“Acabó mal. Como todas las cosas buenas que valen la pena”
(Alessia en el último trance)
Esta es una película sorprendente. El protagonista es un superhéroe italiano, lo que ya es decir. Evidentemente no lleva antifaz ni capa voladora, es moreno y con bigote, y no es un héroe bueno. Es malo, malísimo, pero sus enemigos son aún peores porque pertenecen a la mafia. Es una película sorprendente que, en la distancia, compruebo que me ha gustado.
Ganadora de 7 premios Donatello (el equivalente italiano a los Goya españoles, y vencedora del Premio a la Mejor Película Sección Órbita en el pasado Festival Internacional de Cine de Sitges, “la película es una mezcla explosiva que rinde homenaje al cine de superhéroes, al cine de gansters y sobre todo a Go Nagai, el creador de Mazinger Z”, emblemático personaje que tuvo a una generación con la boca abierta.
La historia va de que, huyendo de sus perseguidores, un delincuente de poca monta y mucha fuerza bruta, que arranca cajeros automáticos con las manos para robar su contenido, cae al río (un río asqueroso, totalmente contaminado, ¿el Tiber?) y toca una sustancia radiactiva que le confiere poderes sobrehumanos. El delincuente se llama Enzo Ceccotti, un tipo solitario y misógino, que decide aprovechar al máximo sus nuevos poderes y conoce a Alessia, una joven bastante trastornada convencida de que él es Jegg Robot, el personaje de la conocida serie de animación japonesa creada por Go Nagai. Juntos se van a enfrenar a Zingaro, un mafioso exconcursante de reality’s show dispuesto a cualquier cosa para alcanzar fama y notoriedad.
El realizador Gabriele Mainetti, con una larga trayectoria en el corto, el documental y diferentes trabajos para televisión, se ha nutrido de tebeos y cine de género, como seguramente muchos de los espectadores de esta película, especialmente los italianos que saborearán también las melodías de los años 1980 introducidas en la película en los momentos “de respiro”. “Lleno de carne y sangre y con una Roma como protagonista absoluta, eterno testigo sarcástico de sus igualmente eternos problemas. Hay mucha más profundidad en esta película, con la coartada del ‘género’, que en tantos textos teóricamente sesudos”.
Jegg Robot crea un imaginario nuevo y verosímil en el que el ladronzuelo Enzo Ceccotti (Claudio Santamaría), no es más que un hombre de mala vida al que de pronto sonríe la fortuna, lo que crea un ambiente maravilloso (de maravilla) y casi irreal, en una ciudad tan carnal como es Roma, donde todo se puede tocar y todo tiene precio; todo menos la “dona”, la mujer, Alessia (Ilenia Pastorelli), bellísima, sensual y atormentada.
Una historia increíble que dura casi dos horas y que nos hace creer que también otro cine es posible.