Hoy es un día de esos que te duelen a media tarde y sin permiso.
Más allá de más nunca, después de la lejanía, allende los confines no imaginados, está la claudicación jamás realizada. Mandela es la lucha.
Más allá de un día, después de una batalla, late la esperanza a toda prueba. Mandela es la palabra.
Más allá del dolor está el empecinamiento que desmiente la debilidad. Mandela es la resistencia.
Todo lo dicho y callado, todo lo aprendido y compartido, la movilización sostenida por todo lo que contribuya a la dignidad provoca rebeldía y estremece.
Sobran los silencios y el clandestinaje. Se desacata la orden luctuosa, se rechaza la absurdez del encierro y se sale a la calle para no quedar fuera del nicho que interpela cada vez que se pierde el aliento.
Hay personas que se siguen por obediencia, hay líderes a quienes se les respeta. Mandela es Tata, padre, guía porque es amado, respetado y por tal, obedecido.
En 1994, Nelson Rolihlahla Mandela es democráticamente elegido como presidente en Sudáfrica. El hasta entonces líder de la lucha por los derechos civiles de la población negra, se convierte en el guía del país “arco iris” donde blancos y negros disfrutaran de derechos y no de privilegios.
Quien ejerce un cargo de decisión genera obediencia pero si tiene la capacidad de convertir el sol en bandera que conmueve, es un líder que inspira respeto. Y si, además, inicia un ciclo aún en las proximidades del abismo; ocupa vacíos abandonados en la tarde; cree en la grandeza de la humanidad porque tiene entre el alma y el cuerpo una rosa abrazando un puñal, es amado y, por tanto, guía.
Nelson Rolihlahla es sinónimo de resistencia porque tiene el alma pronta a sobrevivir ante cualquier adversidad. Tiene el valor de afrontar el riesgo del eterno comienzo, postergar el luto, dejar que en clave de arena surja la denuncia.
Madiba rima con nostalgia más nunca con tristeza, jamás con soslayar la verdad de la entrega ni transmutar en calma la indignación. Tiene siempre la conciencia en el reverbero.
Aprende, con la historia de cada día, a argumentar la máxima felicidad posible en la lucha aunque haya fango o lágrimas bajo las palabras.
Mandiba Mandela lega la oportunidad de revolucionarse siempre hacia el respeto, admitir la urgencia de lo amado, no hipotecar el futuro ni gestar la rabia, dibujar en la vida el mismo trazo hacia la esperanza.
Hay almas que de tan solidariamente gente que son se convierten en poemas. No le temen a las balas ni a los besos. Dejan su texto como rescoldo, palabras que se encenderán en el momento preciso.
Hay gente que perpetúa su vida en vidas ajenas. Poesía hecha de carne y hueso que se esfuerza, se afana cada día; se te atraviesa en la calle y reconociendo la urgencia del verbo, adjetivalmente se ennoblece ante un sustantivo siempre plural.
Hay lugares del alma (donde duele, donde se espera, donde amorosamente se construye) donde nunca podrá haber silencio, donde siempre se tendrá la puerta abierta para recibir y hospedar a la gente-poema.
La muerte está en el olvido. El olvido está en el silencio. Mientras haya alguien que nombre, la vida permanece. Pero para nombrarte se necesita ser mucha gente, mucho poema. En mi vientre de papel o en mi endeble corazón textual puedes fijar residencia porque lo más complejo y profundo se expresa sencillamente. Como tu vida, Madiba.
Autores:
- Palabra: Ileana Ruiz
- Ilustración: Xulio Formoso
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Magnífico artículo acompañado de la mejor caricatura de Mandela que he visto nunca y he visto centenares. Mientras haya material como este que te nombre, la vida permanecerá en ti, Madiba. Sin duda.