Proyección en paralelo en el cine Luxor de París
La vigésimo séptima edición de Cine latino, encuentros de cine latinoamericano de Toulouse (del 19 al 29 de marzo) se ha puesto en marcha este jueves por la noche con la proyección de la película colombiana “Los hongos”, de Oscar Ruiz Navia.
Con una novedad este año: la película ha sido proyectada paralelamente en sesión especial en el cine Louxor de París, en presencia del realizador. Un botón de muestra a guisa de vitrina de la programación de Toulouse ha sido descentralizada y será accesible al público parisino.
“Los hongos” forma parte de la sección fuera de concurso “Panorama”, muestra exhaustiva de lo mejor del cine latinoamericano del año visto ya en diversos festivales internacionales. En Competición, el 27 festival de Cine Latino consta de tres secciones: ficción, documental, y cortometrajes.
En total 29 películas recientes e inéditas: Doce largometrajes de ficción, siete documentales y diez cortos. Una retrospectiva de cine latino se presenta también este año en torno a la infancia y la adolescencia, o “la edad de los posibles”. Una temática en la que Luis Buñuel fue precursor en México con su película “Los olvidados” en 1951.
Doce realizadores y siete cinematografías latinoamericanas compiten pues al premio “Coup de coeur” al mejor largometraje de ficción: De Argentina, “Después de Sarmiento” de Francisco Marquez, “Mariposa” de Marco Berger y “Si estoy perdido no es grave” de Santiago Loza; de Brasil, “Campo de jogo” de Eryk Rocha, “A revoluçao do ano” de Diego Faggiano y “Ausencia” de Chico Teixeira; de Cuba “La obra del siglo” de Carlos Machado Quintela; de Perú “NN sin identidad” de Héctor Gálvez; de Chile “Aurora” de Rodrigo Sepúlveda y “Mar” de Domingo Sotomayor; de México “La tirisia” de Jorge Pérez Solano; de Uruguay “El hombre nuevo” de Aldo Garay.
El street art colombiano entre ficción y documental
“Los hongos”, premio especial del jurado en el último Festival de Locarno, es el segundo largometraje de ficción de Oscar Ruiz Navia, joven cineasta colombiano oriundo de Cali, que tuvimos el placer de descubrir en Tolouse en 2010, con su brillante ópera prima “El vuelco del cangrejo”, galardonada con el premio “Decouvertes” en Cine Latino.
Aquella primera película realizada con escasos medios pero con cuidada dirección artística transcurría en un pueblecito perdido en la costa del Pacífico colombiano, y nos hacía descubrir una de esas comunidades afrocolombianas, mucho menos visibles que Bogotá u otras urbes del país.
De la lejana Colombia rural Oscar Navia nos lleva ahora a la Colombia urbana, con un mayor presupuesto de producción, situando el relato en Cali, su ciudad natal, con un tema muy diferente, pero reiterando algunas de sus principales obsesiones como realizador: el desarrollo de una ficción con elementos de cine documental, su trabajo con actores no profesionales, y su voluntad de transfigurar el realismo en fantasía y en imágenes poéticas, con una mirada propia y original.
El título que podría hacernos pensar en hongos o sustancias sicodélicas que circulan en ese mundo underground de jóvenes grafiteros, músicos punk, animadores de radios libres, marginados, ácratas y estudiantes a la deriva, busca aludir según lo explicó su autor a “esas setas que crecen siempre en los bosques por encima de toda materia en descomposición”.
Los hongos son pues sus personajes, los jóvenes intérpretes de esta ficción alimentada de numerosos elementos documentales y autobiográficos, esa vida que crece por encima de la muerte, los hongos son esa juventud que pinta paredes, nace y crece en esa sociedad colombiana en descomposición, presa de la violencia, la guerra, el desamor, la religión enajenante o la corrupción política.
Elementos que aborda Oscar Navia con una sana dosis de parodia, al filmar los discursos vacíos de unos y otros en la televisión nacional, en la Iglesia evangélica, en la campaña electoral, o en un programa televisivo en el que se entrevista al padre cantante de uno de sus personajes.
De Egipto a Colombia… Nunca más guardaremos silencio
Un personaje, ese padre cantante, interpretado en la película por el propio padre de Oscar Navia, que en su casting ha utilizado así mismo a su abuela, enferma de cancer y fallecida después del rodaje. Navia utiliza así elementos autobiográficos para construir su relato y sus personajes: Dos jóvenes grafiteros colombianos de medios sociales diferentes. Uno es Eduardo, estudiante, blanco, que vive cuidando a su abuela enferma, una anciana que declina con profunda humanidad reflexiones sobre la vida y la educación. Su padre es el ya citado cantante que vive separado de su esposa y tiene un poco olvidada a su familia.
El otro es Roberto, un joven negro, oriundo de un pueblo de la costa colombiana en el Pacifico, que vive en Cali con su madre, una mujer bajo influencia de una secta religiosa evangelista ligada a uno de los candidatos en las elecciones a la Alcaldía. Roberto, que ha seguido por internet la rebelión de la juventud árabe en Egipto y Tunez, comparte con Eduardo su pasión por los graffitis, ese arte callejero que se ha desarrollado considerablemente en Colombia, y muy concretamente en Cali.
“Nunca mas guardaremos silencio” dice y escribe Roberto inspirándose en la rebelión de la juventud y de la mujer egipcia en esa denominada primavera árabe, que buscan hacer suya un puñado de grafiteros colombianos. Los hongos se cierra así como un retablo pictórico que nos invita a la utopía de seguir viviendo y soñando con un mundo mejor.
Al término de un largo trabajo de escritura que partió de la enfermedad de su abuela enferma; Oscar Navia construye esta historia de amistad, con un casting de actores no profesionales, lo que le permite incorporar elementos y vivencias de sus protagonistas a su propio guión. Una experiencia interesante que ya practicó en su primera película. El resultado final es convincente en este retablo o graffiti cinematográfico de la realidad colombiana, a través de imágenes siempre cuidadas, reflexionadas y poéticas.
Apaleados por la policía al ser atrapados en una de sus pintadas, los dos hongos protagónicos de esta historia se encuentran encaramados en lo alto de un arbol, una especie de retorno a la naturaleza, que se transforma inmediatamente a su vez en arte callejero y urbano.
“Los hongos” confirma pues el indudadable talento y el carácter original de este joven director y productor colombiano, que nos promete ya una tercera película, en la que si el prepusupuesto lo permite, dice que “buscará un guión más sólido, quizás menos abierto a la improvisación”. Sus dos primeras realizaciones son en todo caso sinceramente brillantes.