Hacen falta muchos días para disfrutar sin prisas, y sin llegar a la saturación, de los más recientes museos de Málaga. Estamos en los últimos días de 2017, alternan las nubes y la llovizna con el sol, pero la temperatura es una delicia comparada con la del Madrid que dejé el martes, con 4 grados por la mañana temprano. Aquí me encuentro con 18, y llegará hasta 22 en los próximos días.
Me propongo curiosear por los museos Carmen Thyssen, el museo Picasso y la casa natal de Picasso, en la plaza de la Merced, punto clave del centro de Málaga. Desde la Plaza de la Constitución, y a lo largo de la calle Granada, distintas Escolanías cantan villancicos al son de guitarras. La iluminación de las calles es espectacular, muy superior a la de la capital de España. La de calle Larios es una inmensa bóveda de luz. Y la decoración con flores de pascua por todos los jardines de la ciudad y árboles navideños, cuajados exclusivamente de estas flores, añaden belleza a la par que rinden homenaje al clima.
También me acercaré al Museo Ruso y al Centro Pompidou. A museo por día y desde luego a disfrutar de la vista del Teatro Romano y la Alcazaba desde la calle Alcazabilla. No muy lejos queda la Catedral, representación de tres culturas clave en nuestra larga historia.
El museo Carmen Thyssen está en el renacentista Palacio de Villalón, mas una extensión reciente que muestra una interesante solución arquitectónica interior. Además de tres plantas de colecciones permanentes, en este momento se puede ver una interesante exposición temporal dedicada a Juan Gris y María Blanchard, muy bien comisariada, en el sentido del diálogo establecido entre ambos artistas entre 1916 y 1918. Para Gris estos años representan un periodo de reflexión en su búsqueda personal; para María Blanchard, una inmersión madura y creativa en el segundo cubismo. Ambos seguirán otros caminos a partir de 1920. En la pintura de la exposición predominan los objetos, la geometría y la síntesis. Cromáticas brillantes, casi siempre el blanco como punto de partida hacia contrastes con amarillos, ocres, verdes y diversas gamas de rojos, con gran equilibrio compositivo. Ejemplos señeros de esta conjunción Frutero y periódico y Guitarra y frutero de Gris y Sé buena (Juana de Arco) y Botella y frutero sobre una mesa de Blanchard.
La exposición cuenta con una segunda sección dedicada a los cubismos, en la que, además de los dos artistas de cabecera, hay obras de Jean Metzinguer, Albert Gleizes y Jacques Lipchitz. Ellos compartieron una etapa de redefinición del cubismo a través de búsquedas individuales y felizmente convergentes. Gris es la figura central de este periodo, 1916-1927. Hubo siempre entre ellos, más allá de la amistad personal, una sintonía creativa que se plasmó en expresión de formas geométricas planas en la que convivieron la abstracción y la figuración. Ellos consagraron el cubismo como el lenguaje de la modernidad más vanguardista. En la muestra se unen a ellos, entre otros, Salvador Dalí, con un fascinante retrato cubista de García Lorca, y Benjamin Palencia con el famosísimo Bodegón del sifón, procedente del Reina Sofía de Madrid. De Jean Metzinguer una preciosista Naturaleza muerta del museo de Bellas Artes de Bilbao y de Lipchitz la escultura en madera natural Hombre con mandolina del Centro Pompidou de París.
Las tres colecciones permanentes constan de las secciones Paisaje romántico y costumbrismo, Preciosismo y pintura naturalista y Fin de siglo. En todos los casos, todos o casi todos los cuadros expuestos pertenecen a la colección de la baronesa, cedidos al museo de Málaga.
De la primera de estas colecciones destaca su dedicación al romanticismo y costumbrismo andaluz. No solo porque estemos en un museo de Málaga, sobre todo porque Andalucía fue la quintaesencia de la imagen romántica de España y así lo reflejaron artistas, literatos y músicos de España y resto de Europa, sobre todo de Francia desde mediados del XIX.
El cosmopolita Genaro Pérez Villaamil, Manuel Barrón y Carrillo, Manuel Cabral Aguado Bejarano, José Moreno Carbonero, Guillermo Gómez Gil, Manuel Wssel, son los mejor representados con paisajes, bailes en gañanías de cortijos, gitanos en costumbrismos varios, lavanderas, etc.
Los preciosistas Mariano Fortuny, José Benlliure, Raimundo de Madrazo, José Moreno Carbonero, Emilio Sala y los paisajistas Carlos de Haes y Martín Rico son los españoles más internacionales. Algunos, como Rico, más conocidos fuera que dentro de España, ilustran la colección que refleja la transformación preciosista encabezada por Fortuny durante la segunda mitad del XIX, esmerada en el color y en los detalles en auténticas joyas de pequeño formato. Haes y Rico representan la reacción paisajista al romanticismo a favor del paisaje realista, del natural.
La colección Fin de siglo está representada por artistas tan paradigmáticos como Aureliano Beruete, Joaquín Sorolla, Darío de Regollos o Ignacio Zuloaga. La renovación del paisaje, la pintura luminosa y optimista, el cosmopolitismo y la bohemia de las que también son puntales Ramón Casas y Francisco Iturrino. Pero si pudiera quedarme con un cuadro de esta colección, éste sería sin duda La Puerta del Sol pintada en 1902 por Enrique Martínez Cabello. Una maravillosa perspectiva con lluvia que se refleja en el pavimento y que recuerda a la Rue Saint Honoré de Utrillo (Museo Thyssen de Madrid) en este y otros aspectos… La luz neutra, los coches de caballos, los tranvías y los peatones, hoy por hoy, son toda una lección de historia a la par que de arte.
Finalmente, hay una Sala Noble en la que destaca la Santa Marina de Zurbarán. Una sala dedicada a una conversación de Disparates entre Goya y James Ensor de grabados y litografías que nadie se puede perder. Algunos, tan vigentes como El sueño de la razón produce monstruos.