La copla y su cine pueden gustar o no, como cualquier manifestación artística. Pero el gran éxito de este hombre que acaba de irse, mucho más que por sus actuaciones ha sido por sus dotes de comunicador, por llegar a todos los rincones del planeta de habla hispana y de otras hablas. Deberían ponerle como ejemplo de estudio para todos aquellos que quieran dedicarse a la comunicación de masas: No hay trucos, hay sencillez, humildad, cercanía, fidelidad a sí mismo, a sus orígenes, amor a raudales. Desde luego Manolo nunca hubiera precisado de un intérprete para entenderse con un paisano.
No recuerdo haber visto jamás un mayor despliegue de medios audiovisuales, principalmente TVE como el de estos días, ni tanta gente yendo a acompañarle en un último adios con la emoción que se reflejaba en rostros y palabras. La partida de un hombre así se ha sentido como un jirón de vida que se va. Si esa despedida, en lugar de ser en Benidorm, llega a ser en un auditorio de la Plaza de Colón, del ayuntamiento de Madrid, habría sido algo realmente épico.
Un hombre muy querido sí, en retorno a lo que él ha significado en este país. ¿Quién no ha cantado alguna vez “Que viva España” o el “Porom pompero”? ¿En qué reunión festiva, en que viaje colectivo, ha faltado alguna de sus canciones? ¿Por las canciones en sí o por el sentimiento que transmiten? ¿Por su significante o por su significado? Sociológicamente, Manolo Escobar ha llegado a ser tan símbolo de España como la bandera, más que la bandera, tan injustamente cuestionada. Pero detrás de todo lo que quiera añadir aquí, todo se resume en el más transcendental de los sentimientos que puedan transmitirse: Amor.
Un sentimiento tan ausente en la diaria actualidad y esto también ha estado presente en la despedida de Manolo. Una sociedad frustrada por temores varios o realidades dramáticas, con la autoestima en mínimos, con la esperanza en el mañana frenada a veces brutalmente por acontecimientos que nunca hubiéramos querido ver ni vivir. En tal contexto, una despedida se torna en reconocimiento y gratitud a alguien que ha sabido dar todo eso que ahora falta en forma de canciones, una de las más bellas formas de manifestar amor a su público y a quienes no han sido su público, ha sido un vínculo de identificación con valores necesarios en el devenir de las personas, valores que hacen gratificante la vida, dar y darse, transmitiendo alegría, optimismo, confianza, positividad en suma.
No hay más que echar un vistazo a un alrededor más o menos cercano, incluso lejano para darse cuenta de lo necesarias e importantes que son personas que como Manolo Escobar llegan a ser referentes de todo lo que quisiéramos poder sentir cada día. Y estos días hemos podido sentirlo a través de su adiós, que no es tanto un adiós, porque permanece en la memoria de muchos por medio de unas canciones que ya están asociadas no solo a un género, sino a un estilo de ser en la vida que desearíamos ver con mayor frecuencia.