Luna en Brasil es un drama romántico basado en una historia real, el amor entre la arquitecta brasileña Lota de Macedo (Glòria Pires) y la poeta norteamericana Elisabeth Bishop (Miranda Otto), que llegó a Brasil en los años 50 invitada por una amiga (Tracy Middendorf), antigua compañera de universidad a la que acaba desbancando del corazón de Lota.
En Nueva York, ha dejado Elisabeth Bishop a un amigo y poeta (Treat Williams), que es quien corrige sus versos con honradez y la requiere de amores cada vez que se citan en Central Park. Ella ni lo considera.
Elisabeth Bishop es considerada, junto con Emily Dickinson, Silvia Plath y Mary Oliver, una de las cuatro mayores poetas norteamericanas del siglo XX, y es citada por última vez en la película Siempre Alice, por Julianne Moore, su actriz protagonista, a propósito de las pérdidas.
Elisabeth Bishop es una especialista en el tema de las pérdidas y se le da muy bien expresarlo. Tanto, que hace de la pérdida y las pérdidas el leit motiv de su poesía triste y desolada. Pero, como ocurre con esos enfermos terminales que gozan de una mala salud de hierro (hasta el punto de que sus cuidadores mueren antes que ellos), ella muestra una resistencia numantina ante los sufrimientos y humillaciones que le infligen por igual el medio natural y su amante, y es ahí donde se ve que cuando agarra algo, ella ya no lo suelta. De apariencia extremadamente frágil, su alma doliente y su cuerpo transparente superan todos los obstáculos y es siempre su partenaire quien acaba cayendo en la zanja.
De este hecho, este carácter y esta naturaleza extraños, se derivará el terrible final en que ella seguirá incólume como el ciprés, volviendo a sus clases magistrales después de ganar el premio Pulitzer gracias a su amante, mientras la poderosa y sometedora Lota de Macedo acabará arrastrando el ala, como un albatros herido, siguiéndola por NY. Pero el amor tiene sus leyes y se acaba. El pesimismo -así se muestra en la película- tiene muchísimo agarre también para los que han nacido en un país lleno de sol y es lo que le ocurre a Lota de Macedo, quien, ya antes de conocer a Bishop, se sabe de memoria versos suyos.
Y es que la brasileña también es muy suya en sus mangoneos y dominaciones. Porque ella no se habla con su padre, un político que la avergüenza, pero sí se vale de su influencia y de sus dineros para transformar paisajes, arrasar selvas a su antojo, otorgar premios literarios en los que la política influye…, todo a favor de su amor (algo que gusta a cualquier mujer en su hombre), pues todo lo utiliza ella para seducir… Se presenta así como una supermujer.
Bishop tenía una poesía pesimista que se correspondía con su actitud vital, cosa que atrae sobre manera a la brasileña mandona que en un principio, cuando la Bishop va a visitarlas, comparte cama con su mejor amiga de universidad, que es quien la ha invitado. Amiga que sufre destronamiento a causa de la pasión sorpresiva que allí se desata y que no perdonará jamás.
A partir del estallido de la pasión entre ambas, la amiga, que ocupaba el corazón y los favores de la brasileña (aunque de manera mucho más tibia: nada de este volcán que se ha desatado ante sus ojos), no perdonará ocasión de dañar la relación, y ante la contrariedad fatal, su comentario acerca de la amiga es éste: Siempre lo ha estropeado todo. Por ella se suicidó un compañero del colegio cuando le escribió un papel. Lo cierto es que Bruno Barreto logra una película bellísima y de trágico final que resume lo que fueron esos 15 años de amor entre estas dos mujeres. Una película que explícita el amor lésbico (lo cual se agradece) en las maravillosas playas y las lujuriantes selvas de Brasil (de las que es dueña y señora la arquitecta Lota de Macedo), y deja claro quién es la más fuerte.
A Lota de Macedo se debe el proyecto de construcción del Parque do Flamengo (Parque Brigadier Eduardo Gomes), tal como se muestra en la película.