Estoy en la sala Cuarta Pared, en una función de Laví e bel. Empecé a enterarme de algo cuando oí nombres tales como “el piélago, el Hades. A mí me va la tragedia”. “Y a mí también”, me apunté sin pensarlo. Por ahí seguí escuchando hasta que me identifiqué de lleno y mi atención se conectó por fin.
Hasta entonces, una música clásica al piano en directo me envuelve como una seda en los grandes temas que han marcado la historia -y la tragedia- de Europa, las guerras mundiales; y la belleza de la música que no sólo no las paró sino que les sirvió de fondo y que ahora en la paz vende sopas y lavadoras. El adagio de Albinoni es fúnebre, como hecho para acompañar duelos y quebrantos, que de éstos y aquéllos, reales o metafóricos, vamos bien servidos ahora como antes. Poco hecho o muy hecho, el adagio, según se quiera y la categoría del funeral.
Después capto una alusión directa a la actualidad griega, la de las últimas elecciones y su plante ante la vieja Europa (no tan vieja como ellos, su Hades, su Piélago), su desafío en tablas como un juego risueño (sólo si acaba bien), aquellos dioses olímpicos de rodillas ante el euro. Y una nave a la deriva que no es la de Ulyses pero tampoco la de la Grecia actual, o eso espero. Es un cabaret flotante, un escenario que va de guerra en guerra, de tragedia en tragedia.
Hay que buscar refugio contra la tempestad y este cabaret ambulante parece estar dispuesto a descifrar las metáforas que nos han traído hasta aquí. Sus tres protagonistas parecen haber sobrevivido a muchas catástrofes (palabra que viene del griego) y haberse reciclado abundantemente, por eso dominan el disfraz. ¿Adónde nos llevará esta nave con el timón desgobernado y los remos por peineta? La puesta del sol es tan bella como amenazadora.
No entiendo nada pero ya estoy a gusto, ahora me dejo llevar. Peor está el de al lado que se ahoga, pero de risa. Las músicas clásicas se han ido sucediendo y el del piano (el tercero en discordia y en concordia) deja su puesto al teclado y se va a meter en el armario, que es giratorio, con brillos y espejuelos. Tiene algo de máscara del impresionismo más alemán (Grosz) pero vemos que es inocente como un niño, sólo quiere jugar con los otros dos. La mujer, con acento porteño (creo, y espero no patinar) también se reivindica griega, no en vano han heredado –y hasta mejorado- la tragedia. Todos somos Eurípides en cuanto nos dejan abrir la boca, después nos la taparán para seguir adelante con la fiesta: Ifigenia en Áuride, vocifera su compañero nada sentimental, y el que está a mi lado se tira por el suelo de puro afogamiento y agarra la botella de agua (su piélago), yo me agarro a la mía y lo miro por si no tiene bastante.
Parece que ya amaina la tempestad y que el cabaret se mantiene a flote, no sé si llegamos a algún escollo, tal vez refugio. Hasta es posible que encuentre quien lo rescate si por fin encalla este escenario.
Todo es una incógnita brillante y dolorida. Artistas en tiempos de crisis con la sonrisa siempre rescatada, aunque sea de máscara griega pasada por el expresionismo alemán. Se masca la tragedia a mi lado, no sé si es el final.
La compañía Laví e Bel, tras 20 años de actividad ininterrumpida, vuelve a Cuarta Pared. Aquí fue donde presentó La barraca del Zurdo (diciembre 2012), espectáculo ganador de un Premio Max en 2012 (Mejor Dirección Musical) y dos más (Mejor Dirección Musical y Actor Revelación) en los Premios Teatro Musical 2012. Entre sus producciones anteriores, destacan Cabaret Caracol, que en 2000 pudo verse en esta misma sala, y Cabaret Líquido, que ganó el Premio Max 2009 en la categoría Mejor Espectáculo de Teatro Musical.
- Intérpretes: Larisa Ramos, Antonio Leiva, Walter Sábolo (pianista)
Escenografia y diseño gráfico: Carlos Monzón
Música: Emilio Goyanes y Walter Sabolo
Iluminación: Tom Donnelan
Técnico: Miguel Miñambres
Vestuario y maquillaje: Ri y Cia.
Fotos: James Garri
Producción: Emilio Goyanes
Género: teatro
Precio: 14€
Duración: 80min.
Espacio: Sala Cuarta Pared (Ercilla 21, Madrid)
Fechas: jueves a domingos 21 horas