¿Mala convivencia o estrategia política?

«Lo que ha sucedido últimamente entre Sánchez y Milei supera la buena convivencia»

Roberto Cataldi[1]

Un veterano político como el expresidente de Uruguay Julio María Sanguinetti menciona los principios elementales de convivencia internacional, de respeto entre los jefes de Estado y de gobierno, más allá de las diferencias políticas que puedan tener.

En efecto, considera que la «grosera injerencia en los asuntos políticos» de otro país por parte de un presidente, obedece al actual debilitamiento institucional producido por los populismos. Y a su vez reconoce que si bien los modos de actuar y la comunicación han cambiado, no cambiaron los principios que rigen la convivencia internacional, las normas y las prácticas en el respeto a las soberanías, que permiten la cooperación entre los Estados.

En América Latina Hugo Chávez no se privó de dirigir insultos a otros presidentes, bástenos algunos agravios que ya son históricos, y su agresiva forma de actuar hizo escuela como hoy podemos comprobar.

Pero este problema de convivencia no solo es internacional, también se da con la convivencia puertas adentro, lo padece el periodismo que asume de manera independiente una actitud crítica y no se amedrenta o rehúye las ventajas de ser portavoz del poder, asimismo pasa con los ciudadanos de a pie que ejercen su derecho a protestar por aquello que consideran indigno.

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Encuentro entre Donald Trump y Javier Milei el 25FEB2024

Donald Trump, durante su presidencia, habría llamado a los países de África «shitholes» (pozos de mierda) y calificado a México como un país de «criminales y violadores». Ahora pretende volver a la Casa Blanca pero luce más envalentonado, quizá con ánimo de venganza, e incluso prometiendo ser desde el primer día un dictador si resulta elegido.

Pues bien, el expresidente dijo que expulsaría del país a cualquier estudiante extranjero que participe en protestas contra las acciones militares de Israel en la Franja de Gaza si gana en noviembre próximo, y acuso al actual presidente Biden de ser «corrupto» y una «amenaza para la democracia», sin embargo es evidente que para Trump la democracia se agota en el acto eleccionario, que por supuesto debe darlo por ganador, caso contrario denuncia fraude.

En los días que vivimos, si un ciudadano corriente ofende públicamente a una autoridad del gobierno puede verse en serios problemas, y es probable que deba comparecer ante la justicia, pero esto no le sucede a un político respaldado por millones de votantes (comparecer ante los tribunales le otorga publicidad gratuita) ni a un jefe de gobierno que puede repartir ofensas a diestra y siniestra porque goza de inmunidad…

Ahora bien, se supone que el que ocupa una posición de máxima jerarquía del Estado debe guardar las formas y actuar civilizadamente, más allá de la ideología que profese, pues los gobernantes, además de gestionar con sentido razonable y humanitario, deberían ser un ejemplo en su modo de hablar y de actuar, revelando una «buena educación», ya que representar a toda una nación implica deberes y obligaciones, que no se le exigen a un ciudadano de a pie.

Una persona mal educada desconoce el respeto por el otro, no se atiene a las normas sociales y a las buenas maneras, incurre en groserías y muestra rasgos de incivilizado.

Pero al parecer, esa mala educación sería más bien una «estrategia política», sencillamente porque a muchos les cae bien. No es casual que estos políticos u outsider que en definitiva hacen política, vivan pendientes de las redes sociales, justamente porque éstas crean su propia realidad.

Hoy cualquier individuo amparado en el anonimato puede proferir insultos, burlas, descalificaciones, dar falsa información, y ahora se le suma las posibilidades que ofrece la inteligencia artificial.

Yo pienso que si existen «diferencias personales» entre dos jefes de Estado o de gobierno, no tendrían por qué tomar estado público, a lo sumo pueden comunicarse por videoconferencia privada e insultarse mutuamente… Porque si los insultos y agravios los declaran ante los medios no hay duda que la intención es que sean de conocimiento público, y entonces existe interés en que gente de uno y de otro país de alguna manera participe en la reyerta.

Lo que ha sucedido últimamente entre Sánchez y Milei supera la buena convivencia, por más que nuestra cancillería le baje el voltaje y diga que solo se trata de un asunto personal, que no afecta la relación entre las dos naciones.

Puede ser que no afecte los negocios, pero creo que sí nos desagrada a los ciudadanos pensantes de uno y otro país.

Pasado el período independentista, muchos españoles perseguidos se refugiaron en la Argentina, así como luego sucedió con muchos argentinos que por motivos políticos fueron acogidos en España. Hay lazos históricos que no pueden ignorarse.

Pero aquí el predicador libertario, devoto minarquista, cree que es el nuevo faro de Occidente, sigue con el show que agrada a su feligresía, antepone su agenda personal a la agenda del país que tiene serios problemas, y no comprende que la democracia se basa en un diálogo civilizado con aquellos que piensan distinto.

En casi seis meses no logró sacar ninguna ley del Parlamento, mientras que Raúl Alfonsín (con todos los errores que cometió) obtuvo su primera ley a los seis días de llegar al gobierno, con la derogación de la Ley de Amnistía que permitió enjuiciar a las Juntas Militares y afianzar la democracia.

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain, argentino, es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)
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