Juan De Dios Ramírez-Heredia¹
Sabía que esto pasaría. Lo presagiaba y al final la triste realidad lo ha confirmado. Leo con verdadera consternación noticias que te hielan la sangre. En algunos casos, los gitanos y las gitanas son agredidos físicamente en los pasos fronterizos y en los procesos para el refugio.
Una mujer romaní que había llegado a Moldavia dijo que ella y su familia habían pasado cuatro días esperando en la frontera sin comida ni agua, y que después de encontrar un refugio fueron expulsados por los propios guardias ucranianos.
Al llegar a las fronteras de los estados vecinos se han encontrado con una discriminación «brutal» a ambos lados de las fronteras del país. Tanto que los más diversos grupos de defensa de los derechos humanos están poniendo el grito en el cielo.
Nuestro más acreditado punto de referencia
Zeljko Jovanovic se ha convertido en el informador de referencia para conocer la situación por la que atraviesan los gitanos ucranianos. Es un líder gitano que dirige la Oficina de Iniciativas Rromá, cuyo objetivo es fortalecer las voces y el liderazgo de los gitanos, así como mejorar las políticas públicas y los servicios que se les brindan.
Su experiencia es valiosa porque anteriormente había trabajado para la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). En su día ayudó al gobierno serbio para diseñar proyectos municipales para romaníes financiados por la Unión Europea.
Su testimonio es dramático: «Grupos que trabajan sobre el terreno en las fronteras de Eslovaquia, Rumanía y Hungría nos han confirmado la dura discriminación que sufren las familias gitanas, y también los informes de los medios de comunicación lo han respaldado. Los gitanos son maltratados tanto por los guardias fronterizos como por la población local una vez que salen de Ucrania».
Hay organizaciones en los países colindantes con Ucrania que están desarrollando un trabajo extraordinario acogiendo a las familias gitanas que intentan salir del infierno de la guerra. No hay que olvidar que Ucrania es un país muy grande y que tiene frontera con siete países. Al norte y al este tiene la frontera más larga con Rusia. Con Bielorrusia por el norte. Por el oeste linda con Polonia y Eslovaquia y por el suroeste comparte frontera con Rumanía, Hungría y Moldavia. La población gitana de estos países supera los cinco millones de personas.
Algunas muestras de discriminación
El Centro Europeo de Derechos de los Gitanos (ERRC Estas son sus siglas en inglés), ha denunciado que en todas las fronteras de los países donde se acogen refugiados se les hace esperar en colas muy largas de muchos kilómetros, sufriendo las inclemencias de un tiempo de frio infernal. Colas interminables que no hacen los refugiados «gachés». «Los gitanos siempre son los últimos en salir del país», afirmó Jovanovic.
Béla Rácz es miembro de la Conferencia Permanente Gitana, una organización húngara de debate e ideas que se ocupa de la minoría gitana de su país. Béla Rácz que ayuda a los refugiados romaníes que llegan a Hungría, dijo que durante los tres días que su organización pasó en la ciudad fronteriza de Zahony, en el este del país, los gitanos fueron víctimas de la desconsideración de la policía tanto ucraniana como húngara.
Los refugiados llegaron a la frontera en autocares distintos —en uno los gitanos y en otro los «gadchés»—. La policía ucraniana había dispuesto esa forma de traslado. Pero lo más grave del caso es que, según atestigua Béla Rácz, «las madres gitanas fueron controladas por la policía húngara muchas veces, pero las madres no gitanas no».
Jaroslav Miko, al frente de una ONG que ha transportado a más de cien refugiados romaníes desde la frontera entre Ucrania y Eslovaquia hasta la República Checa, aseguró que había visto «discriminación de los romaníes entre los voluntarios que recogían a la gente en la frontera».
Afirmó, como ejemplo, que los voluntarios recogían a algunos refugiados en vehículos y los trasladaban a otros lugares, pero que a las familias romaníes se rechazaba brindarles ayuda. Así lo confesó a Inter Press Service (IPS) que es una agencia mundial de noticias, comprometida con el ejercicio de periodismo independiente y especializada en reportajes analíticos sobre procesos y acontecimientos económicos, políticos, sociales, artísticos y culturales. Los reporteros de IPS han dado fe de la marginación que sufren los refugiados gitanos.
Hay que tener el corazón de piedra para no emocionarse
Estoy seguro de que la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles nos conmocionamos cuando vemos las imágenes dramáticas que nos ofrecen las televisiones. Ciudades arrasadas por las bombas, hospitales, iglesias y escuelas convertidas en escombros.
Madres destrozadas con sus hijos en brazos buscando refugio contra el fuego y la metralla de llueve desde los aviones. Y me digo que el corazón de los ciudadanos rusos no puede ser tan duro como para no conmoverse ante tanto dolor. (Pero esta es otra faceta de las guerras que se ganan o se pierden primero en los medios de comunicación. Ya me ocuparé)
A mí me ha emocionado hasta las lágrimas contemplar la imagen de una mujer gitana mayor, cuya petición la expresa con este simple lamento: «Todo lo que necesitamos es algo de beber y pan seco. Lo principal es que toda la familia esté junta».
Pero la esperanza sigue abierta
Los gitanos y las gitanas están reaccionando. Especialmente los de las familias de los países vecinos que están proporcionando toda su ayuda. Así lo han reconocido los medios de comunicación. Incluso Zeljko Jovanovic ha manifestado que «hay una buena red de grupos de activistas romaníes que coordinan el trabajo para ayudar a los refugiados, y también hay alcaldes romaníes en muchas ciudades cercanas a las fronteras de Rumanía y Eslovaquia que están dispuestos a acoger a los refugiados romaníes y a organizar su alojamiento».
Y en España igualmente hay varias organizaciones gitanas que han puesto en marcha sus recursos para llegar hasta la frontera polaca con Ucrania para entregar ropa y alimentos y traerse a nuestro país a las familias que quieran acompañarlos.
Que Devel les diñele buter latchó bají. (En kaló: “que Dios les dé muchísima buena suerte)
- Juan de Dios Ramírez-Heredia Montoya es abogado y periodista, presidente de Unión Romaní
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