Said Ida Hassan*
El pasado viernes día 7 de febrero ha sido un día histórico para la memoria común: Por primera vez en su historia, España decide reconocer oficialmente parte de las atrocidades cometidas por los Reyes Católicos después de la Reconquista y la caída definitiva del Ándalus en 1492.
El Consejo de Ministros ha dado luz verde, a propuesta del Ministerio de Justicia, a un anteproyecto de ley de modificación del Código Civil para conceder la nacionalidad española a los judíos sefardíes que justifiquen tal condición y su especial vinculación con España, y sin necesidad de renunciar a su anterior nacionalidad.
El anteproyecto establece que se concederá la doble nacionalidad tras acreditar la condición de sefardí a través de certificado de la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE), de consulados con certificado de la autoridad rabínica competente reconocida en su país o como consecuencia de un expediente personal, donde los propios apellidos, el idioma familiar o cualquier otro indicio probatorio así lo acredite.
Según algunas estimaciones, 3,5 millones de descendientes de los judíos expulsados del Ándalus podrán volver a la tierra de sus antepasados cuando quieran (250.000, según las estimaciones del gobierno), como reparación del daño físico y moral causado a los judíos expulsados después de la Reconquista.
Sin ningún lugar a dudas, consideramos este anteproyecto de ley como un paso adelante hacia la reconciliación de España con su pasado, pero queda a nuestro juicio un “paso corto” si el gobierno no tomara una medida similar y un gesto de reconciliación con los Moriscos que más han sufrido después de la caída del Ándalus.
Se espera a que los descendientes de los Moriscos que viven en su mayoría en Marruecos, Túnez y Siria manifiesten su deseo de beneficiar de una medida similar. ¿Romperá el Estado español con el falso mito fundacional de España que se sustenta en la negación del pasado musulmán? Esta es la pregunta del siglo.
Lamento bajar los pies a tierra. Esta decisión no pretende en absoluto ni «reconocer las atrocidades» ni reparar daños de ningún tipo. Lo que pretende el gobierno español es atraer a un colectivo muy fácil de identificar, generalmente próspero (y actualmente discriminado en el estado de Israel) de fácil asimilación, que invertirá y gastará en España y que amentará la base de la pirámide poblacional, de donde pagar las pensiones en un futuro a corto plazo.
¿Puede decirse algo parecido de los descendientes de los moriscos expulsados -que no árabes?
Que quede claro. A este gobierno, muy especialmente a su ministro de justicia, la justicia le importa absolutamente nada.
Mira que si apareciese un tunecino con las llaves originales de la antigua mezquita de Córdoba, esa que acaba de ser expoliada -con intento de borrar su naturaleza- por la iglesia católica…
Me parece muy acertado, estoy totalmente de acuerdo y tengo que decir que no había reparado en ello hasta ahora. Grave agravio comparativo el que se está cometiendo que no tiene justificación posible.
Una «cantada» que hay que airear y parte de la historia que sería conveniente recuperar. La reconquista en cierto modo no deja de estar plagada de mentiras y exageraciones, basta con mirar los rostros de muchos españoles para comprender que intentar borrar el pasado musulmán y decir que los musulmanes fueron expulsados de este pais no deja de ser una verdad a medias.
Renegar de nuestras raíces, ya sea genética y cultural en pleno siglo xxi es ridículo y patético, como lo es este hecho que tan acertadamente se expone en este artículo al reconocer a unos y olvidar a otros.
Saludos.
Si, por lo que me doy cuenta faltan los moriscos, pero ya se dio un avance, lo otro será cuestión de tiempo y sería bueno ayudarle.
En cuanto a las atrocidades del pasado lejano, en mucho quizás en su época misma no eran tan atroces en las ideas de ese entonces (por ejemplo, la tortura como medio de sacar confesiones era bastante aceptada como método y no algo exclusivo de la inquisición, la cual eso sí, realizó un impresionante perfeccionamiento). Los conceptos de respetabilidad elevada como la de los DD.HH., son visiones fuertes desde el término de la Segunda Guerra Mundial, desde 1945 en adelante.
Y los reyes, fueran católicos o no, poseyeron poderes absolutos, incluso respecto de la vida de cada súbdito.
Lo increíblemente terrible que veo, es que habiendo pasado MEDIO MILENIO, existan grupos y personas, instituciones por añadidura, que en lo esencial, continúan pensando como hace 500 años y más y, lo peor, en buena medida, actuando en forma similar.