Los suelo tener cerca de mis ojos, bien avanzada la primavera. Este año todavía no han llegado a la vera del Tormes, pero mi estimado amigo Joaquín Álvarez ha ido a buscarlos desde Asturias a las inmediaciones de la localidad de Gordonocillo, en una esquina de la provincia de León, al sureste, ya en el límite con Valladolid y casi también con Zamora.
Se trata de una de las aves más vistosas de nuestra fauna y es de lamentar el desconocimiento con que vuela su belleza por el aire de nuestros campos. Su nombre proviene de su alimentacion fundamental, las abejas, si bien también come otros insectos voladores. Su reclamo se puede escuchar a largas distancias y a este Lazarillo le parece similar al que emite un silbato de agua.
Nidifica en taludes artificiales y la conservación de la especie -leo- está muy condicionada. El abejaruco integra el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y en la Lista Roja Europea de las aves aparece con la categoría de “Preocupación menor”. Su coloración es de un cromatismo admirable, con partes dorsales rojizas, amarillas y verdosas, y zonas inferiores verdosas y azuladas. Además destaca su garganta amarilla, delimitada por una línea inferior y un antifaz negro. El iris es de color rojo sangre. Apenas existen diferencias entre ambos sexos.
La fotografía de Joaquín nos los presenta jubilosos de bullicio primaveral, haciendo sonar el aire con su reclamo acuoso. Casi pareciera que lo mojan, de gorjeo y color.