El semanario satírico “Le Canard Enchainé” ha celebrado este 6 de julio de 2016 el centenario de su existencia, y un siglo después su certera sátira, su ejemplar libertad de expresión y su inquebrantable independencia no han perdido ni una sola pluma.
Para los puristas en el respeto de las conmemoraciones, hay que señalar que este periódico satírico apareció en los quioscos en Francia por vez primera el 10 de septiembre de 1915, pero su vuelo fue interrumpido por la censura al cabo de cinco semanas. Su renacimiento, esta vez perenne e ininterrumpido, se produjo un 5 de julio de 1916, fecha que ha sido elegida por su actual redacción para celebrar ese centenario.
Cabe subrayar que la censura y la autocensura en la profesión periodística se ejerce de forma mucho más sutil hoy que en el pasado, como lo analiza en sus páginas el Canard:
“…Anastasia, como se denominaba antaño a la censura desapareció oficialmente en 1919, pero resucitó en 1939 poco antes de la guerra, para morir después al fin de la segunda guerra mundial. Durante la guerra de Argelia, el gobierno no censuraba, sino que prohibía directamente y embargaba las publicaciones como el semanario l’Express o el libro de Henry Aleg “La question” sobre la tortura y la guerra de Argelia…”
“Hoy, mientras que muchos medios informativos están en manos de grupos financieros e industriales –escribe el Canard- la censura que prevalece es una censura político económica. La de los dueños de los periódicos, brazos armados designados por esos grupos en cuestión, pero también la censura de los anunciadores, ya que la prensa vive de la publicidad y no puede prescindir de ella”.
El Canard Enchainé, periódico satírico publicado cada miércoles, es pues un caso único, o una excepción que confirma la regla de la hoy deteriorada situación de la prensa francesa. Se trata del único periódico que no ha aumentado desde hace años su módico precio de 1,20 euros, y que vive gracias a sus lectores, venta directa y suscripciones, sin una gota de publicidad, en absoluta independencia de los grupos de prensa y otros poderes fácticos.
El titulo “Le Canard Enchainé” es una especie de homenaje o picotazo de este pato rebelde y subversivo al político radical socialista francés Georges Clemenceau, quien en septiembre de 1914, cambió el nombre de su periódico “El hombre libre” por el de “El hombre encadenado” para protestar contra la censura que le había incautado su publicación. Pero Clemenceau, una vez que llegó a ser Presidente del Consejo, no suprimió la censura, razón por la cual “Le Canard” decidió guardar el nombre de “El pato encadenado”.
Paradójicamente, esta satírica ave vuela en libertad a lo largo de un siglo, no obstante los múltiples procesos intentados para interrumpir su devenir, y se ha convertido con el paso de los años en una de esas fuentes fidedignas, que tanto utiliza la prensa seria y autorizada. Si lo publica el Canard, es signo generalmente de que la información es seria y verificada, una costumbre periodística hoy abandonada en tantas y tantas redacciones, malacostumbradas al pegar y copiar, en detrimento de la investigación y del reportaje.
El conjunto de la clase política sigue de cerca las revelaciones semanales y las irónicas informaciones del Canard, cuya veracidad nadie pone en duda, hasta tal punto que unos y otros sospechan mutuamente de un tercero como posible fuente de información del semanario, para desprestigiar o ridiculizar a un adversario. Sabido es que en lo que respecta a la verdadera información, las fuentes son escasas y los ecos múltiples, pero toda la profesión bebe aquí hasta la saciedad en esa fuente digna de fe que es “Le Canard Enchainé”.
Las conversaciones off the record, los dibujos satíricos sobre la inmediata actualidad, las indiscreciones o los temas que la prensa “bien educada” prefiere evitar, los comportamientos inmorales o ilegales de políticos y empresarios, son evocados en este semanario de forma sistemática, con humor y rigor periodístico indiscutibles, con una pluma acerada y diestra en el juego de palabras. En un cuaderno especial de doce páginas esta semana, publica el Canard un resumen de los numerosos escándalos revelados en sus páginas desde 1915 y anuncia ya la aparición para el mes de octubre de una obra más voluminosa, un libro de 650 paginas (Ediciones Seuil), para conmemorar como se debe este centenario, de su nacimiento y resurrección.
Desde que Anatole France dijera en 1917, mi “periódico preferido es el Canard Enchainé”, la pluma satírica del Canard ha desencadenado la ira de muchos poderosos y corruptos en este país. Revelador de numerosos escándalos, delitos y corrupciones varias a lo largo de todo un siglo, el tono libertario y pacifista del Canard persiste y firma.
Desde la revelación en 1919 de cómo el Estado Mayor militar evitó el bombardeo de una empresa francesa de altos hornos en Briey que trabajaba para los alemanes en la Lorena ocupada, hasta la reciente lista de los que en la Francia de 2016 intentan escapar al ISF, impuesto sobre las grandes fortunas, minimizando su verdadero patrimonio –entre ellos el ministro Emmanuel Macron y la millonaria Liliane Betancourt- la lista de “casos” revelados por el Canard es de una amplitud ejemplar.
El record de un primer ministro Chaban Delmas que no pagó impuestos durante cuatro años en 1972, la tortura practicada por Le Pen durante la guerra de Argelia en 1984, los diamantes de Bokassa regalados al presidente Valery Giscard d’Estaing en 1979, los lazos ocultos entre Giscard y el Opus Dei en 1980, el escándalo de la sangre contaminada por el virus del sida en 1989 durante los sucesivos gobiernos socialistas, las listas electorales falsificadas por el gaullista Jean Tiberi en el ayuntamiento de París en 1997, el uso y abuso por Jacques Chirac del dinero del contribuyente para sus recepciones oficiales y familiares siendo alcalde de París en 2002, o las grabaciones efectuadas por Patrick Bisson, consejero del presidente Nicolas Sarkozy, en 2014, son solo algunas de esas fechas que marcan las cacerolas que arrastran unos y otros en esta República Francesa, reveladas por este semanario satírico, que sigue respirando un aire de profunda libertad.
La existencia de este Pato Encadenado es un hermoso homenaje a la libertad de expresión en un estado de derecho, al periodismo de investigación frente a los censores y a la intolerancia. Una prueba evidente de que se puede y se debe reír de todo. Se puede y se debe informar de todo. Se puede y se debe investigar todo. Larga vida pues para “Le Canard Enchainé”.