Cuando un amigo se va, algo se muere en el alma. Tengo pocas cosas que decir de un maestro de periodistas.
Un hombre libre que supo distinguir la información del entretenimiento. Un periodista en el único sentido que tiene esa palabra, que supo transmitir la veracidad de cuanto acontecía contrastando con la pulcritud y el buen ejemplo del informador que vive lo que cuenta, cuanto sucedió en aquellos años cuando la vida y el periodismo emergía en un país llamado España.
Martín Ferrand, un gallego trabajador, como todos le conocían no tuvo descanso y aún escribía y describía acaso la escena necesaria con una opinión que manifestaba no solamente lo que pensaba, sino de nuevo la libertad de la información que tanto ansiaban sus lectores. Fue uno de los grandes. Una persona que pasará a la historia del periodismo español y que retrata cómo fueron los comienzos de lo que hoy se llama televisión privada. Lo que hoy decía Rajoy; “el asentamiento de los valores de la España moderna” a ver si se le pega a alguien más, a usted el primero. ¡Qué ejemplo de gallego!
¿Dónde se han ido todas las flores? dice la canción (Where have all the flowers gone?) Quizá allí. Las flores que personas como él han plantado para que los que hoy hacemos y vemos tele pensemos que el trabajo de aquellos fue acaso el mejor. A ese lugar en donde todos nos volveremos a ver. Entonces no habrá cadenas, ni periódicos, ni nada. Solamente habrá personas que nos devuelvan con certeza, documentación, y un poso enorme de sabiduría los conceptos que alguna vez aprendimos cuando comenzábamos el maravilloso oficio del periodismo. La mejor profesión del mundo; contar aquello que sucede. Y si es de la mano de Manuel Martín Ferrand, mejor.
Descansa en paz maestro. Sé que tus colegas, mis colegas y los colegas que empiezan, solamente lo sienten y no tienen más palabras porque en casa del herrero, cuchillo de palo y tampoco las tengo yo para decirte adiós.