El Teatro de la Zarzuela de Madrid presentó el lunes 18 de diciembre de 2017 al barítono Leo Nucci, un intérprete que es ya todo un referente y un verdadero mito del bel canto mundialmente admirado y seguido.
Se trataba de un concierto extraordinario, que se inserta dentro del XXIV Ciclo de Lied, y con el que Nucci, pasada ya la setentena, regresaba al teatro madrileño de La Zarzuela después de aquel otro concierto que, según sus devotos, fue una verdadera sensación hace ya cuatro temporadas. Cuentan las crónicas que en aquella ocasión dio nada menos que 45 minutos de propinas con el público completamente entregado.
Con tales antecedentes, era de temer que se lanzara por los mismos derroteros con igual entusiasmo. El público, en efecto, parecía esperarlo así, ya que aplaudía y aplaudía puesto en pie, y el cantante saludaba una y otra vez para a continuación, con un gesto, poner de acuerdo al pianista Vaughan para que de nuevo, como en una broma sin consecuencias, se sentara al piano y vamos a por la siguiente.
Pero en el concierto del lunes 18 fueron sólo cuatro las propinas, si bien lo fueron de envergadura. Tanto que para los que más se implican en el éxtasis del aplauso que provoca el bel canto, cundía el pánico de dejarse llevar por verdaderos arrebatos. No había en realidad ningún problema: como dijo más tarde el crítico Arturo Reverter, Nucci sabe modular muy bien la voz y controla muy bien el esfuerzo de proyectarla.
Según nota del Teatro de la Zarzuela, “Nucci aún está en condiciones de emitir con prestancia, frasear con sentido, expresar con pasión. Muy lírico en sus orígenes, aunque siempre dotado de un timbre brillante, comunicativo y de un reconocible metal, además de una considerable extensión. Nacido en una localidad vecina a Bolonia el 16 de abril de 1942, ha ido oscureciendo su color y ampliando su emisión –que realiza mediante curiosas muecas en busca de la más conveniente direccionalidad del aliento– hasta poder acometer los personajes más exigentes. Nucci aún puede dar lecciones a muchos barítonos más jóvenes de cómo ha de estudiarse y componerse un figura operística. Es sorprendente el mordiente que tiene todavía el artista boloñés en la zona aguda: el fa, el sol e incluso el la salen de su garganta a propulsión. Su canto, sincero y entregado, se nos ofrece a través de una actuación actoral de primera».
En cuanto a las cuatro propinas, éstas fueron ‘Per me giunto’ del Don Carlo de Verdi, uno de sus grandes y legendarios éxitos en Teatro alla Scala; ‘Cortigiani, vil razza’, de Rigoletto, también de Verdi (más de 42 años cantando el papel y más de 500 representaciones encarnándolo); ‘Nemico della patria’, de Andrea Chenier de Umberto Giordano, y finalmente el recital finalizó con Mamma, canción popular de Cesare Andrea Bixio que Nucci hizo corear al público en el estribillo.
El evento fue una coproducción del Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM)