Hace 30 años, textual, se levantaron de los escombros las trabajadoras de la costura. Hace 30 también se levantaron las mujeres telefonistas. El sismo del 19 de septiembre puso a prueba no sólo la respuesta de un gobierno, el de Miguel de la Madrid, sino a la justicia obrera.
Alrededor de 600 costureras perdieron la vida entre pesados rollos de tela y las estructuras que se derribaron a las 7:19 horas, cuando el primer turno de trabajadoras había comenzado su jornada. Unas diez telefonistas quedaron atrapadas en el edificio de la calle de Victoria, en el corazón de la ciudad, donde se hallaba la base central del servicio telefónico.
Recordar a unas y otras, sin conmiseración, es verlas plenas y empoderadas frente a una desgracia “natural” y como siempre lo que está detrás: la negligencia, la irregularidad, la corrupción. Los talleres de costura se mostraron plenamente, en su interior las peores formas de trabajo, ahora llamado eufemísticamente, trabajo precario o indecente. Ahí, se precisó, había mal trato, castigos, pagos miserables y una combinación de trabajo a pago semanal con pago a destajo: resultado 11 o 12 horas por jornada y lo que hoy sería a precios constantes 800 pesos a la semana.
En Teléfonos de México se abrió la grieta definitiva entre la modernización tecnológica y el ajuste estructural. Las operadoras, 30 años después, son un puñado entre más de 34 mil trabajadores y trabajadoras. La reestructuración implicó lo que también para ocultar el sentido se llamó “jubilación anticipada” y sin embargo la capacidad de organización permitió a las telefonistas varias cosas: ir a otros puestos, recibir capacitación, salvar su contrato colectivo y mantener un gremio, con todo, unido. Y más aún, las telefonistas lograron introducir lo que hoy se llama visión de género en su contrato de trabajo. Y fueron promotoras de una corriente sindical feminista. No sin esfuerzo.
Las costureras fundaron varias cooperativas y un sindicato. Crearon reglas laborales totalmente nuevas y sólo la corrupción hizo posible que tal y tan importante proyecto no pudiera crecer y ampliarse, combinado con la realidad de la industria del vestido abatida por la apertura comercial y el ingreso millonario de ropa proveniente de China, en los últimos 20 años.
Esta narrativa sólo por recordar sin victimismo, que es posible que la confianza y capacidad de las mujeres, enfrentadas a situaciones límite, consiguen generar cambios hacia adelante. De las dirigentes telefonistas, Rosario Ortiz ha sido diputada suplente y diputada federal; hoy labora en la Secretaria del Trabajo y Fomento al Empleo del Distrito Federal, convencida de la lucha obrera, como fuente de bienestar, politización y cooperación a la democracia, sin eufemismos
De la lucha de las costureras hay claroscuros. Hablé con algunas mujeres dirigentes originarias de aquel sindicato, su vida cambió, individualmente, pudieron crecer, ver otros horizontes y algunas de ellas siguen militando en el movimiento social feminista; otras continuaron en las fábricas abriendo camino a las trabajadoras, unas más, como Lupe Conde, enseñó corte y confección en las escuelas técnicas. Evangelina Corona, quien encabezó al sindicato nacional, fue asambleísta y todavía a su avanzada edad continua laborando en una dependencia pública.
Miles y miles a lo largo de estos 30 años perdieron el empleo y sus huellas se perdieron. Pero cada una, integrante o trabajadora de las más de 300 fábricas que estuvieron levantadas durante tres años, en un campamento en plena avenida Tlalpan, seguramente contribuyó a una corriente que 30 años después ha podido abrir al trabajo político de género, cientos de espacios donde las mujeres están conscientes de que el trabajo por la igualdad empieza a tener sentido.
Hace varias semanas hubo un conversatorio sobre el sismos de 1985, ahí también se recordó cómo decenas y cientos de vecinas del centro se levantaron para rearmar sus casas derruidas por el terremoto; conocieron a otras mujeres, siguen en la pelea urbana, construyen casas, armaron solidaridades y sus hijas e hijos, encontraron otras rutas. De ellas Yolanda Tello fue diputada; se crearon varias organizaciones sobrevivientes al tiempo y a las contradicciones.
Los sismos del 85 dejaron más. Según los analistas y quienes tomaron nota y siguieron las huellas de estas nuevas conciencias, han coincidido en que esa grieta profunda y “natural” producida el 19 de septiembre de 1985, hizo que se levantara una luz de democracia y reorganización de grupos, trabajadoras, asociaciones civiles y nació una nueva alternativa política de izquierda. Que ha dado sus frutos. Me dirán que está en crisis, si claro, las crisis nos abren nuevas ventanas y nuevos caminos, habría que abonar en positivo al futuro.