduan.

Un año después, los vuelos nocturnos coinciden con el envío de 200 soldados estadounidenses, en lo que será un refuerzo progresivo de su presencia en el país, junto a la frontera con Siria; y con una concatenación de movimientos en la región, que tuvo ayer un avance significativo. Israel asegura que puede demostrar que el régimen sirio utilizó armas químicas contra los rebeldes. Le acusa de haber cruzado la “línea roja”, como fue denominado por Estados Unidos, el motivo que abriría una vía para la intervención en Siria. Hasta aquí, tampoco sería novedoso. Las declaraciones tremendistas y los términos belicosos en esta zona del mundo son constantes y estratégicos. Lanzar acusaciones como globos sonda para tantear la reacción del resto de actores regionales e internacionales; medir la connivencia de la población ante una nueva guerra o simplemente amasar la justificación ante una futura acción militar. Porque, al final, lo que tampoco es novedoso en esta zona del mundo es una nueva guerra. La pregunta es ¿cuándo?

En esta dialéctica beligerante de la región, la fijación de Israel con Irán produce, al menos una vez al año, una declaración de advertencia. Las posibilidades de un ataque son realistas, pero solo dependiendo de la época, son probables. El pasado verano, se vivió uno de los mayores picos de tensión por el que se daba por hecho un ataque antes de las elecciones israelíes convocadas para el mes en enero de 2013. La alerta saltó con los informes de la Inteligencia israelí que aseguraban que Irán estaba a punto de alcanzar la capacidad para construir un arma nuclear. Incluso el grupo de información empresarial israelí BDI Coface había medido los costes de la guerra: 500 muertos israelís y 42 billones de dólares.  Solo faltaba el apoyo de Estados Unidos, que no llegó.

Pero también la dialéctica sufre de credibilidad. El uso de armas químicas en Siria es una línea roja traspasada, según los activistas, desde hace meses. Solo el ataque del pasado mes de marzo en Alepo, en el que murieron 15 personas, y el régimen sirio y rebeldes se acusaron mutuamente, provocó que la ONU pidiera una investigación. Aun así Estados Unidos se mostró comedido e insistió en que no tenían evidencias. Pero las palabras de estos días siguen a una semana de hechos. Jordania ha autorizado el paso de drones israelíes por su espacio aéreo para incursiones en Siria y, según el periódico “Asharq Al-Awsat”, EEUU ha aprobado la instalación de baterías antiaéreas Patriot que Jordania solicitó durante la visita de presidente Obama el pasado mes de marzo.

Por tanto, las declaraciones de Israel cobran otra dimensión aunque la intervención en Siria siga topándose con la misma resistencia que al principio. Saber que una acción militar arrastraría al resto de actores regionales, incluido a Irán, incondicional aliado de Damasco, y a un enfrentamiento a varias bandas que, como ya ha advertido el presidente sirio, Bachir Al Asad, incendiaría toda la región. El secretario general de la ONU, Ban ki Mor, coincide también en que agravaría la situación.

Los muertos nunca fueron parte de esa línea roja, pese a que una media de 100 personas pierden la vida a diario en Siria – 500, según los activistas murieron en una ofensiva del régimen de esta semana contra un suburbio de Damasco. La cifra de víctimas sobrepasa las 70.000, según Naciones Unidas. Pero es la extensión del conflicto a Líbano, su implicación directa con milicianos de Hezbollá luchando ya dentro del país, y las repercusiones securitarias y económicas en los países limítrofes, lo que podría cambiar la estrategia. El reino Hachemita ya está dando pasos de distanciamiento hacia su vecino, permitiendo además que el país sea un eje de operaciones, para una posible intervención; opción que todavía tiene resistencias, pero ante la que están tomando posiciones. La decisión final, más allá de las armas químicas, responderá a otros informen donde los beneficios de las potencias sean mayores que los costes para unas poblaciones hastiadas de juegos políticos y guerras…

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