Los protagonistas de Los amos del mundo se expresan sin barreras ni filtros del lenguaje que detengan su espontáneo discurrir. Ellos las han abolido todas porque les va mucho en ser libres.
Asistimos a un mundo de personajes en busca de algo, no saben muy bien el qué, pero lo que sí saben es que su vida no les gusta. Se hacen preguntas, tienen ese “vicio”, pero –y esto es lo bueno-, cada uno va a lo suyo, no se siente implicado en lo que acaba de oír, ni siquiera en lo que él mismo acaba de decir. Cambio de tema porque sí, voy a lo mío. Sin embargo el hilo se mantiene y hay constantes que vuelven al no encontrar respuesta. Nada queda en el vacío, no es un discurso incoherente sino muy bien trabado, pero nada, ni siquiera la maldita corrección política, les priva de expresarse como desean.
Estamos ante una pieza que aborda muchos temas acuciantes en el mundo de hoy. Temas actuales que en la vida diaria pasamos por alto, atareados siempre de un lado a otro, pero que ya abordó el teatro clásico y siguen preocupando a la juventud actual. De hecho la obra está recomendada para mayores de doce años.
Todo consiste en pararse un momento a pensar, que para bien y para mal, ahí está el quid de la cuestión: “¿Qué pintamos en este mundo? ¿A qué luchar si la batalla está perdida, puesto que todos vamos a morir? ¿Por qué tienen que nacer cada día tantos niños si ya somos siete mil millones respirando y comiendo y todo lo demás? ¿Quién soy yo, un garbanzo más cociéndose con los otros para formar el cocido?”
Aquí se habla de todo y es por algo: el protagonista, hijo único, ha renunciado a heredar la empresa de su padre y se ha ido a una buhardilla porque quiere ser disc jockey, pero vive del sobre de su familia. Allí es visitado por amigos y madre que le quieren ayudar cada uno a su manera: escuchan sus extravagancias y le exponen las suyas propias. Las contradicciones se suceden pero la vida sigue inexorable su curso a ya sabemos dónde.
Esta situación tan aparentemente clara y común a los mortales, sin embargo, guarda secretos de familia. Secretos nunca confesados y que, por mucho que se hable, nunca se mencionan.
La obra es ágil, fresca, divertida en medio de lo trágico de los temas, y está magníficamente interpretada por sus cinco actores, jóvenes y no tan jóvenes, la edad de los hijos y de los padres de ahora. Todo hiere al tiempo que refresca, es bueno y está bien traído al alma. Lo único que no refresca es un foco que te ciega cada vez que la acción se lanza hacia su desenlace. Un foco que te hace taparte y que yo, si pudiera, eliminaría. Ese foco habla de desesperanza y muerte a lo lejos.
Almudena Ramírez-Pantanella es autora de esta comedia dramática galardonada con el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca 2015.
Título: Los amos del mundo
Autora y directora: Almudena Ramírez-Pantanella
Ayudante de dirección y producción: Lita Echeverría
Escenografía: Manuel García Tages y Lita Echeverría
Reparto: Beatriz Bergamín, Elena Diego, Ángel Savín, Miguel Valentín, Carlos Ventura
Sala Mirador, Doctor Furquet, 31, Lavapiés (Madrid)
Fecha de la función comentada: 4 de febrero de 2018