Cuando llevan varios días reunidos en asamblea general, los trabajadores del diario francés Libération han decidido por unanimidad no hacer huelga y en cambio replicar desde las páginas del periódico al proyecto de sus accionistas, consistente en “transformar el periódico en una red social y su sede en un espacio cultural, donde el papel ya no parece prioritario”.
«Consideramos que esta situación es ilegal porque el plan de desarrollo presentado el viernes 7 de febrero de 2014 no es el que se ha estado discutiendo durante meses», indica Olivier Bertrand, afiliado a la Unión Syndicale Solidaires (SUD) y miembro del comité de empresa, vamos a ver qué respuesta damos y estudiar si nos encontramos ante un delito de obstaculización». «Informaremos a los lectores sobre el conflicto en varias páginas del periódico del lunes 10, y seguiremos haciéndolo los siguientes días”, añade Fatima Brahmi de la GT (Confédération général du travail).
Uno de los periodistas de Libération, que prefiere mantener el anonimato, ha declarado al semanrio le Nouvel Observateur: “El periódico es nuestra arma. Queremos expresarnos, darnos a conocer, responder a quienes nos están juzgando como arcaicos. Es también una batalla de comunicación. También podríamos llevar a cabo una investigación sobre Bruno Ledoux (accionista mayoritario junto con Edouard de Rotschild, 52% del capital) para conocer el estado de sus finanzas”.
El viernes por la tarde, cuando se disponían a entregar a la imprenta las páginas del periódico del sábado, los trabajadores de Libération se enteraron del proyecto empresarial por un e-mail recibido por uno de los dos codirectores.
La redacción decidió entonces manifestar su opinión mediante una Primera página, en la que escribieron en grandes caracteres “Somos un periódico. No un restaurante, ni una red social, ni un espacio cultural, ni un plató de televisión, ni un bar, ni una incubadora de start-up…”.
Desde hace meses, Libération arrastra graves dificultades económicas: ha perdido más de un millón de euros en 2013 y sus ventas han caído en un 15%, hasta quedar en 100.000 ejemplares (cifras de Le Nouvel Observateur). Los tres accionistas y la dirección han estado discutiendo con el comité de empresa un plan de reducción de los gastos hasta en 4 millones de euros, lo que supondría entre otras cosas rebajas salariales de un 10% como mínimo, y un 15% en los sueldos más altos.
Para los trabajadores está meridianamente claro que, en el proyecto de los accionistas, elaborado por el empresario Ledoux, no figura en absoluto reflotar el periódico; por el contrario lo que quieren es convertirlo en «una red social, creadora de contenidos monetizables en un amplio abanico de soportes multimedia», trasladar a la redacción a otro inmueble y transformar los 4.500 metros cuadrados del edificio actual, en la rue Beranger, en “un espacio cultural y de conferencias que incluya un plató de televisión, un estudio de radio, una redacción digital, restaurante, bar y una incubadora de start-up (nuevas empresas)», todo ello con la nota de “modernidad” que tiene que poner el diseñador Philippe Stark y conservando la marca «Libération», como un «(café) Flore del siglo XXI”.
«Nuestro proyecto es la única solución viable para Libération. Si los trabajadores se niegan a aceptarlo, el periódico no tiene futuro», ha dicho el accionista Ledoux a la Agencia France-Presse.
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