Luces y sombras en el marketing académico (2)

Roberto Cataldi [1]

Desde que ingresé a la universidad no bien finalicé el bachillerato, intuí que ésta sería mi segunda casa y, lo ha sido y lo es junto con el hospital, dos instituciones con las que me siento plenamente identificado. Por eso mi mejor homenaje fue, ha sido y es tener una actitud crítica frente a sus desvíos y no caer en un silencio cómplice. Ello me ha acarreado no pocos problemas, pero confieso que también ha sosegado mi conciencia.

Durante el Medioevo el centro del conocimiento y de los estudios superiores recayó en la teología, siendo sustituida en la modernidad por la filosofía. Ya en pleno Siglo XX ese lugar pasó a ocuparlo la ciencia, llegando hasta nuestros días. Claro que hoy aparecen varios factores ligados a la ciencia, la técnica y otras disciplinas que pretenden modificar lo que yo llamo el alma de la universidad o el espíritu de la vida universitaria.

thomas-mann-350x255 Luces y sombras en el marketing académico (2)A través de la universidad los académicos han conseguido del Estado no pocas concesiones. Con la caída de Napoleón, la Universidad de Heidelberg reivindicó para Alemania la custodia de la filosofía así como de la expresión total del espíritu y, una vez más el pretendido monopolio del pensamiento y de la sabiduría terminó alimentando el mito. Nietzsche advirtió cómo el arte y la filosofía se estaban alejando de la universidad, porque las estructuras que sostienen a la sociedad burguesa se reproducen dentro de esta institución. En concreto, se trataría de un modelo intelectual libre solo en apariencia, pues, en el fondo termina siendo represivo. Martin Heidegger defenderá esa visión de la gran Alemania como cúspide del pensar filosófico, siendo criticado por su proximidad al régimen nazi. Thomas Mann, premio Nobel de Literatura, fue considerado el escritor alemán del momento, un intelectual de la alta burguesía que intentaba superar su naturaleza de clase y se consideraba el heredero natural de Goethe. Mann denunció la complicidad de la universidad con el nacionalsocialismo, por eso perdió la ciudadanía alemana y debió exiliarse. Y de ser una gloria literaria pasó a ser un apátrida. Él acusó a la burguesía de su país de no haber sabido defender la cultura y sus valores.

La universidad  como templo del saber es el punto central y perceptible del mito. Sin embargo, con los tiempos que corren hay cambios que ponen en duda su legitimación, pues, ya no existe la solemnidad institucional, ni el sentido reverencial de sus estudios, ni los profesores son sometidos a la dura carrera de obstáculos que imponía la cátedra como sacerdotes del templo del saber y, es indudable que cierto facilismo llena las aulas. El mercado, que desconoce cualquier límite, se ha metido de lleno en los claustros y la gestión y el marketing son elementos primordiales. Tal es la influencia que hoy el lenguaje de la universidad es el lenguaje de la empresa.

El acceso masivo produjo la imagen de una fábrica de profesionales, imagen más ligada a la industria que a la cultura. Para peor el destino laboral de estos jóvenes profesionales hoy resulta incierto en todas partes, habiéndose convertido en un dudoso medio de ascenso social. Los que no ven el meollo del problema social quieren resucitar viejas luchas ideológicas a manera de trampa. La puja entre la educación estatal y la de gestión privada sigue vigente, como si el estado de la cultura y el acceso a una educación de calidad sólo se diesen allí. Por su parte el Estado pretende que la racionalidad de la universidad coincida con su propia racionalidad, a lo que debemos añadir que hoy la lógica imperante es la lógica del mercado. Un pragmatismo extremo convierte a las universidades en meras escuelas profesionales, carentes de visión universalista y desnaturalizando su verdadero sentido. La crisis que se da en su interior, en consonancia con la crisis social y de la cultura, revela también la decadencia. La institución no debería estar destinada al control social y la supuesta autonomía institucional no puede enmascarar los problemas de fondo. El saber, supremo principio, termina siendo negado en el orden social y apenas sobrevive en la abstracción de la teoría.

Ante este panorama sombrío pienso que la universidad necesita replantearse y recuperar su prestigio a través del rigorismo de su quehacer específico, pero también de la articulación de la cultura científica con la cultura humanística, donde la tecnología es un medio al servicio del hombre y no éste un elemento al servicio de la máquina.

Lord Byron fue muy elogioso con Madame de Staël. La decimonónica Biographie Universelle la consideró “le Voltaire  féminin”.  Ella fue una adelantada a su tiempo y encarnó el papel de la mujer intelectual europea. Su salón era uno de los principales cenáculos literarios y políticos de París. Durante la Revolución Francesa apoyó a Talleyrand, un personaje controvertido y seducido por el poder, y con la caída de la monarquía (ella era baronesa) se refugió en Suiza, donde participó del naciente movimiento romántico. Las crónicas dicen que solía llevar un enorme turbante sobre su cabeza y, Heinrich Heine llegó a sostener que ella quería presentarse a sí misma como la sultana del pensamiento. Transcurrieron más de diez años para que pudiese retornar a Francia. Napoleón la fascinó, pero el corso desconfiaba de una mujer que además de tener talento se dedicase a la política y ordenó que se alejara de París. Con ella el salón se mudó a su palacio en Coppet y continuó en ese cantón suizo con su producción literaria. Para Madame de Staël Alemania ocupaba el centro de Europa y era la patria del estudio y del pensamiento. Con su gusto refinado ejerció una suerte de monarquía en materia literaria.

El culto por Alemania tuvo una influencia decisiva en la tradición romántica. Entonces las universidades del norte de Alemania eran consideradas las más eruditas y por eso algunos autores consideran que con ella nace el mito de la universidad. Su obra Alemania fue prohibida por Napoleón, pero tres años después se editó en Londres;  allí presentará una interesante perspectiva sobre el contraste entre kultur a la alemana y civilisacion a la francesa, tema que luego ocupará a muchos teóricos. Esta discusión tomó altura durante la Gran Guerra, donde también fue evidente un frente de batalla entre los intelectuales alemanes y los franceses. La kultur procedería de la esencia nacional y sería precisamente la cultura alemana, mientras que la civilisacion excedería el campo nacional y acentuaría lo que hay de común en todos los seres humanos. Partidarios de una y otra teoría se cruzaron y, finalizada la guerra,  la polémica no cesó. Luego de la Restauración Madame de Staël regresó a Francia y allí murió. Pero el mito de la universidad surgido con ella continuará con Wilhelm von Humbolt, para quien la institución era la cumbre de la formación humanista. Hegel la consideraba el reino del pensamiento y el templo de la verdad donde el filósofo es el sacerdote, idea coincidente con la que tenían Heine, Nietzsche y otros pensadores.

En Francia el sistema universitario fue obra de Napoleón, donde se cuela la burguesía y entonces se forma una aristocracia intelectual en mérito a la capacidad y no al privilegio de la cuna como era tradicional. La materia fundamental, eje de la vida universitaria, tanto en Francia como en Alemania todavía era la filosofía, que terminó convirtiéndose en el nexo entre la institución académica y el Estado. Schopenhauer criticó la filosofía universitaria, las concesiones que Hegel y sus discípulos obtenían del Estado, la falta de crítica de los estudiantes que se someten al discurso del profesor, así como el lucro, ciertas maquinaciones y mezquindades académicas. Parecería que Schopenhauer viviese y denunciara lo que sucede con la universidad de la posmodernidad.

En el Renacimiento las universidades europeas competían por contratar a los maestros más célebres, así muchas generaron su prestigio. Hoy los medios publicitan los rankings de las distintas universidades del mundo como si se tratase del listado de los mejores deportistas. Rectores y decanos hacen declaraciones altisonantes que la realidad niega. El trasfondo de estos rankings es el negocio. Se trata de una modalidad marketinera que surgió con el nuevo siglo. Hace poco me hallaba en Zúrich frente al Instituto Politécnico donde Albert Einstein estudió y luego fue profesor, y me preguntaba si los que allí asisten podían llegar a pensar que al egresar tendrán la talla intelectual de Einstein (…)

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldo Amatriain (FICA)

http://periodistas-es.com/luces-sombras-marketing-academico-91575

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