La escritora Almudena Grandes acaba de recibir el Premio Nacional de Narrativa por la obra Los pacientes del doctor García, editada por Tusquets, obra que tuve la ocasión de leer durante el pasado verano, por lo que el recuerdo de sus páginas está reciente. La autora demuestra con esta obra, como acostumbra a hacerlo, que además de una buena escritora es también una buena historiadora, aspectos que no siempre suelen ir unidos.
Porque hay que decir que Los pacientes del doctor García es una obra magistral, tanto desde un punto de vista como del otro. La narración avanza por sí sola, fluye a través de sus páginas, cosa de agradecer, ya que para algunos no resulta fácil enfrentarse a un texto de más de 700 páginas. Y la historiadora Grandes penetra en la Historia, por una parte, y en el idioma alemán, por otra, con frases enteras en dicho idioma, por lo que cabe deducir que o bien lo habla con soltura o ha tenido buenos asesores en el envite.
Son más de 200 los personajes que van a desfilar por las páginas del libro, unos ficticios y otros que tuvieron en su momento una vida real, adaptada para la ocasión por la autora. Unos personajes condenados a vivir bajo entidades falsas, precisamente para poder seguir viviendo, porque estamos en un tiempo de guerra y posguerra, donde la vida, sobre todo de los perdedores, puede valer mucho, para unos, o nada para otros. Y solo se vive una vez… si logras contarlo.
De entre todos ellos algunos destacan por sí solos, porque están ahí, cada cual con su historia, pero que concatenadas formarán un todo en el conjunto de la obra. Como ese doctor García, epicentro de la narración, obligado por la circunstancias a tener una doble o triple vida al ser un médico perteneciente al bando perdedor, el republicano, por lo que se embutirá en la piel de otro ser, cambiará de nombre y profesión, aunque en sus ratos libres siga salvando vidas… O un tal Manuel Arroyo Benítez, ese amigo íntimo que jugándose el pellejo se infiltrará con nombre falso en la red nazi existente en Madrid, con conexión directa con Buenos Aires, jugándose por tanto la vida. O ese soldado y entusiasta falangista que responderá al nombre de Adrián Gallardo, exboxeador en otro tiempo y ahora voluntario de la División Azul, un perfecto fascista convencido dispuesto a defender, llegada la ocasión, las últimas calles de un Berlín en las últimas, un lugar donde también existen mujeres, sentimientos, donde, si se sale vivo de la masacre, puede llegar a comenzarse una nueva vida, con nueva identidad…
Hay otros personajes que por su importancia merecen mención aparte: como esa siniestra Clara Stauffer, de origen alemán, como su nombre indica, falangista hasta las últimas y jefa de una organización clandestina dedicada a ocultar a nazis criminales en Madrid para enviarlos poco a poco a países de América Latina, con el beneplácito de sus gobiernos, como el argentino de Juan Domingo Perón, mientras el Gobierno de Franco hará la vista gorda, pues nazismo y fascismo estarán unidos en comunes intereses. Otro de los personajes siniestros será un tal Otto Skorzeny, exjefe que fuera de los comandos de las tristemente famosas SS nazis y favorito de Hitler. Un sujeto que una vez instalado en España acabará convirtiéndose, como tantos otros, en un próspero hombre de negocios, de los muchos que existieron –algunos sigue existiendo- en la vida real…
Por eso no es de extrañar que Almudena Grandes, con la prosa que le asiste, entremezcle en Los pacientes del doctor García unas historias de ficción, salidas de su pluma, con otras reales, de las que se dieron durante la posguerra y la dictadura franquista, un tiempo de ajuste de cuentas, estraperlo, contrabando, odios entre bandos y lucha por la supervivencia. A decir de la autora, muchas personas han agradecido que en el libro se hayan visto reflejados algunos familiares.
Lugares, países, circunstancias, van a ir desfilando por las páginas de la obra: lugares como el frente ruso, donde la División Azul acabará siendo carne de cañón ante la defensa a ultranza de su tierra por parte del ejército ruso, sabedor de que le iba en ello la vida de todo un país. El exterminio nazi en campos de concentración contra seres indefensos apilados como animales para la ocasión, esperando su final…
Junto a todo ello, una defensa también de un Berlín a punto de sucumbir, en una de cuyas calles se habrán atrincherado soldados alemanes dispuestos a dar sus vidas por lo que creen, y con la sola idea de amargarles a los rusos la victoria para ésta que no tenga lugar el día primero de mayo, fecha emblemática para los vencedores.
El espionaje norteamericano está igualmente presente, como no podía ser de otra manera, ya que los intereses presentes y futuros eran y serían muchos, como la Historia ha demostrado.