Las Matrioskas son esas muñecas rusas que esconden un secreto: dentro guardan otra muñeca. Esto mismo es lo que ocurre con “Anna”, una espectacular mujer que tiene distintas vidas.
De entrada, al espectador le cuesta saber si la verdadera Anna es la vendedora de muñecas en un mercado ruso, la modelo que desfila en las pasarelas de París, la funcionaria del KGB en los últimos espasmos de la guerra fría, la campeona de ajedrez o incluso una agente doble.
Bajo la rompedora belleza de Anna Poliatova se esconde un secreto que la llevará a convertirse en uno de los más temibles asesinos gubernamentales del mundo. Anna es el descubrimiento de un cazatalentos en una calle de Moscú, a no ser que sea una yonqui dada por muerta y reconvertida es espía, una topmodel lesbiana o una asesina heterosexual que aprovecha los “encargos” para vengarse de todas las putadas que le han hecho los “machos” a lo largo de su vida. Anna es también la imponente mujer con peluca, medias negras y liguero, que recuerda a tantas heorínas del comic.
Con algo más que un recuerdo para la «Nikita» que dirigió en 1990, casi como un remake de su mejor trabajo, el realizador francés Luc Besson («Valerian y la ciudad de los mil planetas», «El quinto elemento»), ha elegido volver al thriller declinado en femenino –casi una especialidad- para presentarnos a “Anna” (Sasha Luss, modelo profesional que ha desfilado con las principales firmas de alta costura, la princesa de “Valerian y la ciudad de los mil planetas”), esta hermosa heroína del siglo XXI que es un previsible dejà vu y recorre el mundo llevando a cabo distintas misiones y dejando un rastro de cadáveres a su paso.
Es como si “Anna” sintiera la pasión de matar -aunque sin perder un átomo de clase y pulcritud- y con algunas de sus víctimas compusiera mortíferas coreografías (un asesinato múltiple en los pasillos de un hotel de lujo).
A la película se le pueden achacar muchos defectos –el principal es la falta de garra en los diálogos y algunos anacronismos como la presencia de teléfonos móviles inexistentes en aquellas fechas- pero nunca que esté mal realizada ni que no sea distraída para una sesión de cine de verano.
El público incondicional de Luc Besson, que existe, volverá a encontrar personajes con carácter, una fotografía excelente y un montaje que revaloriza el guión. Y sin duda aplaudirá la elección de la magnífica actriz inglesa Helen Mirren (“The Queen”, premios Oscar, Copa Volpi, Bafta y Globo de Oro 2006, “La dama de oro”), irreconocible y muy divertida en el papel de implacable agente de la inteligencia rusa.