Ileana Alamilla[1]
¡Y pasaron las fiestas más esperadas del año! Para los creyentes, la Navidad fue un motivo de regocijo y alegría, al conmemorar el nacimiento de quien vino para anunciar una nueva vida, con un mensaje de humildad, con dedicatoria a los pobres y abandonados. Una fiesta que para otros es motivo de derroche, despilfarro y parranda. La mentalidad y cultura consumista que priva en muchos sectores es lo que se impone en estas celebraciones.
Ya no es la ilusión o la alegría de estar juntos, sino de comprar, comprar y comprar lo último que está en el mercado, lo que la publicidad ha posicionado en la mente de niños y grandes como algo indispensable para estar a la altura de lo que se espera en su grupo social, para estar a la moda y poseer lo último en tecnología y en juegos, para tener, tener, tener…
Los jóvenes aprovechan las rebajas para renovar el fondo de armario. Foto: Ralf Maassen / 123RF
Y los padres, para dar gusto a sus niños, gastan hasta lo que no tienen, se endeudan y adquieren artículos que los hará felices pero que irónicamente los alejarán cada día más de sus hijos, quienes estarán inmersos en un mundo virtual, abstraídos de su entorno y de su realidad; pero es precisamente eso lo que se busca, que ya no sean seres pensantes y reflexivos, que no se relacionen con la familia, que no se comuniquen directamente con sus pares, sino a través de lo último en la tecnología.
Luego vino el Año Nuevo, en donde la fiesta familiar y con amigos es lo tradicional. Nos juntamos para esperar una nueva etapa, un nuevo período en la vida y para recibirlo con esperanza. Cada uno lo celebra como puede, pero muchos ni se enteraron de que hubo Nochebuena y que ya estamos en el 2017. Siguen en su eterno desconsuelo.
En muchos lugares, el 6 de enero es otra conmemoración significativa. Más compras, más regalos, más gasto, más gusto para los comerciantes y publicistas que invierten todo su ingenio para engatusar a los consumidores que hoy están ya iniciando la cuesta de enero.
Hoy hasta los reyes magos, que vinieron ayer, se retiraron a esperar que los guíe de nuevo la estrella para finales del 2017.
Y en medio de esta parafernalia consumista de muchos, nosotros, a pesar de nuestros anhelos y expectativas, seguimos en la misma necia realidad que por más que hemos intentado no logramos transformar, con lo que algunos se sienten felices y seguros de que sus privilegios continuarán acompañándolos.
Y ya viene otra etapa, las ofertas para la compra de artículos escolares. Más publicidad que ofrece y vende de todo. Y luego vendrá el Día del Cariño, las ofertas de verano, de Semana Santa, el Día de la Madre, el del Padre, y cualquier otra fecha propicia para ofertar y vender.
Andrés Sorel, en una columna publicada en Periodistas en Español, denominada Redes Sociales y política, al fin el no pensamiento, señala que El Grupo de estudio Marcuse, de Francia, que ha analizado en profundidad el impacto que la publicidad provoca en nuestro siglo actual, escribe: La publicidad es la anticultura por excelencia, ya que liquida las culturas populares, así como la alta cultura intelectual. Es un lavado de cerebro que tala la diversidad cultural mundial.
En este contexto de ilusoria felicidad consumista y pesada resaca de enero, el gremio periodístico inicia un nuevo año teniendo presente que el pasado fue uno de los más violentos en contra de la prensa, fueron asesinados nueve comunicadores en ocho departamentos y cuatro más fueron víctimas de atentados, dos de ellos muy graves.
El presidente, incoherente en sus promesas, incumplió su palabra empeñada en el 2016. En julio se comprometió a institucionalizar un programa de protección a periodistas que le fue presentado por una alianza de 16 entidades de prensa nacional y departamental. Ordenó a sus funcionarios dar seguimiento a este compromiso adquirido en Ginebra en el 2012. Pero nada pasó. Otro engaño a los y las guatemaltecas.
- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.