Niñas y niños sirios, demacrados y flacos pidiendo limosna y vendiendo chicles se han convertido en un fenómeno típico de las calles de la capital de Líbano. Huyeron del conflicto en su país, pero siguen acechados por sus consecuencias, informa Shelly Kittleson (IPS) desde Beirut.
La mayoría de las personas que huyeron de Siria cruzando la frontera con Líbano viven en asentamientos informales en pésimas condiciones de higiene, lo que para muchas ellas se traduce en problemas de salud como diarrea y desnutrición y, para las más vulnerables, hasta la muerte.
Hasta fines de enero, casi 40.000 niñas y niños habían nacido como refugiados. Mientras, la cantidad de menores que huyeron al extranjero se cuadriplicó entre marzo de 2013 y marzo de este año superando los 1,2 millones.
La falta de atención médica, de alimentos y de agua potable causó innumerables pérdidas humanas desde el comienzo del conflicto sirio, en marzo de 2011. Estas muertes no figuran en el registro diario de «víctimas de la guerra», aun cuando se ven cuerpos decrépitos y rostros raquíticos en las fotografías de las zonas asediadas.
El caso del campamento palestino de Yarmuk, a las afueras de Damasco, llamó momentáneamente la atención de la comunidad internacional a principios de este año, cuando Amnistía Internacional divulgó un informe detallando la muerte de casi 200 personas bajo el asedio del gobierno sirio. Muchas otras áreas experimentaron, y siguen sufriendo, el mismo destino sin que nadie lo vea.
Una palestina-siria de Yarmuk, dijo a IPS que algunos de sus familiares siguen en Hajar Al-Aswad, un área cerca de Damasco, con una población de unas 600.000 personas antes del conflicto. Las que se quedaron en la zona siguen sufriendo «tanto, sino más que en Yarmuk» y están sometidas a las mismas tácticas brutales de falta de alimentos. Sin embargo, no concentró la misma atención.
La ciudad de Homs, una de las primeras en levantarse contra el régimen del presidente sirio Bashar Al Assad, también fue sometida a un sitio de tres años hasta mayo de 2014, cuando militares sirios y su aliado el libanés Hezbollah (Partido de Dios) recuperaron el control.
El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decidió por primera vez el 14 de este mes, autorizar la asistencia transfronteriza sin la aprobación del gobierno de Assad, que se concretará a través de cuatro cruces desde los países vecinos. La resolución creó un mecanismo de monitoreo por un periodo de 180 días para cargar los convoyes humanitarios en Iraq, Jordania y Turquía.
Los primeros suministros incluirán tabletas de purificación de agua y productos de higiene personal, en especial para prevenir las enfermedades transmitidas por el agua contaminada y que causan diarrea, que, a su vez, causa severos casos de desnutrición.
Miram Azar, de la oficina del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), dijo que «antes de la crisis, no era común la desnutrición en Líbano ni en Siria y otros actores tuvieron que capacitar a los proveedores de la salud para su detección, monitoreo y tratamiento», aun antes de atender el problema propiamente dicho.
Pero ya comenzaba a aumentar: «la malnutrición ya era un problema en Siria aun antes del conflicto», según un informe de Unicef divulgado este año. «La cantidad de niños con problemas de desarrollo, que son demasiado pequeños para su edad y cuyo cerebro no se desarrolla bien, aumentó de 23 a 29 por ciento entre 2009 y 2011», señala.
La malnutrición que sufren los bebés en sus primeros mil días de vida (desde el nacimiento hasta los dos años) tiene consecuencias de por vida, como mayor propensión a enfermedades, obesidad, reducidas capacidades cognitivas y pocas posibilidades de desarrollo para el país en el que viven.
Azar señaló que «preocupa la malnutrición debido al deterioro de la seguridad alimentaria que sufrían los refugiados antes de irse de Siria», así como por «el aumento de los precios de los alimentos durante el invierno».
La economía siria está paralizada a causa del conflicto y la producción agrícola cayó en forma drástica. La violencia destruyó granjas agrícolas, arrasó campos y desplazó agricultores.
El precio de los alimentos básicos se volvió prohibitivo en muchas áreas. En una visita a las zonas rebeldes en la norteña provincia de Idlib en el otoño boreal de 2013, residentes locales comentaron a IPS que el costo de los alimentos básicos como el arroz y el pan, se multiplicó por diez antes del conflicto, y en otras áreas la inflación fue peor.
Jihad Yazigi, especialista en la economía siria, arguyó en un informe político del Consejo de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, publicado a principios de este año, que la economía de guerra, que «se alimentaba directamente de la violencia e incentivaba la lucha constante», se había afianzado cada vez más.
Mientras, los presos políticos liberados gracias a amnistías cuentan las severas privaciones de agua y alimentos que padecieron en la cárcel. Muchos fueron detenidos por actividades pacíficas como ejercer su derecho a la libre expresión y a ofrecer ayuda humanitaria, amparándose en las leyes contra el terrorismo adoptadas por el gobierno en julio de 2012.
No se dispone de cifras exactas sobre la población carcelaria de Siria. Pero la organización Centro de Documentación de Violaciones señala que 40.853 personas detenidas antes del levantamiento en marzo de 2011 siguen en prisión.
Maher Esber, un preso político que estuvo en una de las cárceles más conocidas de Siria entre 2006 y 2011 y que ahora es uno de los activistas que viven en la capital libanesa, dijo a IPS que era normal que los grifos solo tuvieran agua durante diez minutos al día para beber e higienizarse.
También se dañaron o destruyeron la mayoría de las instalaciones de agua, lo que agrava la probabilidad de enfermedades infecciosas y malnutrición. Una gran estación de bombeo en Alepo, que fue dañada el 10 de mayo dejó sin agua a casi la mitad de esa ciudad, una de las más pobladas de Siria a 300 kilómetros de Damasco.
El incesante bombardeo del régimen casi hace imposible arreglar la red de distribución, y numerosos especialistas ya alertaron sobre la posible catástrofe humanitaria que asolará a los residentes que quedan allí.
La decisión de la ONU de despachar suministros humanitarios siguió al rechazo del régimen sirio de cumplir con la resolución de febrero que reclama un rápido acceso, seguro a irrestricto. Pero Damasco alertó que consideraba el envío no autorizado de asistencia a las zonas rebeldes como un ataque.