El Festival de Lo Ferro es una imagen de marca que ha calado en los últimos 40 años en la piel de todos los aficionados al flamenco. Prueba de ello ha sido el éxito de la última edición, que ha conmemorado las cuatro décadas de un certamen que debe mucho a su fundador, Sebastián Escudero, y a la gran multitud de colaboradores y patrocinadores, sin olvidar los dos puntos fundamentales de este acontecimiento: el público y los artistas. Ha habido, sin duda, una contribución unánime con el evento ferreño, que ha trascendido fronteras, espacios y sensibilidades.
El carácter popular de este certamen se nota en la afluencia de personas de todo calado, que buscan en la hondura y la sencillez las esencias del mejor arte. Aquí lo hallan. Por eso este año comenzamos con un encuentro festivo, lúdico, con numerosos artistas y, asimismo, con la gastronomía como parte crucial de esta música ancestral.
De lujo
Además, concordamos que merecía, esta edición, un cartel de lujo, y así lo tuvo el festival, con una obra de Carlos Montero que señala el papel de la mujer y de la guitarra en el cante de manera particular. Con un hiperrealismo fuera de serie llamó la atención de quienes la contemplaron.
Ese primer día estuvieron artistas de la talla de Paquito Sánchez o Bastián Contreras, además de la familia de los Fernández, con el gran Antonio al frente, con su magnífico hacer con su guitarra. Artistas del Ballet recordaron la fuerza del festival y a Sebastián Escudero, que estuvo, lo reiteramos, muy presente durante estas jornadas.
El sábado fue uno de los platos fuertes, con un Pitingo que convenció a propios y extraños. “Mestizo y fronterizo” es el título de su espectáculo: donde ha ido ha triunfado. Espacio y tiempo se aliaron para disfrutar de una noche maravillosa en la que Miguel de Tena, una de las mejores voces flamencas del mundo, provocó las delicias de los conocedores de este arte.
El domingo se consagró al baile, con una hermosa actuación de la Academia de Baile Hermanas Barba, de Arcos de la Frontera, así como con una muy meritoria intervención de las componentes de la Escuela de Danza y Flamenco del Centro de Artes Escénicas de Torre Pacheco.
El lunes fue una noche trepidante, con el trovo como protagonista, y con Pedro El Cardoso y sus más allegados como exponentes de la mejor repentización regional. Aprendimos mucho, y, fundamentalmente, compartimos sentimientos y gozos por un arte histórico y con bastante enjundia en la región murciana, con varias escuelas formativas incluso. Repasamos valores, conceptos y, como no podía ser de otro modo, con ejemplos muy didácticos. Fue una fortuna tenerlos en el recinto de la Peña Flamenca.
El pregón a cargo de “Fosforito”
Uno de los días más significativos y atractivos fue el del Pregón, a cargo de Antonio Fernández Díaz, “Fosforito”. Se presentó en un formato excepcional: una entrevista que me asignaron como director del festival, en la cual salieron a la palestra aspectos íntimos de Fosforito, su relación con el certamen y, específicamente, con Sebastián Escudero. Definió la pureza del flamenco, de sus palos, recalcó que la vida es emoción, se ganó al público con algunos versos y, fundamentalmente, con su verbo, con el cariño que transmitió.
Esa misma noche actuó la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia, teniendo como solista a Carlos Piñana, quien interpretó varias de sus obras, acondicionadas a un sinfín de instrumentos que sonaron de manera estelar. Por otro lado, la interpretación de Pedro “El Granaíno”, acompañado a la guitarra por Antonio de Patrocinio y Antonio Carrión, marcaron el tramo final de una velada inolvidable.
El miércoles fue consagrado al homenaje a Lola Flores, a título póstumo, por su contribución a sus versiones tan particulares del flamenco. Nadie de su entorno vino a recoger la medalla de oro concedida por el Festival y su Peña, pero la alocución a su figura se ganó a un público incondicional de La Faraona. Fue una noche muy intensa con las actuaciones de Samuel Serrano, Jesús Méndez y David Palomar, quienes mostraron por qué están entre los mejores talentos de España. Los acompañaron a la guitarra Paco Cepero, Antonio Carrión y Pascual de Lorca.
Ya en el jueves se difundió una visión extraordinaria del baile. Habíamos tenido un anticipo el domingo anterior, mas lo que disfrutamos esa noche corroboró todo lo que sabíamos: hay mucho arte también en este perfil del flamenco. La Compañía de Baile de Mónica Fernández y Pol Vaquero (quienes dieron una clase magistral por la mañana) sacaron un hermoso brillo al tablao y a la noche ferreña. Nos deleitamos igualmente con la intervención especial de Antonio Canales. Las guindas las pusieron las actuaciones de María Mezcle, con la guitarra de Pascual de Lorca, y de Antonio José Nieto, Melón de Oro de 2018, una de las voces más acreditadas del panorama actual.
Llegamos al viernes, y a la tan esperada semifinal. Un total de nueve artistas se enfrentaron a la honda selección. Venían de más de 500 que se presentaron durante los meses precedentes, de los casi cuarenta que llegaron al patio de la Peña entre junio y julio, de los cuales quedaron esos nuevo, tan extraordinarios. Para el día siguiente solo permanecerían cinco. El artista invitado de esa noche fue Alberto Sánchez “El Almendro”, edulcorado por la guitarra por Antonio Fernández “El Torero”.
Ambiente inefable
Arribamos al sábado, a la Gran Final, con unas intervenciones de soberbia calidad, de enorme altura, que hicieron que el jurado lo tuviera muy difícil a la hora de resolver. Una noche intensa, con el recinto lleno de gente, con primeras autoridades, y, sobre todo, con un ambiente inefable, que se disfrutó muy mucho.
De nuevo el Ballet de Lo Ferro repartió belleza, hermosura y resolución: se ubicó donde siempre ha estado, a años luz de rutilancia. Interpretó un espectáculo impecable, que despertó numerosos aplausos y vítores. El título fue “Las Cervantas”: rescata la importancia del papel de la mujer en el arte. Como en ediciones anteriores estuvieron geniales. Por cierto, y esto es muy relevante, se rindió homenaje en esta velada a la Ciudad de Cádiz, origen de artistas extraordinarios en numerosos territorios.
Llegado el momento de conocer los premios, éstos, como es habitual, se presentaron de menor a mayor calado. Finalmente, supimos que Anabel Rodríguez Rosado, de Sevilla, fue la ganadora del Melón de Oro, que viene acompañado de un cheque de 12.000 euros. Esta cantaora se hizo el año anterior con el Molino de Lo Ferro, que en esta ocasión fue para Emilio Serrano, que versificó una letra del compositor Andrés Patón.
Los otros tres distintivos fueron para Eduardo Hidalgo, Fuentes Pavón y Campos Jaime, en el ámbito de los Cantes Básicos, de los de Levante y de los Aflamencados, respectivamente. La dotación de estos galardones es de 2000 euros.
Como colofón, al día siguiente, misa flamenca y los reconocimientos a todos los que han hecho posible que este certamen brille tanto como la Luna, una gran inspiradora para un arte intangible e inmaterial de la Humanidad entera. La gratitud de quienes tenemos alguna responsabilidad es infinita.
Todos los años desde su comienzo el Festival de Cante Flamenco de Lo Ferro tiene lugar en el mes de julio.