En Europa la Eurocopa, y en América, la Copa América, dos eventos que en los actuales momentos mantienen cautiva la atención de millones de personas, especialmente de los aficionados al balompié, entre los que cuento y me encuentro.
Es inevitable hablar de ambas competencias, dada su importancia, pues acude, por lo menos en el papel, lo más granado del fútbol del viejo continente y el de esta parte del planeta.
Sobre cuál es más importante, es algo que siempre ha sido tema de controversias y aun de discordias; pero lo que sí es indudable es que la Copa América es el torneo de selecciones más antiguo del mundo.
En esta edición, que se juega en Estados Unidos, a la fecha de hoy, está por concluir la fase de grupos, con la selección Vinotinto clasificada a cuartos de final, aún con un partido por disputar, lo que sin dudas ha sido una excelente participación que inspira a los jugadores, al cuerpo técnico y a los seguidores.
Pero de fútbol no es de lo que quiero hablarles, sino de una frase que nació en 2020, «cuando la Vinotinto comenzaba su camino clasificatorio para la fase final del Mundial Qatar 2022, y resurgió con mayor fuerza cuando empató a un gol con Brasil en casa de la selección pentacampeona del mundo.
Desde ese entonces se ha convertido en un símbolo de la afición, usada para expresar la confianza en que la Vinotinto se convierta en una selección mundialista, como lo han estimado muchos entendidos en la materia, que han asegurado que en la fase final del venidero mundial de fútbol hará el debut. ¡Yo tengo fe!
Es inevitable que en las publicaciones en redes sociales, en tertulias futboleras, en transmisiones televisas y radiales se mencione la frase «Mano tengo fe», que como se dice en la actualidad, se ha vuelto viral.
Para escribir este artículo estuve indagando sobre la célebre expresión, con el deseo de saber si es propia o adoptada y si hay alguien a quien pueda ser atribuida; pero la información que existe es muy escueta. Esto no quiere decir que no haya un autor o autores; pero yo no los encontré.
Ahora, desde el punto de vista lingüístico y gramatical, que es lo que manejo con relativa facilidad y de lo que me atrevo a escribir sin ningún temor, debo decir que se la está usando de una manera incorrecta, inclusive en los medios de comunicación social, y eso es lamentable, pues no están consustanciados con su obligación de educar, entretener e informar.
Es aceptable que una persona cuyo nivel de preparación sea bajo, la use (la frase) de manera inadecuada; pero que eso ocurra en la televisión, en la radio o en medios digitales, en los que debe haber un nivel de conocimiento superior al del común de los mortales, es lamentable. Muchos podrían preguntar: ¿cuál es el problema? La respuesta es: hace falta la coma del vocativo.
Para que se entienda bien el asunto, es menester que se sepa que el vocativo es la persona o cosa personificada que tiene función apelativa en la oración. Puede estar al principio, en medio de la frase o al final de esta: «Abuela, en un rato salimos a hacer los mandados»; «Hola, Loli, «¡qué bien te ves!»; «Y esto ha sido todo por hoy, chicos». En el primer ejemplo el vocativo es «abuela», en el segundo, «Loli»; y en el tercero, «chicos».
La coma vocativa o del vocativo, como quieran llamarla, es uno de los usos de la coma en los que más se incurre en impropiedad. A diario aparecen en los grupos de WhatsApp, redes sociales y medios digitales frases y expresiones que solo por adivinación podrán ser entendidas, por la ausencia de la coma vocativa.
En el caso de la frase a la que he aludido y mencionado en este artículo, no existe el riesgo de que alguien no pueda entenderla, pues es una expresión breve, cargada de optimismo, puesta en boga por alguien que está confiado en que la Vinotinto, que es el nombre con el que se conoce a la selección de fútbol de mayores de Venezuela, se convierta en mundialista. La aclaración en cuanto al nombre del combinado futbolístico de mi país, la hago por el hecho de que es posible que en otros lugares a los que pudiera llegar esta publicación, no lo sepan.
La manera adecuada de escribir la pegajosa frase es, «Mano, tengo fe», aunque en la forma oral casi no se sienta la pausa que impone la coma. Es un ejemplo para los que tengan interés en familiarizarse con la coma del vocativo y otros usos. ¡Manos a la coma!
Enhorabuena licenciado… Efectivamente, la coma vocativa sigue siendo una puerta giratoria que nos adentra a un mundo fascinante.
Por ejemplo, en lo judicial, de la coma puede depender la vida o la libertad de una persona.
Que bueno