No más embarazos precoces en Guatemala

Ileana Alamilla[1]

Somos un país de gente joven; cuatro de cada diez personas son menores de 15 años y seis no han cumplido 20, es decir que tenemos un bono demográfico que podría significar una gran oportunidad para alcanzar el desarrollo. Sin embargo, este segmento poblacional enfrenta numerosos y graves problemas, tanto en el ámbito de la seguridad, como en el campo laboral. Muchas de esas jovencitas(os) tienen pocas posibilidades de conseguir empleo digno y decente, enfrentan serios riesgos de sufrir violencia, de ser cooptados por criminales, de caer en la tentación de las drogas, o de caer en el barranco de la pobreza donde han permanecido sus antepasados.

Pero hay algo muy dramático que tenemos que erradicar en relación con las niñas y adolescentes. Según datos del Observatorio en Salud Reproductiva (Osar), del 2009 al 2013 se dieron en Guatemala aproximadamente 14 mil matrimonios de personas entre 14 y 19 años, esto sin tomar en cuenta las adolescentes que viven en unión; esta es una práctica muy extendida en nuestro medio, que provoca graves secuelas para esas niñas, debido al grave impacto en su condición física, intelectual, psicológica y emocional.

La deserción escolar, los embarazos precoces, la probabilidad de muerte debida a los partos en niñas y adolescentes, la frustración al ver truncados proyectos de vida y la falta de perspectivas y de desarrollo son el horizonte que tienen estas jovencitas, quienes pierden su niñez y adolescencia al enfrentar estas circunstancias. De enero a octubre, el Osar documentó 2200 partos en niñas entre los 10 y los 14 años, más los que atienden las comadronas en las comunidades y en los servicios privados; solo en Santa Rosa se registraron 1516 menores de 18 años embarazadas, 131 son menores de 14 años, esos últimos casos son producto de violaciones sexuales, de acuerdo con la Ley. Se ha denunciado que por lo menos el 91% de los casos son familiares o parientes cercanos los responsables de esos delitos.

Guatemala es uno de los países a escala mundial con las más altas tasas de fecundidad en adolescentes, 114 nacimientos anuales por cada mil mujeres de 15 a 19 años de edad y la mitad de esas jóvenes inicia una unión formal o consensual antes de cumplir los 20 años de edad.

Hay que continuar las campañas para evitar los matrimonios infantiles o a temprana edad, porque es anormal y repudiable; constituyen una violación a derechos humanos y una amenaza para la vida de las niñas. Muchas de ellas han vivido en condición de pobreza, tienen poco desarrollo físico; por las desiguales relaciones de poder no han tenido acceso a la educación, se les ha enseñado que deben atender la casa, obedecer al marido y cuidar a los hijos. Son trabajadoras desde temprana edad. Cuando contraen matrimonio o se les impone un marido son más vulnerables a ser víctimas de violencia. A veces, la muerte les llega tan precoz como la maternidad. En el área rural son frecuentes las bodas, uniones y embarazos en menores de edad; es prácticamente un negocio, se intercambia a la menor por dinero o bienes, costumbres violatorias a derechos humanos que hay que erradicar, aunque “así haya sido siempre”.

Hay testimonios desgarradores de jovencitas que fueron obligadas a convivir con hombres mayores y a procrear a pesar de su oposición. Los golpes y la violencia acompañan este modo de vida que les imponen. Terminan su vida antes de comenzarla.

Repudiar los embarazos precoces y los matrimonios de niñas es un asunto de justicia.

  1. Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.
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