Kevin Costner y Octavia Spencer, dos actores que en su día ganaron un Oscar, son los abuelos que en la película «Lo mejor para ella» (Black or White) luchan en los tribunales por conseguir la custodia de la pequeña Eloise de 7 años, huérfana de madre desde su nacimiento y con un padre siempre ausente, drogadicto y delincuente.
El realzador y guionista Mike Binderha convertido esta historia, basada en hechos reales, en una cadena de estereotipos y tópicos en el contraste que representa la opulencia del abuelo blanco rico, el abogado Elliot (Kevin Costner, también productor de la película), y el caos que reina en la inacabable familia –muy ampliada- de la abuela negra Rowena (Octavia Spencer).
Elliot Anderson, abogado que acaba de enviudar, cuida de su nieta mestiza, Eloise. El equilibrio familiar, ya deteriorado por la reciente muerte de su esposa, se ve alterado cuando la pequeña es reclamada por su abuela afroamericana, quien pretende que viva con el padre, un drogadicto que pasa temporadas en la cárcel a cuenta de los robos y estafas que comete y que, a todas luces, es incapaz de ocuparse de la pequeña. Elliot está dispuesto a hacer lo que sea para impedir que la pequeña tenga que vivir con ese sujeto. Naturalmente, entre los argumentos esgrimidos por el abogado de la parte contraria, sale a relucir el tema del racismo y la eterna cuestión de que si el padre “fuera blanco”, el abogado blanco lo vería de distinta manera y si el abuelo fuera negro la otra familia estaría de acuerdo en que se ocupara de la niña.
En la historia figuran dos problemas cruciales de la América negra: la plaga de las drogas, que sigue causando víctimas al mismo ritmo que hace medio siglo, y el mito del “padre negro ausente”, normalmente en la cárcel cuando no muerto en un enfrentamiento (entre bandas rivales o con la policía). Falta, en el total, haberse ocupado algo más de la niña –algo más que de los lazos de su pelo-, haber hecho que el padre fuera algo más que algunas apariciones episódicas y distanciadas, y haber aprovechado la ocasión para plantear la dificultad de educar cuando hay que respetar dos culturas muy distintas. En mi opinión, el padre y la niña tendrían que haber sido los auténticos protagonistas del relato, y no los abuelos.
Ni siquiera el final, casi feliz, consigue que el enfoque sobre el racismo de «Lo mejor para ella» tenga algo que ver con la realidad actual en Estados Unidos, si juzgamos por acontecimientos recientes en lugares como Ferguson.
Lo mejor de la película, bastante torpe y manida en su conjunto, son las secuencias en la sala del juicio donde parece que se enfrentaran dos países distintos manteniendo hasta el límite posturas “políticamente correctas”.
Siempre interesantes los artículos de M.A. En este caso, aunque repetitivo el tema de los conflictos en USA entre anglosajones y afroamericanos, hay que reconocer que los problemas racistas están siempre ahí. Si no se manifiestan objetivamente, en virtud de la democracia -con la que se llenan la boca- y la política del «be nice», están siempre latentes.