La tradición operística de México es más importante de lo que en verdad se piensa. En 1711 se estrena la opera La Parténope del compositor barroco mexicano Manuel de Sumaya. Es la primera opera compuesta en el continente americano y, a partir de ese momento, el bel canto se instala en México.
En el siglo XIX se creó la Academia de Armonía y Composición que dio origen a la creación de varias operas, algunas de ellas se han perdido: Clotilde de Coscenza de Octaviano Valle, Adelaida de Lusan de Ramon Vega, Atala, La reina de las hadas de Miguel Meneses y la famosa Idegonda de Melesio Morales, quien fundó la primera compañia operística.
Maximiliano I apoyó el quehacer musical e invitó a compañias italianas y españolas. Fue bajo esta protección que el compositor Aniceto Ortega de Vilar crea la primer opera con componente indígena: Guatemotzin, estrenada por la gran cantante Angela Peralta y el tenor Enrico Tamberlick.
Durante el Porfiriato, el gusto por la opera se acrecentó, se termina el Teatro Nacional y se amplia el repertorio con operas francesas.
Durante el siglo XX, la Opera toma un sitial, Ricardo Castro estrena La leyenda de Rudel. En 1918 se estrena Anahuac de Arnulfo Miramontes, el maestro José Vázques estrena Citlali y se repone, en 1928, Atzimba de Castro. En 1959 se obtiene un gran éxito con El amor propiciado del famoso Carlos Chavez.
Durante el Siglo XXI sobresalen autores como Federico Ibarra, Julio Estrada, Gabriela Ortiz o Daniel Catan, quienes imponen el castellano como lengua operística.
El Palacio de Bellas Artes sera el templo de la opera y desfilaran grandes cantantes y directores, entre ellos Olivia Gorra, Plácido Domingo, Fernando de Mora, Arturo Chacón, entre otros.
Por eso, la presencia de cantantes mexicanos por el mundo ya no es sorpresa. En cambio, fue agradable sorpresa conversar con la soprano lírica mexicana Leticia de Altamirano.
Su metéorica carrera la ha llevado a los grandes escenarios de México y ahora de Europa. Fue sido escogida como la voz de México para cantar en el Bicentenario de la nación azteca, en 2010. Debutó en 2007 en el Bellas Artes, con el Diálogo de Carmelitas, interpretó La Traviata, Rigoletto, Carmen, Lucia di Lammermoor, y ha cantado junto a José Carreras. Obtuvo el Premio Carlo Morelli.
Entre recuerdos de México y operas famosas comenzamos nuestra plática.
Adriana Bianco: En tu familia hay un famoso cantante de Opera, Ramón Vargas, por lo tanto, en tu familia hay un ambiente musical y artístico, eso ayudó a tu vocación….
Leticia de Altamirano: Sí, mis padres me acercaron a la opera y me acuerdo que lo que más me gustaba cantar de pequeña era La flauta mágica de Mozart, el área de la Reina de la noche. Desde niña me encantaba cantar.
AB: Fue una vocación muy temprana y muy definida.
LA: Sí, pero la inicié más tarde, no cuando niña. Hubo un tiempo en que dejé de considerar dedicarme a la música. Estudié Comercio Internacional, terminé la licenciatura, pero sentí que, definitivamente, la música era lo mío, necesitaba darme la oportunidad para vivirlo plenamente. Di un giro de 180 grados y me dediqué al canto.
Y estoy muy feliz, me siento en pelnitud haciendo lo que me gusta.
AB: ¿Cómo observas el panorama operístico actual?
LA: Es una cuestión cultural. En Latinoamérica necesitamos hacer más promoción a la Opera, hay muchos talentos, pero hay que crear nuevos públicos y terminar con el prejuicio de que la opera es aburrida, hay que difundirla y promocionarla mucho más. En Europa es distinto.
AB: Sin embargo, México tiene una tradición importante en opera, hay muchos teatros, conservatorios, compositores de opera y cantantes mexicanos famosos por el mundo…
LA: Sí, es verdad, pero no es suficiente. Me parece que la opera contemporánea es más difícil para el público, la gente busca la opera tradicional. Hay otra evolución musical, creo que lo mejor es mezclar la opera tradicional con la moderna en las programaciones.
Por otra parte, es difícil en nuestros países latinoamericanos mantener la Opera, los gastos de producción, contratos, repertorios, hay una cuestión económica más que artística. No se pueden hacer la cantidad de producciones que se hacen en Europa o Estados Unidos, hay otras prioridades.
En Latinoamérica no solo los costos son grandes, las distancias para mover las producciones. Por eso, creo que es necesario involucrar a la empresa privada, no se puede depender del presupuesto cultural del gobierno.
AB: En las fiestas del Bicentenario fuiste la voz de México, te convocaron para cantar y se vio por televisión en varios países.
LA: Fue una experiencia muy bonita, muy importante en mi carrera. Yo no sabía que se iba a trasmitir a ciento veinticinco países. Imaginate ! Fue un evento histórico y uno de los más memorables para nosotros, los mexicanos.
AB: Tienes una carrera muy importante. Has cantado Lucia di Lammermoor, Rigoletto, interpretaste La Traviata… ¿Qué otras operas quisieras interpretar?
LA: Sí, he cantado varias veces La Traviata y me fascina, es un papel donde nunca acabas de descubrir las facetas de esa mujer. La opera tiene una gran profundidad y una magia que me invita a cantarla.
Me encanta Romeo y Julieta. Es la línea romántica que está acorde con mi voz, yo soy lírico ligero y tengo que encontrar el papel justo. Es importante para un cantante interpretar los roles que son para su voz. La voz humana ofrece tantas variantes, es tan rica y hay tantos matices, cuanto más estudio, más descubro y más me apasiono.
AB: ¿Cómo te sentiste interpretando Beatriz Cenci, una doncella tan ingenua y tan trágica a la vez, ademas de ser un papel histórico?
LA: Es un papel que tuve que ir madurando, ir metiéndolo en el sistema y en la emoción. No es fácil. Además, tuve que entender la propuesta del director. Porque está la vulnerabilidad que la protagonista tiene con la constante amenaza del padre, que la viola, es discapacitada, entonces, es más frágil. Pero, por otra parte, tiene un espíritu fuerte y reacciona ante el horror de su padre y lo mata. Beatriz me parece un símbolo de fortaleza y de resistencia. Su vida es contradictoria: se libera para morir. Ella hace justicia pero es condenada. Yo trato de darle la dulzura y la fuerza que ella tiene.
Para mi fue una experiencia muy importante, como profesional y desde el punto de vista humano. Un gran aprendizaje.
AB: Los talentos hispanoamericanos ¿tienen posibilidades en Europa?
LA: Creo que hay una gran riqueza vocal en Latinoamérica, hay mucho talento, pero es difícil entrar en Europa, por la competencia y el nivel artístico.
Por eso, hay que estudiar, prepararse y hay que tener una enorme predisposición para trabajar en el mundo operístico europeo. Es un mundo globalizado y llegan voces de todas partes del mundo. Europa es una escuela, una gran plataforma pero también una enorme exigencia.
Mira, Adriana, tu sabes que la opera no es solo voz: Hoy en día tienes que tener una cultura humanística para interpretar los roles, buena dicción, conocimiento de lenguas. Además, es importante tu cuerpo, la alimentación, padecemos de problemas gástricos cuando no cuidamos los nervios. Hay que cuidarse siempre de los cambios de clima y de la forma física.
La opera es un espectáculo visual y aunque la música y el canto es lo primordial, cada vez cuenta más la figura, la actuación. Tienes que atraer al público, en todos los sentidos. Es muy importante estar entrenado en todos los aspectos y no descuidarlos.
AB: ¿Qué es para ti el canto ?
LA: Para mi el canto es mi vida, es lo que me da energía. Es una profesión de gran dedicación pero también de gran felicidad. Uno, cada noche, sale a dar lo mejor de si mismo, abre su corazón y que el público reciba lo que das con toda tu entrega, no tiene igual.
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