“Durante el siglo XX se han producido más de 200 golpes de estado en América Latina”, enfatiza Marcos Roitman, sociólogo, politólogo y catedrático de Estructuras de América Latina en la Universidad Complutense de Madrid, quien aseguró, en la presentación de su libro Tiempos de oscuridad: historia de los golpes de estado en América Latina, que se trata de una práctica todavía vigente en la política de la Región, informa Carmen Chamorro.
En su disertación, en los espacios del Centro de la Diversidad Cultural de Venezuela en España (CDCVE), ente adscrito a la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en Madrid, Roitman explicó que los golpes de estado, antes que un fin en sí mismos, constituyen un medio de acceso al poder, pero sobre todo “una técnica que lo que hace es romper con una dinámica política”.
Según el analista político, en el 2002, se produjo un golpe contra el presidente Hugo Chávez y hoy es contra Nicolás Maduro.
Carmen Chamorro: El capitalismo, bajo su propia opinión, se caracteriza por promover guerras y golpes de estado, si bien le recuerdo que Hugo Chávez en el 92 protagoniza también un golpe de estado. Ambas son alternativas violentas y repentinas que se quieren hacer con el poder. ¿Está de acuerdo conmigo?
Marcos Roitman: Creo que no se trata de “arrimar el ascua a la sardina” en función de que uno esté ideológicamente más de acuerdo con un golpe de estado que de otro. Los contenidos objetivos programáticos son una cosa y el golpe como técnica, otra. Cualquiera de los dos es abominable porque significa una ruptura del orden constitucional. Lo cierto es que, en el caso de Hugo Chávez, no fue la totalidad del Ejército venezolano sino un comandante en contra de las medidas neoliberales, y articulado por la necesidad de la soberanía del pueblo y la dignidad democrática. En esta línea estuvo, en su momento, Omar Torrijos y Velasco Alvarado (Perú). En el caso de Chávez significó la detención y cumplimiento de condena por alzamiento al orden constitucional.
CCh: Ya, desde el año 1964 y la guerra de Vietnam, alude a unas Fuerzas Armadas que cumplen una labor de exterminio contra las poblaciones campesinas y las organizaciones guerrilleras. ¿Existe en la actualidad otra generación de militares de América Latina que defiendan una política participativa, democrática y popular, cuyas voces no se escuchan o no salen en los medios de comunicación?
MR: Los guardianes del orden como institución geopolítica más idónea para crear ese golpe de estado eran los militares en los años 90, bajo el monopolio de las armas y una forma autoritaria del ejercicio del poder. Actualmente, en América Latina tenemos casos de militares que generaron la Organización de Militares Democráticos de América Latina (OMIDELAC). Sigue existiendo hoy en día y reúne a todos los miembros de las Fuerzas Armadas. Constituye un referente en cuanto a la dignidad y ética de lo que debe ser la soberanía y el derecho de la autodeterminación desde el papel de los ejércitos en la Región. Yo diría que una cosa es la institución y otra, los militares de alta graduación que siempre se opusieron a la tortura, a la guerra contrainsurgente y elementos represivos de las dictaduras. El caso de Chile, mientras el general en jefe era demócrata y mantenía el criterio de la constitucionalidad como Carlos Prat, las Fuerzas Armadas se mantuvieron dentro del orden legítimo y apoyaron al gobierno de la Unidad Popular. No por su simpatía sino por su compromiso con el orden constitucional.
CCh: ¿Sospecha que Nicolás Maduro pudiera ser víctima de un golpe de Estado?
MR: En el 2002 fue contra Chávez y hoy es contra Nicolás Maduro. Es contra un orden político democrático. El objetivo en este caso es el título del tiempo de oscuridad, romper la dinámica a través de la corrupción o asesinato. Hay que estar alerta. No es lo mismo un golpe que intenta recuperar las riquezas nacionales y básicas articuladas en la legitimidad de la soberanía del pueblo, que la muerte o asesinato de un presidente. Los golpes no han acabado porque se hacen bajo otro criterio, es el “golpe de guante blanco” que no se siente, o lo que es lo mismo, los procesos de involución política que hacen un giro para romper la dinámica política. El poder político se ha rodeado del poder económico y ese el punto de inflexión.
CCh: En la guerra moderna es más difícil definir al enemigo. ¿Cómo se practicaría, en la actualidad, esta misma técnica del golpe de estado en América Latina?
MR: Los golpes de estado son el medio para alcanzar un fin: hacerse con el poder. ¿Quién garantiza el éxito de esa maniobra? Como le decía en la cuestión anterior, hoy en día y con la connivencia del parlamento o del poder judicial, se hacen los llamados golpes constitucionales o golpes de “mercado. El concepto como tal de golpe de estado, ha variado. La trama civil de los lobbies y transnacionales ocupan un lugar primordial. La pérdida de la centralidad de la política, las empresas con capacidad de imponer una dirección en términos de una decisión política, el papel del Banco Central y troikas a la hora de definir las políticas de austeridad, el límite del gasto social desde la deuda interna que no estaba previsto en la agenda política española, son buenos ejemplos. Siempre utilizando mecanismos que le permitan el control de la riqueza y los medios naturales y que el poder legislativo, judicial y ejecutivo estén sometidos a una dinámica que no controlan. No hace falta que salgan los tanques a la calle y que el presidente de un país sea destituido. Siempre que cumpla con un papel indigno en el derecho de defensa de la soberanía, ya estamos hablando de un golpe de Estado.
CCh: Desde la Primera Declaración de La Habana el 2 septiembre de 1960 a la actualidad, ¿Qué está ocurriendo hoy en día para que el presidente Barack Obama reconozca los cambios que se están dando en Cuba y la necesidad de una política más creativa con las autoridades isleñas?
MR: Hay que valorarlo como un hecho positivo. Esta política del bloqueo es ineficiente desde el punto de vista de los objetivos planteados. Ha sido derrotada en su lógica programática. En el fondo, las palabras de Barack Obama constatan el hecho de la derrota de la política exterior norteamericana de cara a Cuba. Siempre los segundos gobiernos de las administraciones norteamericanas y más las demócratas, no se han caracterizado por un discurso precisamente, aperturista. La Casa Blanca no es quien dirige la política cubana, sino los lobby de poder en Miami y aquellos exiliados y emigrantes, segundas generaciones, que tienen una visión y peso en el Congreso y, por supuesto, los centros de decisión.
Es un punto de vista que no había conocido hasta ahora, «golpes de estado solapados», su objetivo es torcer o retrotraer procesos políticos como los otros, de la tradición de antaño, a descubierta; pero a veces reciben «ayuda» antígena en los propios afectados que extreman lo suyo.