Manejar las distancias no es fácil hoy en día. Todos vamos muy deprisa, entiendo que demasiado, y la frenada o bien no se produce o nos lleva a derrapar. Lo cierto es que, para que no pase ni una cosa ni otra, hace falta que nos entreguemos a nuestro destino con un gran equilibrio. La vida es, la hemos hecho, complicada. Por ello, debemos procurar volver a realizar, con propiedad, el camino que nos toca a cada cual. No olvidemos que lo más relevante es aprender y compartir. No todo está en poseer.
Advirtamos también que las competencias por ganar nos hacen obsesionarnos, obcecarnos, con lo que es posible o deseable sin que tengamos el tiempo suficiente para maniobrar y sopesar verdaderamente cuanto nos ocurre. Lo que nos es provechoso desde el punto de vista individual o colectivo es digno, o debe ser, de estudio. Únicamente de este modo sobreviviremos ante nuestro futuro. Es evidente que tiramos muchas labores por tierra, y eso nos rompe. Siempre nos han destacado que no debemos malgastar las energías que poseemos, mas no solemos hacer caso.
Lo ideal es aprender a controlar los espacios, a ver y a descifrar sus dimensiones, calculando lo que se puede desarrollar y lo que no. La existencia está llena de opciones, de grandes oportunidades, pero, para que demos con ellas, para que les saquemos partido, es preciso que sepamos sus esencias. El análisis ha de ser constante.
Consultemos nuestras creencias. Nos irán dictando cuestiones cruciales para el corazón. No consintamos heridas que nos puedan derrotar antes de empezar nuestro mejor intento. Aprovechemos lo que somos, lo que albergamos en forma de habilidades.
Asimismo, mostremos vitalidad en la búsqueda de los sitios donde podemos seguir en paz, donde podemos ser felices. La andadura no será a en todo momento fluida, pues es normal que de vez en cuando nos sobrevenga algún altibajo para dar con la razón de nuestro existir, si bien seguro que merece la pena. Pongamos trechos relevantes en nuestra cotidianeidad y experimentemos cada recoveco.
Las aventuras diarias nos llevan reiteradamente por derroteros que no siempre acertamos a comprender. No obstante, hemos de entregarnos todo lo que podamos para asumir quiénes somos y por qué. Caminemos con reposiciones de aquello que falle, de lo que no tengamos. La previsión ayuda muchísimo.
Ponderar, valorar
Lleva tiempo que conozcamos a algunas personas, esto es, que demos con las características que podemos considerar básicas en su filosofía y en su comportamiento con el fin de establecer y de tocar los fundamentos que alimentan, o deberían, el devenir cotidiano. Precisamos dedicación para acercarnos a los demás: hemos de ir poco a poco, con tiento. La existencia está llena de impresiones nobles. Las hemos de ver, de ponderar, de valorar. Lo lógico es que no tomemos decisiones a la ligera cuando tratamos de aproximarnos a los otros. La confianza y la paciencia nos sirven de manera óptima.
Por otro lado, tengamos presente, porque nos ayudará en las relaciones, que la “proxémica” analiza la importancia de las ubicaciones, de los espacios, de las distancias en lo personal, en lo profesional y en lo colectivo o societario. Hay unos cánones universales que hemos de aplicar, y también es interesante que apreciemos que cada cual tiene sus propios criterios a la hora de ponderar los trechos que dejamos o que deberíamos dejar. En este mismo sentido, es necesario que periódicamente hagamos chequeos de cómo nos comunicamos, pues seguramente, con las consiguientes mejoras, en el medio o largo plazo todos no percibirán como nosotros deseamos. Hagamos cuanto esté en nuestras manos para que así sea.